El gobierno de los valencianos
Si ustedes me preguntaran qui¨¦n gobierna actualmente en la Comunidad Valenciana, me ver¨ªa en un serio compromiso para responder. No ignoro que Francisco Camps es el jefe del Consell, pues su partido, el Partido Popular, gan¨® las ¨²ltimas elecciones. Pero que Camps formara gobierno no quiere decir que haya comenzado a gobernar. Aunque parezca extra?o, una cosa no conduce autom¨¢ticamente a la otra. Por unas u otras razones, el presidente de la Comunidad Valenciana se ha limitado, por el momento, a amenazar a los socialistas a prop¨®sito del Plan Hidrol¨®gico Nacional. De ah¨ª, no se ha movido. Y si es probable que esta conducta le reporte alg¨²n r¨¦dito electoral, no podr¨ªamos decir que constituya con propiedad un programa de gobierno.
Por la atenci¨®n que les prestan los diarios y la manera en que se comportan, me inclino a pensar que son los empresarios quienes ejercen el verdadero gobierno de la Comunidad. La autoridad y la desenvoltura con la que estos se?ores se manifiestan en los asuntos p¨²blicos m¨¢s dispares es innegable. No hay acto, consulta o negocio relacionado con los intereses de los valencianos en que no aparezcan ellos dando su opini¨®n. Incluso, se permiten indicar el modo y los plazos en que deben resolverse los problemas para merecer su aprobaci¨®n. Y rega?an a quien consideran que no les hace suficiente caso. A tal punto ha llegado su influencia que el jefe de la oposici¨®n, el socialista Joan Ignasi Pla, no se ha visto libre de ella.
El origen de la anomal¨ªa -porque de una anomal¨ªa se trata, impropia, por cierto, de una sociedad democr¨¢tica- hay que buscarlo en la anterior etapa del Consell. Durante su mandato, Eduardo Zaplana impuso una manera de gobernar que privilegi¨® el papel de los empresarios hasta unos extremos dif¨ªciles de imaginar. A cambio, estos prestaron su apoyo incondicional a cualquier proyecto que ideara el presidente de la Generalidad, por disparatado y costoso que fuera para las arcas p¨²blicas.
Durante varios a?os, la simbiosis funcion¨® con tal perfecci¨®n que obtuvo, incluso, el refrendo de las urnas. Eran los tiempos felices en que en la Comunidad Valenciana no se pon¨ªa el sol. Naturalmente, como los negocios no se hacen de balde, la operaci¨®n -que tan ricos hizo a algunos- gener¨® una factura considerable que ahora debemos abonar. Aunque me temo que la cuenta nos la van a presentar a los ¨²nicos que no participamos en la fiesta. Al menos, es lo que suele ser habitual. De entonces, les viene a los empresarios, en mi opini¨®n, una conciencia algo exagerada de su papel en el gobierno de la sociedad.
A m¨ª no me parece mal que estos se?ores expresen su parecer siempre que lo consideren conveniente. ?Faltar¨ªa m¨¢s! Ahora, que pretendan convencernos a los valencianos de que sus intereses son los de toda la sociedad, es harina de otro costal. Su papel como creadores de riqueza y puestos de trabajo es muy meritorio, pero nada m¨¢s. Tambi¨¦n es muy meritorio el trabajo de los m¨¦dicos y el de las fuerzas de seguridad, y no nos imaginamos al Colegio de M¨¦dicos o a la Guardia Civil decidiendo el trazado del tren de alta velocidad. Con unas personas que consideran a Luis Fernando Cartagena un prohombre de la sociedad, conviene andar precavidos.
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