?Qu¨¦ hacer con Maradona?
Toda Argentina tiene algo que decir sobre el m¨ªtico futbolista, pero nadie sabe qu¨¦ es lo mejor para una persona presa de la soledad
Estable; el s¨ªndrome de abstinencia de la coca¨ªna, bajo control por los tranquilizantes; la presi¨®n sangu¨ªnea, un poco alta; la respiraci¨®n, agitada, Diego Maradona duerme, se despierta, se incorpora y vuelve a dormirse. Vive, pero algo se ha muerto de tristeza a su alrededor. Ya no acuden sus fieles a las puertas de la cl¨ªnica en la que fue reingresado el mi¨¦rcoles tras su fuga. Los m¨¦dicos que le atienden esperan que la familia decida su traslado a otro sitio. La prensa y los aficionados opinan. Toda Argentina tiene algo que decir, pero nadie sabe qu¨¦ hacer con ¨¦l.
Maradona est¨¢ solo. No tiene residencia fija, ni compa?era sentimental, ni amigos sinceros. Oye voces empastadas con alabanzas que, al cabo de unos minutos, le inflaman; reconoce caras que le r¨ªen sin motivo, se aferra a cuerpos que se desprenden r¨¢pidamente de sus brazos y se van... Su ex mujer, Claudia Villafa?e, sigue parada all¨ª, a las puertas de su habitaci¨®n, sin poder suficiente para decidir. Su hija mayor, Dalma, reacciona contra el mundo a sus 17 a?os. Llora, ruega, implora, pide ayuda a su manera. Gianina, de 14, sabe que la fiesta de sus 15, prevista para el pr¨®ximo d¨ªa 21, es uno de los pocos est¨ªmulos que pueden provocar la reacci¨®n de su m¨ªtico padre.
Do?a Tota, la madre, acompa?ada de otros hijos y sobrinos, padece en su casa y reparte en dos su dolor. Tambi¨¦n don Diego, el padre, callado, permanece en la sala de cuidados intensivos de otro centro sanitario situado a poco m¨¢s de 20 calles de la de su hijo. Los dos Maradona comparten la hipertensi¨®n, la debilidad del coraz¨®n, el vac¨ªo y la pena.
Abajo, todos hablan. La prensa se compadece y consulta a especialistas en adicciones para intentar explicar c¨®mo se manifiesta el s¨ªndrome de abstinencia de la coca¨ªna. Algunos sugieren la intervenci¨®n de un juez para que ordene el tratamiento compulsivo de Maradona en un centro de rehabilitaci¨®n. Los buitres de los programas de televisi¨®n rebuscan en la basura de los ¨²ltimos d¨ªas para relamerse con los excesos. Maradona tom¨® y comi¨® de m¨¢s, estuvo intratable, hiperactivo, desabrigado, de mal humor, intolerante... S¨®lo se calmaba con los tranquilizantes.
Los dedos acusadores recaen ahora sobre su m¨¦dico personal, Alfredo Cahe, de 60 a?os, que le atendi¨® por primera vez en 1977. Algunos colegas, audaces y ambiciosos, aprovechan para se?alarle como el responsable ¨²ltimo de la situaci¨®n por no ejercer su autoridad sobre el paciente para que se ajuste al tratamiento. El galeno se neg¨® a revelar las causas de la crisis que obligaron al ingreso de Maradona el 18 de abril, luego de tres d¨ªas casi sin dormir y de un exceso de pastillas, alcohol y coca¨ªna, y trata tambi¨¦n ahora de disimular la gravedad de su estado. Pero, reconocido y respetado en Buenos Aires, es la ¨²nica persona de confianza que le queda a Maradona. Estaba ah¨ª en la noche, en la madrugada y en la ma?ana del mi¨¦rcoles, cuando llam¨® al servicio de emergencia. Despu¨¦s se fue a dormir, por la tarde atendi¨® su consultorio y a la noche regres¨® a la cl¨ªnica. Para entonces, ya le acusaban de hacer "abandono de persona".
El doctor Cahe consulta con especialistas, rebusca alguna soluci¨®n dentro o fuera de Argentina... Sabe que se tiene que llevar del pa¨ªs a Maradona. Tal vez, a Cuba nuevamente; a Canad¨¢, a Suiza... ?Ad¨®nde? ?Qu¨¦ hacer ahora con Maradona?
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