Pol¨ªtica y salud
Desde el altozano, un joven arist¨®crata y estudiante en la Academia militar, contempla un hermoso fragmento de la campi?a inglesa. Les dice a sus acompa?antes: "Pisamos un magn¨ªfico lugar para emplazar un ca?¨®n. Dominar¨ªamos toda esa llanura". Mary, joven de alcurnia, due?a de la tierra que pisan, le dice m¨¢s tarde a un muchacho que paseaba por all¨ª y hab¨ªa o¨ªdo. "?Qu¨¦ est¨²pidos debemos parecerle!". (Hab¨ªan mediado unas palabras previas y ella ya sab¨ªa que estaba ante alguien pobre y muy inteligente, un plebeyo que -eso a¨²n no lo sospechaba Mary- ser¨ªa su marido alg¨²n tiempo despu¨¦s.
-?Est¨²pidos? Eso lo hace el g¨¦nero de vida- le contest¨® el joven H.D. Lawrence, futuro autor de El amante de Lady Chaterley. (Seg¨²n Aldous Huxley, en Contrapunto).
"La suerte de la fea, la guapa la desea", reza un dicho. En mi juventud y en una peque?a ciudad provinciana, eso ten¨ªa algo de cierto. Las guapas ten¨ªan donde elegir y algunas apuraban tanto la elecci¨®n, que se les pasaba el plazo y se quedaban para "vestir santos". Durante el franquismo m¨¢s duro, no cab¨ªa ir de cama en cama; y soltera y sin novio a los 25 a?os era verle el fondo al precipicio. Todav¨ªa circula el t¨®pico de que las guapas son est¨²pidas. Ciertamente, muchas guapas pierden demasiado tiempo mir¨¢ndose y exhibi¨¦ndose. No son m¨¢s est¨²pidas, la belleza (propia) despierta m¨¢s entusiasmo que las matem¨¢ticas. Es el g¨¦nero de vida, como dijo el joven Lawrence. No lo desmiente Bertrand Russell cuando dice que los talentos brit¨¢nicos proceden de la clase de los cazadores de zorros. Se entiende que no todos los miembros de esta clase se dedicaban a la caza y que las puertas estaban cerradas a los estamentos bajos. En todo caso, es una generalizaci¨®n, hay excepciones.
?Son hoy los ricos m¨¢s guapos, m¨¢s inteligentes, m¨¢s longevos? No s¨¦ que haya estad¨ªsticas fiables. A ojo de buen cubero, uno dir¨ªa que los m¨¢s longevos son los intelectuales. Entre estos, muchos de los que mueren j¨®venes es porque han cultivado la cultura de la muerte. Tenga esto en cuenta el lector que quiera repasar mentalmente la n¨®nima. Hasta dir¨ªase (herej¨ªa) que la nicotina, el alcohol y la ira, estimulan la mente a quienes la tienen, mientras dejan indemnes el coraz¨®n y los pulmones. Escribir envuelto en humo o correr y escalar monta?as... y vivir menos. Otro interrogante: ?No matar¨¢ m¨¢s la publicidad sobre el colesterol que el propio colesterol?
En Espa?a, el burgu¨¦s vive como promedio dos a?os m¨¢s que el peque?o burgu¨¦s, y ¨¦ste, a su vez, dos a?os m¨¢s que las clases medias. As¨ª hasta llegar a "los que tienen grandes periodos de vida sin trabajo" (Vicen? Navarro). De m¨¢s a menos 10 a?os de diferencia. De modo que sea usted pobre y encima tendr¨¢ peor salud y vivir¨¢ menos. Un dato que no es aplicable ¨²nicamente a nuestro pa¨ªs, sino a todos los pa¨ªses de vanguardia y en todo tiempo. Dir¨ªase que en la actualidad tal diferencia se explica, fundamentalmente, por la educaci¨®n. Hace s¨®lo 50 a?os no era as¨ª. Los pobres envidi¨¢bamos a los ricos porque de ellos era el solomillo, el marisco, los huevos. Nuestras eran las legumbres y las verduras. Esta situaci¨®n ha dado un vuelco y hoy las clases medias y altas, mejor informadas, limitan el consumo de estos lujos, mientras el obrero se atiborra de bocadillos de salchichas, salchich¨®n, chorizo. Sin embargo, casi todos mis condisc¨ªpulos y compa?eros de f¨¢brica, all¨¢ en mi pueblo, murieron antes de la edad de jubilaci¨®n. De los ricos, no s¨¦, me eran ajenos.
