"La integraci¨®n del Este ha sido rapid¨ªsima"
Decoraciones g¨®ticas en madera y techos repujados. Divanes de cuero rojo y baldaquines dorados. Retratos de Enrique VIII, de sus mujeres, de la batalla de Waterloo. La C¨¢mara de los Lores, venerable instituci¨®n de la Monarqu¨ªa brit¨¢nica, aunque est¨¦ hoy en proceso de reforma con el Gobierno de Tony Blair que casi ha puesto fin al derecho de elecci¨®n hereditaria de sus miembros, puede parecer un observatorio peculiar para asistir al nacimiento de la Europa de los 25. Pero no lo es si el titular de ese observatorio es Ralf Dahrendorf, fil¨®sofo y polit¨®logo, socialista y liberal, alem¨¢n y brit¨¢nico, europeo y atlantista, errante estudioso de la identidad occidental, tonalidades de gris, gafas espesas, r¨¦plica ¨¢gil, lord Dahrendorf acompa?a a los corresponsales de La Repubblica, Le Monde y EL PA?S, en una visita a la C¨¢mara, en la que ocupa un esca?o desde 1993; hace que nos acomodemos en una de las innumerables salas, retrepadas en placentera somnolencia, del Parlamento de Westminster. El 1 de mayo nace la Europa de las 25 naciones. El mismo d¨ªa en que nuestro entrevistado cumple 75 a?os.
"La UE tiene hoy tres problemas de frontera: Turqu¨ªa, Suiza y Noruega"
"La propaganda ha dado una idea falsa de lo que es la Constituci¨®n europea"
"En 1989, preve¨ªamos que Europa del Este deber¨ªa atravesar un valle de l¨¢grimas"
Pregunta. ?Y qu¨¦ es lo que siente lord Dahrendorf ante semejante acontecimiento?
Respuesta. Estoy encantado. Por primera vez en la historia se puede decir que todo el continente est¨¢ unido, apenas con excepciones. Es verdad que queda mucho por hacer, que la UE tiene toda una sucesi¨®n de desaf¨ªos en su camino. Pero estoy feliz y orgulloso de vivir este momento.
P. Hace 15 a?os, con ocasi¨®n de la ca¨ªda del muro en 1989, Ralf Dahrendorf trat¨® de imaginar en un libro el futuro de una Europa que no estuviera ya dividida en Este y Oeste. ?Se han cumplido aquellas esperanzas?
R. Fundamentalmente, s¨ª. En ciertos casos, incluso en sus expectativas m¨¢s optimistas. En 1989 preve¨ªamos que la Europa del Este deber¨ªa atravesar un verdadero valle de l¨¢grimas para recobrar la democracia e integrarse con el resto del continente. Tem¨ªa que, tras un entusiasmo inicial, emergiera una nostalgia por el pasado totalitario y estatalista. Pero no me parece que eso haya pasado. Y 15 a?os en el fondo son un instante. Ha sido una integraci¨®n rapid¨ªsima.
P. ?Demasiado?
R. Quiz¨¢ no ha habido suficiente debate. Efectivamente, Bruselas ha establecido los tiempos y las reglas, y los pa¨ªses del Este han tenido que adecuarse, sin poder digerir plenamente la transformaci¨®n que ello implicaba. La Europa oriental, ex comunista, se ha visto obligada, por as¨ª decirlo, a democratizarse, a aceptar la econom¨ªa de mercado. Pero quer¨ªa verse obligada a ello. Y ¨¦sa es una diferencia de talla con Irak, por ejemplo.
P. ?No estamos ante el riesgo de que se formen dos Europas? La vieja y la nueva Europa, para utilizar los t¨¦rminos puestos en boga por el secretario de Defensa norteamericano, Donald Rumsfeld.
R. Es posible. Pero siempre han existido y seguir¨¢n existiendo muchos tipos de Europa: la Europa del Mediterr¨¢neo, la Europa del B¨¢ltico, la septentrional y la meridional. Es l¨®gico que sea as¨ª, y no veo que mal pueda haber en ello. Y, en cualquier caso, la Europa a 25 enriquece y completa la Uni¨®n. La ampliaci¨®n es un cambio hist¨®rico destinado a seguir su camino.
