Ramon Llull 2004
Ha aparecido en la prensa un ponderado art¨ªculo de Llu¨ªs Jou y Joan Meli¨¤, hasta hace poco directores generales de Pol¨ªtica Ling¨¹¨ªstica de Catalu?a y Baleares (Avui, 3 de mayo). Es de agradecer una exposici¨®n tan clara de los criterios que sirvieron de base a la creaci¨®n del Institut Ramon Llull.
Se agradece, sobre todo, porque da pie a meditar sobre la mejor manera de dar a conocer "la lengua catalana y la cultura que se expresa en esta lengua", que es la misi¨®n del instituto, seg¨²n sus estatutos.
Los autores del art¨ªculo lamentan que los cambios que quiere introducir el Departamento de Cultura en la estructura administrativa del Llull vayan dirigidos a "la proyecci¨®n de todos los ¨¢mbitos de la cultura y el pensamiento", ya que ello significa que "se ocupar¨¢ menos de la lengua y la literatura".
Partiendo de las mismas fuentes de informaci¨®n, es decir, de los relatos period¨ªsticos, y hablando como profesional norteamericana de la catalan¨ªstica, mi lectura de estos nuevos prop¨®sitos no es tan negativa. ?Por qu¨¦ habr¨ªa de suponer que la proyecci¨®n de unos aspectos de la cultura haya de ir necesariamente en perjuicio de los otros?
Se asevera que no hace falta dar apoyo p¨²blico al arte catal¨¢n, pues ya transita solo por el mundo, y se ponen como ejemplo las exposiciones de Mir¨®, Dal¨ª, Barcel¨® y Hern¨¢ndez Pijuan que se har¨¢n este a?o en el extranjero sin apoyo p¨²blico catal¨¢n.
Hay que recordar, sin embargo, que estos pintores son conocidos por su pintura, y no por su nacionalidad. Cuando se public¨® en ingl¨¦s Olivetti, Moulinex, Chaffoteaux et Maury, de Quim Monz¨®, los editores americanos, zanjaron la dificultad de explicar con brevedad qu¨¦ significaba la publicaci¨®n de un autor catal¨¢n poniendo en la portada del libro una lista de referencias: Dal¨ª, Mir¨®, Caball¨¦ y Casals. Al final los asociaron al "asombroso fabulismo" de Quim Monz¨®. Pero muchas veces personas por otra parte cultas reaccionaban diciendo, "?Ah!, qu¨¦ interesante, no sab¨ªa que Dal¨ª y Mir¨® fueran catalanes".
Los "catalanes universales" a los que aqu¨ª, entre efem¨¦rides y elogios consecutivos, est¨¢n cansados de o¨ªr nombrar han pasado al elenco de los grandes precisamente as¨ª, como representantes universales de excelencia. Individuos que existen, en comuni¨®n con Tiziano, Rembrandt o Vel¨¢zquez, en el Olimpo de las grandes figuras. Estos pintores no tienen nacionalidad, o s¨®lo lo tienen para los especialistas. Y para el resto de la humanidad est¨¢n las cartelas de los museos que informan puntualmente de que son artistas, nacidos en tal a?o, de origen espa?ol.
Esto no es un alegato independentista. La cosa no se resuelve con s¨®lo sustituir "espa?ol" por "catal¨¢n" en las cartelas. Hay que hacer una pedagog¨ªa de largo recorrido. Allende las fronteras catalanas, no se entiende siquiera que estos artistas sean catalanes. E incluso si se llega a nombrar Catalu?a y su origen catal¨¢n, no se entiende qu¨¦ es, qu¨¦ significa, qu¨¦ grosor tiene, cu¨¢nto mide, ni con qu¨¦ se come. Ni mucho menos que tenga algo que ver con las islas Baleares o -mal que les pese- con Valencia.
Este esfuerzo pedag¨®gico interdisciplinar ha de ser el empe?o del Institut Ramon Llull.
Desde mi experiencia en diversas universidades norteamericanas, en las que inevitablemente se me invitaba a dar una asignatura de cultura catalana en lengua inglesa, es inconcebible dar a conocer la literatura catalana sin aprovechar al m¨¢ximo las otras artes. Ser¨ªa una oportunidad despilfarrada hacer leer unos sonetos de J. V. Foix sin proyectar algunas diapositivas de Joan Mir¨® y hacer escuchar unas piezas de Frederic Mompou. Los grandes artistas catalanes no exist¨ªan en el vac¨ªo y no tiene sentido hablar de ninguno de ellos sin hacer entender al p¨²blico el hervor art¨ªstico que caracterizaba el primer cuarto de siglo en Catalu?a.
