?S¨®lo para turistas?
El Tribunal de las Aguas de Valencia, que dicta cada d¨¦cada menos sentencias, se debate entre su utilidad y el folclore
Segundos antes de las doce del mediod¨ªa, ocho hombres vestidos de negro se dirigen a la puerta de los ap¨®stoles de la catedral de Valencia precedidos por un alguacil. El rito, que se repite cada jueves desde hace siglos, arremolina en el lugar a cerca de 200 curiosos que quieren ver en directo una sesi¨®n del Tribunal de las Aguas de Valencia, la instituci¨®n jur¨ªdica m¨¢s antigua de Espa?a y probablemente de Europa.
El p¨²blico forma a su paso un pasillo humano m¨¢s propio de las estrellas del f¨²tbol que de la tradicional sobriedad de los agricultores valencianos. Apretados, haciendo esfuerzos para alcanzar a ver a los ocho s¨ªndicos ataviados con blusones y sentados en semic¨ªrculo, guardan silencio para escuchar al alguacil, que, siempre en valenciano, enumera las ocho acequias del r¨ªo Turia bajo jurisdicci¨®n del Tribunal: Quart -que incluye los brazos de Benager y Faitanar; Tormos; Mislata; Mestalla; Favara; Rascanya; y Rovella. Ante la ausencia de denuncias, y como casi todas las semanas, el Tribunal se autodisuelve en poco m¨¢s de tres minutos.
El organismo se resiste a manifestar cualquier opini¨®n que pueda considerarse pol¨ªtica
Con una extra?eza pr¨®xima a la indignaci¨®n, una turista italiana pregunta por qu¨¦ se levantan los s¨ªndicos, y ad¨®nde van los espectadores.
-? finito ya- responde un dudoso pol¨ªglota.
-Y entonces, ?por qu¨¦ viene tanta gente?
-Para ver la liturgia.
Claramente insatisfecha, la italiana acoge la explicaci¨®n con aire de pensar est¨¢n locos estos valencianos. Su reacci¨®n, no obstante, es excepcional. El resto de asistentes parece conforme con lo que entienden como un espect¨¢culo arcaico: Los s¨ªndicos se encaminan a la casa del Vestuario, situada justo enfrente de la catedral, mientras otro turista repite en tono declamatorio y con acento andaluz: "Denunciants de Rascanya, denunciants de Rovella, denunciants...". A su lado, dos mujeres entradas en a?os, que han ocupado una de las primeras filas, preguntan si alguien les puede traducir lo que acaban de o¨ªr, petici¨®n a la que acude sol¨ªcito, folleto explicativo en mano, el mencionado turista andaluz.
El Tribunal de las Aguas se ha convertido en un incontrovertible reclamo tur¨ªstico. Cosa distinta es saber si ha quedado reducido a ello. Su presidente, Vicente Nacher, defiende con ¨¦nfasis lo contrario: "El Tribunal es ¨²til, est¨¢ vigente y por eso sigue existiendo". Como prueba de su vigencia, Nacher aporta el n¨²mero de hanegadas de huerta que est¨¢n bajo su jurisdicci¨®n, que distintas fuentes cifran entre 9.000 y 17.000 y que ¨¦l eleva a 75.000. Con este n¨²mero, sin embargo, el presidente del Tribunal parece referirse a un ¨¢rea m¨¢s amplia, ya que a?ade que estos cultivos se extienden hoy casi hasta Chelva, comarca de Los Serranos.
M¨¢s eficaz parece su siguiente y doble argumento: el dinero y el tiempo. Aunque Nacher reconoce que la instituci¨®n conoce hoy d¨ªa menos casos que en el pasado -unos cinco en lo que va de a?o- razona que si no estuviera el Tribunal, los agricultores tendr¨ªan que adentrarse en el mundo de la Justicia ordinaria para resolver sus disputas: "Tendr¨ªan que ir a juicio, pagar las costas, contratar abogados y esperar la sentencia".
