Vivir del cuento
El t¨¦rmino cuento nunca ha tenido demasiada buena prensa en el lenguaje coloquial. No ocurre as¨ª con un ni?o, al que casi se le convierte en droga necesaria para dormir. Contar un cuento no es tan f¨¢cil y cualquier ni?o advierte si el contador es bueno o malo, si pone ganas o se ve en un apuro, si sabe lo que se trae entre manos o es un farsante. La t¨¦cnica de contar cuentos podr¨ªamos aplicarla a pol¨ªticos, artistas o simplemente al vendedor del pan. A esas alturas, quien piensa que los cuentos son cosa exclusiva de ni?os deber¨ªa replantearse su existencia -o es que, sencillamente, es un bobo-. Y si no, p¨¢sense ustedes esta semana por Tinta Roja: quedar¨¢n embelesados con las historias que se cuentan.
Mots 2004: un ciclo de cuentos contados en Poble Sec que reivindica el peque?o placer de la palabra escuchada
Hace 14 a?os que La Car¨¢tula, grupo de teatro independiente de gran tradici¨®n en Elche, organiza el Festival Internacional de la Oralidad en esta ciudad alicantina. Por all¨ª han pasado cuentistas de todo el mundo, hombres y mujeres que han hecho del cuento su vida, que intentan vivir del cuento, vamos, en el sentido m¨¢s real de la palabra. Uno de esos cuentista era Arnau Vilardeb¨°, actor conocido por su paso por Els Joglars en la etapa en que les toc¨® ir a la c¨¢rcel, y por la fundaci¨®n de la Marat¨® de l'Espectacle, por la creaci¨®n de sus Ous c¨°smics, serie de siete narraciones que explican el zodiaco, y m¨¢s recientemente por Neixen d¨¦us, donde cuenta historias mitol¨®gicas sin cambiar una coma, pero que resultan tan actuales que al p¨²blico le suenan adaptadas a la realidad. A Arnau le pareci¨® interesante la propuesta de La Car¨¢tula y hace seis a?os la transport¨® a Barcelona. As¨ª naci¨® el Festival de la Paraula, ahora simplemente Mots 2004.
Las cuatro primeras ediciones se realizaron en el Mercat de les Flors y desde el a?o pasado la cita es en el bar Tinta Roja, de Poble Sec, en la calle de la Creu dels Molers n¨²mero 17, muy cerca del Paral.lel. Creo que el marco no podr¨ªa ser mejor para lo que se cuece en el peque?o escenario. Una pareja del mundo del teatro y la pl¨¢stica -el argentino Hugo Zubillaga y Carmen Cubero- transform¨® hace cosa de seis a?os un viejo local que en 1916 hab¨ªa sido una vaquer¨ªa en un bar de "evocaci¨®n transgresora", como gusta de definirlo Carmen. "Aqu¨ª nada es lo que parece", cuenta mientras me ense?a una cabecera de cama colgada de la pared. El local hab¨ªa sido tambi¨¦n una bodega, una peluquer¨ªa y una f¨¢brica de sistemas el¨¦ctricos. Algo tan ecl¨¦ctico debi¨® de inspirar a sus nuevos due?os, que decidieron decorar el bar con muchas de las cosas que la gente tira en la calle: viejas butacas, sillas rococ¨® al lado de sillas de enea, mesas que no hacen la funci¨®n de mesas, sino que cuelgan del techo, fotograf¨ªas de antepasados, muchas luces de colores, fuego que no es fuego, sino papel fino en movimiento y, claro, muchas fotos de Carlos Gardel, porque aqu¨ª se baila tango todos los mi¨¦rcoles y se escucha pr¨¢cticamente cada noche, no en balde la pareja bailaba tangos en plena Rambla, lo que les mereci¨® un premio Aplaudiment Sebasti¨¤ Gasch en 1994.
Este ambiente de rincones acogedores, de mesitas y sof¨¢s y luces rojas por todas partes invita a o¨ªr una historia de la b¨²squeda de nuestra media naranja, de c¨®mo nos pasamos la vida probando y c¨®mo es posible dar con ella entre 5.000 millones de seres humanos. Al final, quiz¨¢ la encontramos, aunque casi siempre manoseada. Moraleja: disfruta del proceso de la b¨²squeda. Eso nos cont¨® el cartagenero Mariano Mart¨ªnez el pasado martes ante un p¨²blico minoritario pero entregado porque, seguro, sab¨ªa lo que es un cuento. Vino luego una delicia de mujer, la colombiana Carolina Rueda, con su espect¨¢culo Con las manos en la masa: el placer milenario de la cocina contado a trav¨¦s de peque?as historias, como el poder del chocolate, que, dice Carolina, evita que las mujeres nos suicidemos, o c¨®mo se desparrama una morcilla en la boca, o c¨®mo nos chupamos los dedos con la nata y la crema, o el placer de una tortilla de patata acompa?ada de pan. Leyendo el curr¨ªculo de Carolina, uno se da cuenta de lo atrasados que estamos culturalmente, algo que no sorprende a nadie. Colombia se lleva la palma en tradici¨®n cuent¨ªstica, mientras que aqu¨ª los cuentos a¨²n suenan a cosa de ni?os.
Mots 2004 no tiene subvenciones ni p¨¢ginas gratuitas en la prensa, todo sale de las entradas. Arnau Vilardeb¨° se queja del poco caso que les hace la prensa argumentando que todo est¨¢ copado por el F¨®rum y, hace unos d¨ªas, por Sant Jordi. ?No es literatura un cuento? ?No jugamos a la diversidad invitando a cuentistas colombianos a que nos transporten a otra cultura, otra manera de hablar, de expresarse? Vayan a Tinta Roja y d¨¦jense sorprender por estos incontinentes de la palabra. "Hay cuenteros herm¨¦ticos, otros m¨¢s teatrales, o recitativos, o m¨¢s surrealistas", explica Arnau. "El cuento va directamente a la imaginaci¨®n del espectador". Ahora que nos encontramos el F¨®rum hasta en la sopa, ser¨ªa bueno pararse a pensar si Barcelona es una ciudad tan abierta y multicultural como la pintan. "Aqu¨ª la gente tiene miedo de acercarse a un barrio que no conoce", dice Arnau. "Los barceloneses van al restaurante o al bar, pero pocos al teatro y mucho menos si es fuera del circuito oficial". Arnau y Albert Dueso presentan el s¨¢bado su Trompa b¨¨l.lica, un espect¨¢culo sobre los olores, sabores, detalles y miserias del franquismo que les toc¨® vivir. No se lo pierdan.
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