A¨²n m¨¢s sorprendente es que el art¨ªculo esgrima como ejemplo de la falta de necesidad de proyecci¨®n del arte catal¨¢n la exposici¨®n de Mari¨¤ Fortuny del a?o pasado. Para m¨ª el hecho de que aquel maravilloso conjunto de cuadros no saliera de Barcelona represent¨® exactamente lo contrario: una magn¨ªfica oportunidad incomprensiblemente perdida. ?C¨®mo se explica que no se hiciera un esfuerzo, con el apoyo de recursos administrativos, legales, y de mecenazgo auspiciados por la Generalitat, para que esa exposici¨®n viajara por lo menos a dos grandes museos m¨¢s? Una parte important¨ªsima de la obra de Fortuny -como se comprob¨® con el pr¨¦stamo de La platja de Portici por la propietaria norteamericana, que felizmente alarg¨® la exposici¨®n- est¨¢ en colecciones y museos de Estados Unidos. Hubiera podido tener un inter¨¦s indudable para el Metropolitan de Nueva York o para el Art Institute de Chicago (en la Biblioteca de Nueva York le¨ª un peque?o ensayo biogr¨¢fico de Fortuny, publicado el a?o 1889, en el que constaba que el pintor hab¨ªa donado un cuadro a los damnificados por el gran incendio de Chicago en 1871), y si est¨¢ leyendo esto alg¨²n comisario de aqu¨ª, seguramente estar¨¢ pensando en otros posibles destinos alrededor del mundo.
Es m¨¢s: apoyar a Fortuny no es en absoluto menoscabar la lengua y la literatura. ?No se hubiera podido aprovechar la oportunidad de hablar del arte en el siglo XIX catal¨¢n para dar a conocer la Renaixen?a, o Narc¨ªs Oller o Jacint Verdaguer?
Ha de quedar claro que la proyecci¨®n de la cultura catalana en el exterior no es en absoluto un juego de suma cero. Todo lo que se d¨¦ a conocer contribuye a que se conozca mejor el resto, siempre y cuando se imponga el criterio de sumar y no restar esfuerzos. Est¨¢ claro que hay que presentar la lengua y la literatura catalanas al mundo como un acervo compartido con las islas Baleares. Es inconcebible intentar dar en ingl¨¦s una clase de historia de la literatura catalana sin leer el gran Tirant de David Rosenthal, ser¨ªa absurdo hablar de poes¨ªa modernista sin incluir la obra de Costa i Llobera o Moss¨¨n Alcover.
Una de las cosas m¨¢s apasionantes para el estudioso -o para el simple observador- extranjero es la inmensa suma de esfuerzos que vienen a configurar la cultura catalana en el sentido m¨¢s amplio. El deseo de los catalanes de ser, no s¨®lo de figurar, mediante esfuerzos de toda ¨ªndole es lo que ha hecho que Catalu?a perdure. Narc¨ªs Monturiol no es una curiosidad; ahora tambi¨¦n se inventa en Catalu?a. ?Acaso no hay que hablar de la ciencia como cultura? Entre el Institut d'Estudis Catalans, que brega por crear un lenguaje y cuerpo cient¨ªfico para Catalu?a a principios del siglo XX, y el COSCE, que brega por asegurar que se destinen los recursos necesarios a la investigaci¨®n cient¨ªfica a principios del XXI, hay un camino continuo de esfuerzos tan abnegados como interesados. Entre Valent¨ª Almirall y Joan Subirats hay generaciones de pensamiento pol¨ªtico. Como las hay entre la filosof¨ªa de Ors, Crexells y Rubert de Vent¨®s. O inclusive entre el federalismo de los Maragall, abuelo y nieto.
La cultura se articula a partir de estas constelaciones y continuidades. El arte o el pensamiento de Catalu?a no es menos importante que la literatura para dar a conocer la propia literatura. Imag¨ªnense que en torno a la exposici¨®n sobre Ta¨¹ll que en oto?o se ofrecer¨¢ en el Museo de Cluny se pudiera hablar de la formaci¨®n de la Corona de Arag¨®n, o de la relaci¨®n en el siglo XII en Catalu?a y Mallorca entre el cristianismo y el islam, dando lugar a una conferencia sobre Ramon Llull. O que la presencia de Catalu?a en la Feria de Guadalajara no s¨®lo sirviera para vender libros, sino tambi¨¦n para que el IEMed dilucidara el papel de Catalu?a y Baleares en la consolidaci¨®n de una regi¨®n euromediterr¨¢nea.
Yo soy profesora de literatura, traductora, cr¨ªtica literaria y lectora empedernida de textos en catal¨¢n -del Principat, de las Baleares y de Valencia-. Lletraferida perdida y catalanista rayando en el exceso. Sin embargo, o por eso mismo, s¨¦, gracias a a?os de observaci¨®n y empe?o, que no sirve de nada aislar la lengua y la literatura de su contexto intelectual, social y art¨ªstico. En Norteam¨¦rica, por suerte, hoy en d¨ªa hay una potente red de profesores de catalan¨ªstica (en Harvard, Cornell, Brown, Pennsylvania -todas Ivy League- y Northwestern, Richmond y New Hampshire, entre otras) que tambi¨¦n lo saben. Como bot¨®n de muestra, se acaba de celebrar en Cambridge un importante congreso sobre literatura, arquitectura y artes visuales, del que ha sidocomisario el profesor Brad Epps, con la asistencia de Xavier Rubert de Vent¨®s, Francesc Parcerisas, Ventura Pons, Joan Fontcuberta, Josep Maria Montaner, Zaida Mux¨ª y otros (patrocinada en parte por el propio Llull).
Pronto echar¨¢ a andar el nuevo Institut Ramon Llull, y que no haya lugar a dudas: abordar¨¢ con ambici¨®n e imaginaci¨®n la proyecci¨®n al exterior de las literaturas y culturas del ¨¢mbito catalanohablante y de la lengua en que ellas se expresan. Y arrancar¨¢ con ganas.
Mary Ann Newman es coordinadora institucional del Institut Ramon Llull.
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