Rafael S¨¢nchez Ferlosio
Si a m¨ª se me pidiese un nombre, uno solo, entre los aparecidos en la novela espa?ola de posguerra, con mayores posibilidades de supervivencia, es decir, con categor¨ªa suficiente para afrontar la inmortalidad literaria, yo dar¨ªa, sin vacilar, el de Rafael S¨¢nchez Ferlosio. Pero no es solamente ¨¦sta la raz¨®n por la que yo le otorgo la primac¨ªa de la promoci¨®n de "los ni?os de la guerra" -pese a su muy escasa obra-, sino porque su libro fundamental, El Jarama, se me antoja una s¨ªntesis perfecta de las cualidades de este grupo y porque, a su vez, El Jarama se ha erigido en patr¨®n de no pocos narradores que han ido apareciendo con posterioridad; esto es, ha hecho escuela. (Ya veremos tambi¨¦n c¨®mo buena parte de la novela social-realista toma de este libro no la intenci¨®n sino la t¨¦cnica, ese descarnado objetivismo que tal vez naci¨® como un experimento aislado antes que como un camino viable para la novela).
En cualquier circunstancia se mostrar¨¢ indiferente a las seducciones del t¨®pico
Su iron¨ªa es la que lubrica sus obras y la que le distancia de sus compa?eros de promoci¨®n
Despu¨¦s de todo, el verdadero talento, el aut¨¦ntico genio, encubre casi inevitablemente excentricidades. De otro lado, la indolencia le viene de atr¨¢s (su padre, Rafael S¨¢nchez Mazas, una de las mejores plumas de la generaci¨®n de anteguerra, deja pasar lustros sin manifestarse). Ferlosio es inconstante y tornadizo y por ello es comprensible que lo que ayer le sedujo hoy le reviente. El tiempo nos dir¨¢ si su fobia hacia la novela es definitiva o si, tan espont¨¢neamente como se fue, vuelve a ella. La narrativa espa?ola ser¨ªa la primera en beneficiarse de este retorno.
Sea como quiera, la vida de Ferlosio marcha acorde con su postura ante el arte. Ferlosio aparenta solazarse buscando las vueltas a los convencionalismos. Si la gente duerme de noche, ¨¦l duerme de d¨ªa; si la gente se ajusta a un horario de trabajo, ¨¦l trabaja en an¨¢rquico desorden; si la gente se encadena a una rutina de distracciones, tertulias, etc¨¦tera, ¨¦l se distrae o charla cuando le da la gana. Ferlosio no se sujeta a la tiran¨ªa de una vida met¨®dica. A veces desaparece de la circulaci¨®n durante semanas. Otras se encierra en una habitaci¨®n, solo, durante d¨ªas. Al cabo, aparece, ojeroso, las barbas crecidas, p¨¢lido. Nadie sabe si estuvo trabajando -ni en qu¨¦- ni si estuvo durmiendo. Su mujer no muestra la menor extra?eza ante su conducta estrafalaria. Muchacha inteligente, se acomoda a estas extravagancias con toda naturalidad y le pone de comer. ?l, no obstante, consciente de su car¨¢cter dif¨ªcil, de sus eclipses dom¨¦sticos sin aparente justificaci¨®n, compadece a su esposa, de la que dice, en una de sus frases geniales, transida de un humorismo sombr¨ªo: "Carmen es como una viuda que tuviera el muerto en casa".
Decididamente, Rafael S¨¢nchez Ferlosio, ni como hombre ni como escritor, es un ser vulgar. Ahora bien, aparte de excentricidades, ?qu¨¦ veo yo en este autor para concederle tan amplio cr¨¦dito? Lo dir¨¦ en pocas palabras: en Ferlosio se da una mezcla de imaginaci¨®n, observaci¨®n y sentido del humor que no veo en ninguno de sus coet¨¢neos. Con una, tambi¨¦n rara, particularidad: estos ingredientes los manipula con tan espont¨¢nea naturalidad que sus libros, lejos de parecernos algo elaborado, se asemejan a los frutos y las flores silvestres, crecen espont¨¢nea, naturalmente. No son las suyas obras primorosas a base de retoques. Y si lo fueran, nadie advertir¨ªa tras su lectura cu¨¢les fueron los personajes m¨¢s afanosamente trabajados. Son libros incons¨²tiles, donde no se advierten costuras ni a?adidos. Tanto Alfanhu¨ª como El Jarama son obras de una pieza, libros que se dir¨ªan escritos de un tir¨®n, fraguados a una temperatura uniforme, donde sus elementos se conjugan con tanta maestr¨ªa que el conjunto no se resiente ni por exceso ni por defecto.
