26, 31, 48...
Europa crece. Crece como concepto, bajo diversos paraguas integradores. Y crece en n¨²mero de Estados. El paso decisivo hacia la primera unificaci¨®n voluntaria y pac¨ªfica de casi toda Europa se ha dado el 1 de mayo, en un momento hist¨®rico en que son m¨¢s que nunca los Estados que hay en este Viejo Continente. Quiz¨¢s sea el Estado la producci¨®n y la exportaci¨®n pol¨ªtica m¨¢s importante y de mayor ¨¦xito de los europeos (aunque ahora tambi¨¦n podr¨ªan exportar sistemas de integraci¨®n como este de la UE). Esta atomizaci¨®n coincide con un proceso de integraci¨®n del que ¨¦sta es una etapa decisiva, pero ni mucho menos la ¨²ltima. Al menos se est¨¢n superando las l¨ªneas divisorias m¨¢s importantes de esta Europa: la que marc¨® la guerra fr¨ªa; pero en buena parte persiste esa mucho m¨¢s profunda y duradera que supuso la divisi¨®n de la cristiandad dejando, visto desde aqu¨ª, al otro lado a los ortodoxos, una l¨ªnea en los mapas y en las vidas que sigue estando muy presente.
Algunas cifras al respecto sobre la Europa cubierta hoy por el Consejo de Europa o de la OTAN y sus asociados, es decir, del Atl¨¢ntico al C¨¢ucaso, resultan reveladoras. En 1815, cuando el Congreso de Viena, Europa contaba con 26 Estados. En 1914, en v¨ªsperas de la Primera Guerra Mundial, con otros tantos. En 1925, incluso menos. En 1945, tras la Segunda Guerra Mundial, eran 31. Y en la actualidad son 48. Naturalmente, no son siempre los mismos. Algunos aparecen, desaparecen y vuelven a aparecer, especialmente en los Balcanes. Entretanto todos los imperios se han hundido en Europa: el austroh¨²ngaro, el otomano, el alem¨¢n; por hablar de unos pocos de los que cubrieron partes de este Continente, siendo el ¨²ltimo en caer el sovi¨¦tico (con una Rusia que a¨²n se mantiene como semi-imperio con graves tensiones internas). Europa se ha quedado sin imperios internos. Pero, como a cambio, est¨¢ logrando un sistema de integraci¨®n pac¨ªfico y efectivo, algo que no ocurre a escala global, donde tambi¨¦n se ha registrado esta multiplicaci¨®n de los Estados, con 191 en la ONU en la actualidad, cuando en 1955, cuando ingres¨® la Espa?a de Franco, la organizaci¨®n contaba con 84 m¨¢s otros 14 Estados que no eran miembros.
Si en Europa han surgido muchos Estados peque?os, los pocos grandes, casi sin excepci¨®n desde luego en la Uni¨®n Europea, han pasado o est¨¢n pasando por procesos de descentralizaci¨®n: de Espa?a al Reino Unido, incluso la supuestamente jacobina Francia, y una Italia que a¨²n se busca adem¨¢s de, por supuesto, la ahora unificada (caso ¨²nico) Alemania federal. Estas tendencias producen ciertos desequilibrios. Pues no se ha articulado bien la participaci¨®n de estas regiones, que en muchos aspectos pesan demogr¨¢fica y econ¨®micamente m¨¢s que otros pa¨ªses independientes. La proliferaci¨®n de estos Estados peque?os en esta UE (9 de los 10 nuevos lo son) produce agravios comparativos. Sin ir m¨¢s lejos, hay m¨¢s gente que habla catal¨¢n que let¨®n, lituano o malt¨¦s. Y sin embargo, en un problema planteado en el debate de investidura de Zapatero, el catal¨¢n no est¨¢ reconocido como lengua oficial en la UE, cuando tal reconocimiento conllevar¨ªa una importante ayuda en el terreno de las traducciones e interpretaciones. La Europa de los 25 ha nacido con 20 lenguas oficiales, que son reales en el derecho comunitario o en una instituci¨®n como el Parlamento Europeo, en el que, por definici¨®n, a los elegidos no se les exige saber idiomas. En cualquier caso, no tras el ingreso del Reino Unido y de Irlanda en 1973, sino de Suecia, Finlandia y Austria en 1995, la lengua de trabajo europea ha pasado a ser el ingl¨¦s -no el de la reina ni el de la BBC, sino el internacional, una lengua paralela-, en detrimento del franc¨¦s.
La integraci¨®n europea es una manera hist¨®rica que ha encontrado el Viejo Continente de gestionar su atomizaci¨®n. Pero esta integraci¨®n, de 25 ahora, y 30 o m¨¢s para la UE, y una OTAN de 25, puede acabar muriendo de gigantismo y atragant¨¢ndose de Estados.
aortega@elpais.es
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