Un chaleco de fuerza para Maradona
El mito argentino, internado en una cl¨ªnica psiqui¨¢trica, sigue so?ando con regresar a Cuba
"No me jodan m¨¢s", dice Diego Maradona a los argentinos desde hace diez a?os. "[Quiero] seguir viviendo sin joder a nadie y que respeten a mis hijas". ?se era todav¨ªa su m¨¢ximo deseo hace s¨®lo dos semanas, cuando concedi¨® su ¨²ltima entrevista a la presentadora de televisi¨®n m¨¢s popular del pa¨ªs, Susana Gim¨¦nez, una rubia inflada de col¨¢geno y siliconas que le encontr¨® "mejor que nunca". El martes, sin embargo, los m¨¦dicos y los enfermeros que le atienden en la cl¨ªnica psiqui¨¢trica del gran Buenos Aires especializada en los adictos a las drogas se vieron obligados a amarrarle con un chaleco de fuerza para evitar que se hiciera da?o.
La furia de Maradona aturde a todos. Su ex esposa, Claudia Villafa?e, lleg¨® ese d¨ªa llamada con car¨¢cter urgente por los psiquiatras. Nadie pod¨ªa tranquilizar al ex futbolista. Gritaba, insultaba y deb¨ªa ser reducido por la fuerza, enga?ado con promesas que nadie cumple, adormecido con dosis continuas de sedantes aplicadas contra su voluntad. Maradona quiere vivir y no le dejan, se quiere morir y... tampoco. Argentina parece haber decidido hace ya mucho tiempo que su sacrificio debe ser perversamente lento y cruelmente doloroso. ?Por cu¨¢nto tiempo m¨¢s se extender¨¢ la agon¨ªa?
Seg¨²n su m¨¦dico personal, Alfredo Cahe, Maradona puede decidir irse cuando quiera. Uno de sus abogados, Roberto Damboriana, pregunta: "?Dijo Cahe eso?". ?l no puede estar con Diego. Maradona no est¨¢ privado de su libertad, pero no puede irse por s¨ª mismo. La cl¨ªnica hizo la preceptiva notificaci¨®n al juzgado de turno en la jurisdicci¨®n donde se encuentra. La presentaci¨®n recay¨® en un tribunal de familia. Se trata de proteger a un paciente que est¨¢ all¨ª en contra de su voluntad, pero que necesita tratamiento. Su internamiento es a petici¨®n familiar. Firmaron su ex mujer, sus padres y sus hermanos.
Cahe admite que est¨¢n buscando "alg¨²n lugar" en el mundo al que trasladarle. Maradona no tiene dudas de cu¨¢l es su sitio. En cuanto tenga oportunidad, dice, quiere regresar a Cuba, donde le tratan desde que sufri¨® su primera crisis card¨ªaca por sobredosis de coca¨ªna en enero de 2000. All¨ª se tatu¨® en un hombro el rostro de Che Guevara en homenaje al guerrillero argentino, asesinado en Bolivia, que fue h¨¦roe de la revoluci¨®n cubana. All¨ª mantiene, de vez en cuando, charlas extensas con Fidel Castro y se despacha a gusto contra la injusticia mundial. All¨ª le sonr¨ªen las mulatas, le saludan al pasar los compa?eros, le dejan jugar tranquilo al golf. All¨ª no hay periodistas de guardia, ni aficionados que rezan, ni presentadoras tontas. A nadie importa cu¨¢nto o qu¨¦ consume.
Maradona sabe c¨®mo quiere vivir y morir, pero no le dejan.
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