P. ?Hasta cu¨¢ndo? ?D¨®nde acaba Europa?
R. No creo que sea preciso dar hoy una respuesta definitiva a ese interrogante. Las fronteras cambian, se mueven, dependiendo de todo tipo de factores. La Uni¨®n Europea tiene hoy tres problemas de frontera. El primero es el de Turqu¨ªa. El segundo, Suiza y Noruega, que hay que tratar, a la hora de la negociaci¨®n, con la debida generosidad, pero tambi¨¦n con la agresividad necesaria, porque no me cabe duda de que la cuesti¨®n de su ingreso en la UE deber¨¢ un d¨ªa afrontarse. Y el tercero son los Balcanes: Rumania, Bulgaria y los pa¨ªses producto de la desintegraci¨®n de Yugoslavia (excepto Eslovenia, que se halla entre los que entran el 1 de mayo). Y este ¨²ltimo ser¨¢, en mi opini¨®n, el problema m¨¢s complejo porque en esa parte del mundo la democracia es m¨¢s fr¨¢gil que en el resto de Europa.
P. ?Es partidario del ingreso de Turqu¨ªa, que es un pa¨ªs, seg¨²n dicen los que se oponen, m¨¢s asi¨¢tico que europeo, y musulm¨¢n, por a?adidura, en la Europa cristiana?
R. S¨ª, soy favorable. Turqu¨ªa quiere formar parte de Europa, y mira, ciertamente, mucho m¨¢s a Europa que a Asia; y que, de hecho, est¨¢ ya en Europa con sus millones de emigrantes esparcidos por todo el continente, y en la parte turca de Chipre. La cuesti¨®n crucial que debe dilucidarse para que sea posible su ingreso es que se forme el Estado de derecho, que haya una aut¨¦ntica separaci¨®n neta entre Estado y mezquita.
P. Pero, si consideramos que Turqu¨ªa tiene derecho a entrar en la Uni¨®n, la lista se alarga. ?Por qu¨¦ no Ucrania?
R. Ucrania son dos pa¨ªses en uno. Es dif¨ªcil distinguir la Ucrania occidental de la Polonia oriental. Y por ello soy posibilista en cuanto al ingreso de este ¨²ltimo pa¨ªs en la UE. Pero estamos hablando de tiempos prolongados, y de formidables progresos que deber¨ªa hacer Ucrania en todos los campos para que se pudiera plantear un d¨ªa la cuesti¨®n.
P. Lo mismo cabr¨ªa decir de la Rusia del presidente Putin.
R. ?ste ya es un asunto que exige una previsi¨®n a tan largo plazo que es imposible contemplarlo desde una perspectiva realista. Y no me parece tampoco que Rusia tenga demasiada prisa por presentar su petici¨®n de adhesi¨®n.
P. Las derechas agitan en la UE el espectro de una invasi¨®n de inmigrantes de los Diez, que ahora ingresan en la Uni¨®n Europea.
R. Una ola de trabajadores que proceda de Este a Oeste parece inevitable, pero no ser¨¢ nada comparable a las grandes migraciones del pasado, como las de Europa a Am¨¦rica. Ser¨¢, por otra parte, una ola migratoria temporal, puesto que sus protagonistas querr¨¢n, en ¨²ltimo t¨¦rmino, volver a su patria.
P. ?Qu¨¦ le parece la decisi¨®n tan extendida entre los Quince de limitar la entrada de trabajadores procedentes de los nuevos miembros?
R. Es una medida profundamente injusta, que, por fortuna, no podr¨¢ ser eterna.
P. Y en esta nueva Europa a 25, ?qu¨¦ significar¨¢ ser europeo? ?Qu¨¦ identidad tendr¨¢ el continente despu¨¦s de la ampliaci¨®n?
R. Es dif¨ªcil responder. No puede haber una respuesta prefabricada. La Uni¨®n Europea puede representar un modelo de cooperaci¨®n entre pa¨ªses caracterizados por la existencia del Estado de derecho y de la econom¨ªa de mercado: ¨¦sta es una definici¨®n b¨¢sica. Para m¨ª, el peligro mayor es el de que esa Europa termine por definirse siempre, o con frecuencia, como un polo opuesto a Estados Unidos; es decir, aquella que se dotar¨ªa de una identidad negativa, infausta. Europa debe comprender que Estados Unidos es su socio natural, su aliado, la hermana junto a la cual integra el mundo libre. Y que, sin Estados Unidos, Europa ser¨ªa menos libre.