Frente a este panorama, el Tribunal les ofrece un procedimiento gratuito, inmediato y extremadamente sencillo, que ha resuelto sus conflictos durante siglos. En caso de no cumplirse, las sentencias tienen car¨¢cter ejecutivo para la justicia ordinaria, que debe limitarse a hacerlas cumplir.
Nacher, s¨ªndico de la acequia de Rovella, insiste en que "aparecer en las gu¨ªas tur¨ªsticas no es cosa del Tribunal, y no significa que se haya convertido en simple folclore". "Si hay menos sentencias que en el pasado ser¨¢ porque los labradores hemos aprendido, y respetamos m¨¢s las normas", aventura.
Una de las razones que han permitido a esta instituci¨®n perdurar tantos a?os es su resistencia a manifestar cualquier opini¨®n que pueda considerarse pol¨ªtica. As¨ª explican sus miembros su silencio ante la implacable disminuci¨®n de las tierras dedicadas al cultivo en las zonas pr¨®ximas a la capital y a organismos como el puerto.
Esta pasividad, que habr¨¢ quien no deje de juzgar pol¨ªtica, incluye el ¨²ltimo asalto: el anuncio de la alcaldesa Rita Barber¨¢ de que construir¨¢ miles de viviendas de protecci¨®n oficial sobre estos terrenos. Receloso a valorar la cuesti¨®n, el presidente opina que "contra la ley de mercado no se puede ir".
La acequia de Rovella, de la que es s¨ªndico, fue la perjudicada por las expropiaciones llevadas a cabo en La Punta con motivo del desarrollo de la Zona de Actividades Log¨ªsticas del puerto. ?l mismo perdi¨® una hanegada, admite que es duro que a un agricultor le quiten aquello que ha trabajado durante toda la vida, pero concluye que "hay muchas cosas que tambi¨¦n son importantes para la sociedad". Prudente, a?ade que las compensaciones por la expropiaci¨®n "deber¨ªan permitir comprar otros terrenos y conservar el oficio", extremo que no parece cumplirse hoy.
Un origen m¨¢s que milenario
Las autoridades celebraron en 1960 el primer milenio de existencia del Tribunal de las Aguas de Valencia. Probablemente se quedaron cortos. La elecci¨®n del a?o 960 como fecha de instauraci¨®n, durante el reinado de Abderram¨¢n III, califa de C¨®rdoba, estaba asociada a otra idea, hoy desacreditada, seg¨²n la cual los musulmanes introdujeron el sistema de riego en tierras valencianas. Los historiadores parecen convenir hoy en que la construcci¨®n de las acequias debi¨® ser anterior, seguramente de ¨¦poca romana. El Imperio hab¨ªa desarrollado un refinad¨ªsimo manejo de las conducciones de agua que tiene en los acueductos su ejemplo m¨¢s monumental.
Cuando los musulmanes poblaron Valencia, la mayor¨ªa, enriquecida por las guerras, opt¨® por vivir en n¨²cleos urbanos. El campo continu¨® trabajado por los moz¨¢rabes, a los que se a?adieron progresivamente los nuevos llegados, especialmente aquellos originarios de las zonas ahora comprendidas por Siria y Egipto. Fueron estos, en cuyas tierras se hab¨ªan desarrollado ampliamente las artes del riego, los merecidos responsables de la mejora y perfeccionamiento de un sistema que ha llegado hasta hoy.
Ello hace pensar que, aunque las primeras referencias al tribunal -no a su constituci¨®n- datan de ¨¦poca musulmana, los agricultores valenciano-romanos pudieron tener alg¨²n organismo encargado de resolver sus conflictos, que debi¨® ser adaptado por los musulmanes.
Jaume I mantuvo el Tribunal, que fue recogido en los fueros valencianos. Su ubicaci¨®n en la mezquita mayor fue variado despu¨¦s de que en su lugar se erigiera la catedral. Para entonces, los agricultores valencianos profesaban el Islam y no resultaba aceptable que continuaran reuni¨¦ndose en el nuevo recinto cristiano. Los casos sobre la cantidad de riego, el cuidado del agua y las acequias se juzgaron desde entonces en la puerta de los ap¨®stoles de la catedral.
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