Pero en ning¨²n sentido los datos son demasiado fiables. Hay uno cierto, la desigualdad sanitaria. "Si has nacido en C¨¢diz, tienes una probabilidad mayor de muerte prematura que si hubieras nacido en Pamplona", dice Carlos ?lvarez-Dardet, catedr¨¢tico de Salud P¨²blica de la Universidad de Alicante. Esta situaci¨®n no ha cambiado con el advenimiento del Estado de las autonom¨ªas y la democracia. EL PA?S dec¨ªa en titulares, en enero de 1996: "La asistencia sanitaria mantiene notables desigualdades regionales en Espa?a". No es lo mismo enfermar en Madrid, Barcelona o Navarra, que en Extremadura. Un hecho atribuible, principalmente, "al n¨²mero y la calidad de sus recursos oncol¨®gicos". A rengl¨®n seguido, EL PA?S desgranaba una lista de abrumadores datos. Asistencia epidural en el parto, elecci¨®n de dentista para tratamiento completo hasta los 14 a?os, tel¨¦fonos m¨®viles para los pacientes, etc¨¦tera. No ya en Extremadura, en la Comunidad Valenciana no hemos llegado todav¨ªa hoy -ocho a?os despu¨¦s- a las goller¨ªas sanitarias de las autonom¨ªas punteras. "Son diferencias nacidas al amparo de la descentralizaci¨®n y la decisi¨®n de las distintas autoridades de c¨®mo tratar a sus ciudadanos, no tanto en funci¨®n de los recursos como de la sensibilidad", dec¨ªa EL PA?S.
Uno, en su inocencia, piensa que all¨ª donde no llega la sensibilidad auton¨®mica debe llegar el Estado. Esto puede sonar a centralismo, en un pa¨ªs altamente descentralizado, pero en el que el Senado no es una verdadera c¨¢mara de representaci¨®n territorial, sino lo que todos sabemos. Tuvieran las autonom¨ªas un foro de interlocuci¨®n, gobierno central incluido, es muy presumible que las desigualdades aceptables y las inaceptables, estar¨ªan bien delimitadas y refrendadas por ley. As¨ª por ejemplo, la educaci¨®n tendr¨ªa un marco com¨²n y tantos marcos particulares como autonom¨ªas. S¨®lo en teor¨ªa ocurre as¨ª y con amargos resquemores de por medio. En cambio, resulta ¨¦tica, social y pol¨ªticamente inaceptable que un ciudadano goce de una sanidad adecuada en una parte del Estado, mientras en otra la asistencia sanitaria sea tan inferior que esa diferencia puede significar la distancia entre la muerte y la vida.
"El g¨¦nero y la clase social perjudican seriamente la salud", escribi¨® en La Vanguardia el ya citado Carlos ?lvarez-Dardet. La mujer est¨¢ tambi¨¦n discriminada en el ¨¢mbito de la salud y el poder adquisitivo va generalmente ligado a la informaci¨®n, aparte de que unos pueden salirse del sistema y del pa¨ªs. No a?adamos insult to injury (cornudos y apaleados) por el hecho de que yo vivo en una autonom¨ªa y usted en otra. Estados centralistas, auton¨®micos, federales, coinciden en que todos sus miembros son Estado. En las fantasmales confederaciones, no. Pero nuevo Gobierno, esperemos a Godot.
Manuel Lloris es doctor en Filosof¨ªa y Letras.
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