P. ?Tambi¨¦n sin los Estados Unidos del presidente Bush, que invaden Irak sobre la base de mentiras y obsesiones?
R. El debate sobre la guerra de Irak es en Estados Unidos, al menos, tan vivo como en Europa; ser¨ªa reduccionista o err¨®neo equiparar el pa¨ªs a su presidente o a la presente Administraci¨®n. Dicho esto, sigo siendo favorable a la intervenci¨®n en Irak por toda una serie de razones. Sadam Husein ha tenido en el pasado armas de destrucci¨®n masiva y las ha utilizado, aunque, quiz¨¢, no las ten¨ªa ya en 2003. Pero si en 1938 los aliados hubieran actuado contra Hitler, en vez de cerrar los ojos a la realidad, podr¨ªa haberse evitado el Holocausto. Un razonamiento an¨¢logo cabe hacerse con Sadam Husein.
P. Volvamos a la identidad europea. ?La Constituci¨®n va a resolver ese problema?
R. No pienso que el proyecto de Constituci¨®n sea particularmente creativo. Y no admito la idea de que contando s¨®lo con la Constituci¨®n pueda funcionar la Europa a 25. Sin ella, funcionar¨ªa igual, o a¨²n puede que mejor. No obstante, no figuro entre los que, en Gran Breta?a, consideran que la Constituci¨®n venga a disminuir nuestra soberan¨ªa nacional.
P. El primer ministro Blair ha decidido que se celebre un refer¨¦ndum sobre la Constituci¨®n europea. Y los sondeos indican que, por el momento, la mayor parte de los brit¨¢nicos la rechazan.
R. No me sorprende. La propaganda o la informaci¨®n malintencionada han dado a la opini¨®n una idea absolutamente falsa de lo que es la Constituci¨®n europea. Michael Howard, l¨ªder del partido conservador, afirma que si la Constituci¨®n es aprobada, en el futuro ser¨¢ el presidente de los Estados Unidos de Europa quien vaya invitado a la Casa Blanca y no el primer ministro brit¨¢nico. Una buena parte de la opini¨®n en este pa¨ªs da cr¨¦dito a semejantes patra?as. Pero puede darse el caso de que el debate que genere el refer¨¦ndum sirva para que se aclare un poco toda la cuesti¨®n.
P. A lord Dahrendorf no le entusiasma el euro...
R. No, pero tampoco puede decirse que sea un oponente fan¨¢tico de la moneda ¨²nica europea. Contin¨²o pensando que Tony Blair ha malogrado una magn¨ªfica oportunidad: deber¨ªa haber propuesto inmediatamente un refer¨¦ndum sobre el euro, en 1997, apenas elegido, para cabalgar sobre la ola de entusiasmo, de fe y de sentido de la renovaci¨®n que suscit¨® su victoria el 1 de mayo de ese a?o. Hoy la cosa se presenta, sin embargo, mucho m¨¢s complicada.
P. La consulta sobre la Constituci¨®n coincidir¨¢ probablemente con el 30? aniversario del refer¨¦ndum de 1975 sobre el ingreso de Gran Breta?a en el Mercado Com¨²n. Y quisi¨¦ramos cerrar esta conversaci¨®n sobre la nueva Europa, lord Dahrendorf, pregunt¨¢ndole c¨®mo es posible que al cabo de 30 a?os Londres no haya resuelto todav¨ªa su relaci¨®n con el continente; que no haya decidido cu¨¢l debe de ser su vinculaci¨®n de fondo con el conjunto de Europa.
R. Hay profundas diferencias entre este pa¨ªs y la Europa continental. Diferencias institucionales: basta con pensar en la propia C¨¢mara en la que me siento. Diferencias de mentalidad: no es por casualidad que los brit¨¢nicos llaman al oc¨¦ano Atl¨¢ntico el estanque, porque para muchos de ellos los Estados Unidos est¨¢n m¨¢s cerca que Europa, de la que se hallan, sin embargo, s¨®lo separados por el Canal de la Mancha. Pero es verdad que esas diferencias institucionales y mentales se van reduciendo, y es probable que las j¨®venes generaciones las sientan cada vez menos, pero, por el momento, lo que se impone es esa diferencia.
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