Tragedias familiares
La violencia dom¨¦stica no s¨®lo no remite-son ya 19 las mujeres muertas en lo que va de a?o, y tres s¨®lo en la ¨²ltima semana-, sino que adquiere dimensiones de aut¨¦nticas tragedias familiares. El agresor no limita sus amenazas a quien ha sido o es su pareja, sino que, llegado el caso, no duda en extenderlas a los hijos. Es cierto que este rasgo no es de ahora pero s¨ª que se agrava. Al menos 50 menores han perecido desde 1997 en episodios de violencia dom¨¦stica protagonizados por sus padres. El terrible suceso de la localidad valenciana de Alzira, en el que una mujer y dos de sus hijos fueron quemados vivos por el ex marido y padre de las v¨ªctimas, en tr¨¢mites de separaci¨®n, muestra el grado de locura criminal que puede gestarse en esas circunstacias de conflictividad familiar y que no retrocede ante la venganza colectiva. Espeluznante resulta tambi¨¦n el precedente caso de violencia dom¨¦stica sucedido el mi¨¦rcoles pasado en M¨¢laga, donde un hombre apu?al¨® hasta la muerte a su compa?era y al beb¨¦ de ambos.
Estos casos, como el acaecido tambi¨¦n la misma semana en la localidad madrile?a de Getafe, en el que una mujer de 46 a?os muri¨® acuchillada por su compa?ero, muestra la necesidad de promulgar cuanto antes la ley integral contra la violencia de g¨¦nero prometida por el Gobierno socialista. Es seguro que algunos de estos cr¨ªmenes no podr¨¢n evitarse, pero los poderes p¨²blicos est¨¢n obligados a comprometerse con m¨¢s rigor y determinaci¨®n que hasta ahora en la lucha sin cuartel contra una lacra que representa, por el n¨²mero de v¨ªctimas y la impunidad con que se producen, un grave desaf¨ªo a las leyes y a la sociedad. Seis de cada 10 ciudadanos desconf¨ªan de la actuaci¨®n de las autoridades ante las denuncias de violencia dom¨¦stica, segun el ¨²ltimo Bar¨®metro del Centro de Investigaciones Sociol¨®gicas. La descoordinaci¨®n, sobre todo entre las instancias judiciales y policiales, y la ineficacia de algunas medidas preventivas, en especial las ¨®rdenes de alejamiento del agresor, son fallos que lastran la respuesta institucional y a los que debe poner remedio la anunciada ley integral.
Desde los poderes p¨²blicos no podr¨¢ erradicarse de un d¨ªa para otro -y nunca en determinados casos patol¨®gicos- el fondo machista que determina la conducta de los agresores dom¨¦sticos y que se sustenta en la creencia r¨ªgida en roles y arquetipos sexistas sobre la superioridad del var¨®n. La cultura machista permanece enquistada en individuos de todas las clases y ambientes y resiste a los cambios pol¨ªticos y legales favorables a la soluci¨®n pac¨ªfica de los conflictos conyugales. De ah¨ª que, como muestra el caso de Alzira, una mayor¨ªa de las mujeres, 7 de cada 10 v¨ªctimas, est¨¦n separadas o en tr¨¢mite de separaci¨®n: una situaci¨®n no asumida por el agresor, que considera un desaf¨ªo a su masculinidad cualquier actitud que no sea de sumisi¨®n. Tiene sentido intentar combatir desde la escuela una cultura pre?ada de violencia, incluso con la ense?anza de una materia sobre la igualdad de sexos, seg¨²n prev¨¦ la ley anunciada.
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