Fantas¨ªa y observaci¨®n. De esta segunda cualidad no anda mal la novela espa?ola, pero s¨ª de imaginaci¨®n. De ah¨ª, el alto rango que yo concedo a Alfanhu¨ª, un libro cautivador en todas las latitudes, pero esencialmente en Espa?a, hechos como estamos a una literatura a ras de tierra. Alfanhu¨ª es una vaharada de aire puro, una obra jugosa y fresca en cuya peripecia uno se ve inmerso desde el primer cap¨ªtulo, se identifica con ella hasta tal punto que llega a admitir como real el hecho de que un ni?o cuelgue unos lagartos al sol para obtener de sus escurriduras preciosos tintes. Y nada digamos de las aventuras posteriores de este ni?o y de los prodigiosos personajes con que se tropieza. Para m¨ª, Alfanhu¨ª tiene mucho de novela neopicaresca -con picard¨ªa idealizada, en fino-, un libro original¨ªsimo, entroncado, sin embargo, con la mejor literatura espa?ola.
He dicho que el don de observaci¨®n es el don mejor repartido entre los novelistas espa?oles de posguerra. Sin embargo, justo es a?adir que ninguno ha alcanzado tampoco en este terreno la finura y la sutileza, la fidelidad y la penetraci¨®n de Rafael S¨¢nchez Ferlosio. El sentido de observaci¨®n que, aunque a algunos sorprenda, ya manifiesta con nitidez en Alfanhu¨ª, alcanza en El Jarama aut¨¦ntico virtuosismo. Nunca se han escrito en Espa?a unos di¨¢logos tan vivos como los de El Jarama. No creo necesario insistir en que El Jarama es su di¨¢logo. Toda la gracia, la mediocridad, el hast¨ªo, la pereza mental, la ambici¨®n, los convencionalismos de una raza est¨¢n ah¨ª expuestos con las mismas palabras con que se exponen cada domingo veraniego en cualquier rinc¨®n de Espa?a. Quienes afirman que los di¨¢logos de El Jarama no son naturales sino elaborados, demuestran tener muy poco o¨ªdo, un don de observaci¨®n desarrollado de manera incompleta. Estoy de acuerdo con Nora [Eugenio de Nora, poeta, cr¨ªtico e historiador] en que El Jarama no trata de retratar a una determinada clase social. Creo que en todos los estratos sociales espa?oles escuchar¨ªamos en sus ratos de esparcimiento las mismas insustancialidades, con ligeras variantes de sintaxis y entonaci¨®n, que o¨ªmos a esa docena de muchachos y muchachas un domingo a orillas del r¨ªo Jarama. Es claro que los cr¨ªticos, algunos cr¨ªticos, han pretendido ver m¨¢s cosas por debajo de esta novela. Por ejemplo, no falt¨® quien vio una alusi¨®n a la guerra civil en el paso fragoroso, atronador, de un tren por un puente sobre el r¨ªo. Ferlosio se re¨ªa al leer esta interpretaci¨®n y comentaba: "Pues la verdad, no se me hab¨ªa ocurrido".
Si no tuvi¨¦ramos sus libros, bastar¨ªan estas an¨¦cdotas para acreditar su agudo sentido del humor. La iron¨ªa de Ferlosio es la que lubrica sus obras y la que le distancia -literalmente le separa- de sus compa?eros de promoci¨®n y de no pocos novelistas de otros grupos. La delicada y soterrada zumba de Ferlosio, pese a no haber sido subrayada, que yo sepa, por nadie, con la insistencia que merece, es la que termina de caracterizarle y de imprimir a su arte unas resonancias cl¨¢sicas y una estela perdurable. Ferlosio, como agudo humorista que es, no se esfuerza en hacer humor (el humor elaborado es lo m¨¢s triste del mundo). El humor fluye de los di¨¢logos -no olvidemos las escenas del merendero en El Jarama-, de las situaciones o de los tipos, y tanto vale aqu¨ª que recordemos al Coca-Co?a, a Mauricio o al alem¨¢n de El Jarama como al herborista o al don Zana de Las industrias y andanzas de Alfanhu¨ª. En resumen, y por encima de la gracia narrativa, de la capacidad fabuladora -?qu¨¦ gran autor de cuentos infantiles podr¨ªa ser Ferlosio!- y de las dotes de observador de este autor, yo coloco su sentido del humor, su ingenio, la piadosa iron¨ªa con que contempla y transcribe las m¨¢s vulgares escenas de la mediocridad humana.
Ya comprendo que para disfrutar de este escritor en toda su intensidad habr¨¢ que prescindir de traducciones y conocer el castellano con exactitud. De otra manera, inevitablemente, se nos escapar¨¢n matices sabros¨ªsimos. A este respecto, recuerdo que una de las versiones de la obra, creo que francesa, al traducir la frase: "P¨¢same el Bamb¨²" (el Bamb¨² es, en Espa?a, al tiempo que una ca?a que se utiliza para pescar, una marca de papel de fumar) dice: "P¨¢same la ca?a", con lo que no s¨®lo la gracia sino la significaci¨®n literal de la frase quedan desbaratadas. He aqu¨ª un bot¨®n de muestra bastante significativo.
Babelia
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