La palabra como m¨²sica

Casandra, seg¨²n su autor, el suizo Michael Jarrell (Ginebra, 1958), es un monodrama hablado. Es decir, una pieza para una voz que no canta, sino habla. Sin embargo, y como Jarrell utiliza una traducci¨®n francesa del relato hom¨®nimo de la alemana Christa Wolf, la voz circula por ¨¦l de una forma, si no instrumental, s¨ª claramente expresiva de un modo y no de otro: el que procura lo que llamar¨ªamos la vocalidad propia de esa lengua. No hubiera sido lo mismo con el texto en su idioma original ni con una traducci¨®n espa?ola que no pudo incluirse en el programa de mano por razones t¨¦cnicas. Por eso la ausencia del significado inmediato qued¨® paliada en parte por los meandros de una voz que se desliza como una corriente de agua por el cauce que le sirve una peque?a orquesta acompa?ada en ocasiones por una banda magn¨¦tica. A pesar de todo, fue una l¨¢stima que el p¨²blico no pudiera seguir un texto tan actual en el que la soledad, la muerte y la guerra son protagonistas.

La m¨²sica de Jarrell es de una extra?a exquisitez. Peter Szendy ha hablado de su escritura como reescritura, es decir, que tras ¨¦l est¨¢ la doble presencia de la tradici¨®n y de s¨ª mismo. Debussy, Stravinski, Ravel, Bartok o Schoenberg andan por ah¨ª asom¨¢ndose delicadamente, pero tambi¨¦n la obra anterior de su autor, su magn¨ªfico poder¨ªo sonoro y su admirable delicadeza t¨ªmbrica. Contar con Astrid Bas fue un lujo, pues la actriz dijo su parte con una pericia intachable. Como lo fue igualmente la direcci¨®n de Luca Pfaff -sobresaliente para Proyecto Guerrero, la formaci¨®n estable de M¨²sica de Hoy-, siempre tan galano y experto donde los haya en estas lides.