Cofrad¨ªas de ida y vuelta
Natalia Bol¨ªvar en Sevilla habla del origen del sincretismo cubano
La cubana Natalia Bol¨ªvar, que pronunciar¨¢ hoy en la Casa de la Provincia de Sevilla una conferencia sobre Cabildos y cofrad¨ªas de negros en Cuba, lleva metida en el tema medio siglo: exactamente desde 1955 cuando bajo la direcci¨®n de Fernando Ortiz y Lidia Cabrera se ocup¨® de las salas afrocubanas en el Palacio de las Bellas Artes de La Habana. Tres a?os m¨¢s tarde hubo de cambiar las aulas por la c¨¢rcel y la clandestinidad y, tras el triunfo revolucionario se ocup¨® de reestructurar el Museo Nacional para que las obras afrocubanas tuvieran all¨ª lugares importantes.
A partir de 1966 colabor¨® como asesora en obras de teatro y de cine -Fresa y Chocolate, por ejemplo- y ya en los ochenta comenz¨® a publicar su extensa obra que abarca unos 13 libros, algunos de los ¨²ltimos al alim¨®n con su hija Natacha. Hace unos a?os colabor¨® y gui¨® por el mundo de la santer¨ªa a Rom¨¢n Orozco en el volumen Cuba Santa, aparecido en el 2000.
Los cabildos fueron refugio de religiones sincr¨¦ticas que escond¨ªan a sus dioses
La cultura tradicional de los negros cubanos, tan importante para intelectuales de principios del siglo XX como Nicol¨¢s Guill¨¦n y para toda la m¨²sica que inund¨® desde ah¨ª los locales de todo el mundo, no fue reconocida como tal de buen grado. Como sucedi¨® en Espa?a con el flamenco -tambi¨¦n presente en la obra de la Generaci¨®n del 27- hubo de abrirse paso con dificultades al margen de las instituciones acad¨¦micas y gracias a los esfuerzos de unos pocos.
Natalia Bol¨ªvar confiesa que su amor por esas manifestaciones lo tiene gracias a la tata negra que la cri¨® cont¨¢ndole cuentos y narraciones y cant¨¢ndole canciones de la mitolog¨ªa africana que segu¨ªa teniendo vida propia. Algo as¨ª le ocurri¨® tambi¨¦n a Rafael Alberti con su tata de Arcos de la Frontera.
Esas visiones del mundo y del cielo de las que hoy tratar¨¢ en su conferencia, hab¨ªan logrado traspasar los siglos gracias a la estructuraci¨®n religiosa del imperio espa?ol, exportada a Cuba desde el puerto de Indias sevillano. Las cofrad¨ªas de gremios y profesiones que a lo largo del siglo XVI inundaron Sevilla y Andaluc¨ªa se marcharon tambi¨¦n en los galeones hacia el Nuevo Mundo y se establecieron en un primer momento en el interior de las ciudades reci¨¦n creadas y, en especial, en La Habana. Puede decirse pues que el sincretismo religioso afrocubano tuvo su origen al pie de la Torre del Oro.
Joaqu¨ªn Weiss, autor del libro Arquitectura colonial cubana, editado por la Junta de Andaluc¨ªa y clave para el estudio de ese campo, destaca c¨®mo en la capital existe todav¨ªa "el Humilladero", la ermita a la que se dirig¨ªan entonces las procesiones de penitencia del Viernes Santo. La explosi¨®n cofradiera, como en Sevilla, rompi¨® la muralla de la ciudad y alcanz¨® los arrabales: as¨ª nacieron los "cabildos" que agruparon ya no a personas de la misma profesi¨®n sino a negros de la misma etnia o de varias etnias cercanas entre s¨ª.
De esta manera esas instituciones se convirtieron en refugio de religiones sincr¨¦ticas que escond¨ªan a sus divinidades en las figuras de santos cristianos y transformaban las ceremonias lit¨²rgicas en otras con contenidos ancestrales.
De esos dioses trata precisamente uno de los primeros libros de Natalia Bol¨ªvar, Los Horichas en Cuba, que constituy¨® un best-seller hace treinta y tantos a?os.
Los cabildos marcharon entre la prohibici¨®n y la permisividad hasta mediados del siglo XVIII en un proceso parecido a las hermandades andaluzas, pero en 1755 el obispo de La Habana y el poder real los legalizaron pensando que era mejor tener controlada a toda aquella poblaci¨®n que dejar que campara por sus respetos.
Curiosamente, casi al mismo tiempo, mes por mes, se fundaba en Sevilla la primera de las hermandades de gitanos, muchas de las cuales todav¨ªa subsisten al igual que las instituciones cubanas que, desaparecidas en la capital, conservan su fortaleza en poblaciones y territorios como los de Palmira, Matanzas o Trinidad, donde siguen celebrando sus propias fiestas y llevando a cabo funciones asistenciales que se manifiestan en ceremonias de gran colorido y capacidad de convocatoria, como los entierros de sus personajes importantes, llenos de ritos ancestrales.
Natalia Bol¨ªvar prepara en estos momentos la edici¨®n de un libro que termin¨® hace poco: la historia novelada del general negro Quint¨ªn Banderas, participante destacado en las tres guerras de independencia, que muri¨® fusilado por orden del primer presidente de la Rep¨²blica de Cuba y que, hasta ahora, era un personaje muy desconocido para la mayor¨ªa de los cubanos.
Por casualidad la historia interna de esta obra de la antrop¨®loga cubana comenz¨® en Sevilla hace unos a?os, precisamente cuando vino para presentar con Rom¨¢n Orozco "Cuba Santa".
Fue entonces cuando Natalia Bol¨ªvar escuch¨® al gitano Jes¨²s Heredia cantar por sole¨¢s: "En lo alto de una loma / estaba Quint¨ªn Banderas / desafiando a la tropa / con su ca?¨®n de madera..., un romance conservado, junto a los de Gerineldo o el Conde Sol, por su familia desde los a?os finales del siglo XIX y que su abuelo, soldado entonces, hab¨ªa aprendido en Am¨¦rica.
El personaje, perdido en Cuba, segu¨ªa viviendo en Triana. Ah¨ª est¨¢ la debilidad y la grandeza de la cultura oral, de esa cultura que sigue estudiando a sus 70 a?os la tataranieta de Sim¨®n Bol¨ªvar.
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