Credibilidad cero
Donald Rumsfeld carece a estas alturas de credibilidad para avalar su solicitud de perd¨®n al Congreso de EE UU o el anuncio de que una comisi¨®n independiente llegar¨¢ hasta el final de los malos tratos infligidos a los prisioneros iraqu¨ªes por las fuerzas a sus ¨®rdenes. El esc¨¢ndalo ha adquirido proporciones espectacularmente da?inas para la pol¨ªtica exterior estadounidense, la imagen de sus Fuerzas Armadas y su estrategia de lucha global contra el terrorismo islamista.
Lo ocurrido en la prisi¨®n de Abu Ghraib, y en otras c¨¢rceles militares, era conocido por el mando castrense desde hace meses. Hasta que estall¨® la semana pasada en la CBS, el Pent¨¢gono no solt¨® palabra. Ni siquiera la ¨²ltima y m¨¢s demoledora investigaci¨®n militar sobre los hechos, que el ministro Rumsfeld no hab¨ªa le¨ªdo un mes despu¨¦s de concluirse, fue comunicada al Congreso hasta que no la desvel¨® una publicaci¨®n neoyorquina. Ayer mismo, un peri¨®dico tan pentagonista como The Wall Street Journal daba cuenta de un informe confidencial de Cruz Roja, fechado en febrero y dirigido al mando de las fuerzas en Irak, en el que se denuncian malos tratos sistem¨¢ticos, que bordean la tortura, constatados a lo largo de 2003 en las prisiones bajo control estadounidense. El documento se?ala que este comportamiento era tan extendido y sistem¨¢tico que podr¨ªa considerarse tolerado por los responsables de las fuerzas de ocupaci¨®n.
Desde que se han conocido los primeros cabos de una madeja que no para de crecer y que se ramifica tambi¨¦n a las tropas brit¨¢nicas, Bush ha preferido minimizar los hechos y atribuirlos a unas pocas manzanas podridas. Pero lo ocurrido en Irak o Afganist¨¢n comenz¨® de hecho en Guant¨¢namo hace dos a?os, cuando Washington inici¨®, por iniciativa de Rumsfeld, la construcci¨®n de un sistema carcelario militar blindado ante el escrutinio legal e internacional. El da?o infligido ahora a la credibilidad de la superpotencia es proporcional a la proclamada doctrina de que sus actuaciones exteriores est¨¢n basadas por definici¨®n en los principios de la ¨¦tica y el bien com¨²n. En argumento tan falaz, a la postre, se basa la negativa estadounidense a someterse a los tribunales penales internacionales.
Si Rumsfeld asume lo ocurrido en las c¨¢rceles iraqu¨ªes, como declar¨® ayer en el Senado, su ¨²nica salida en un sistema que entiende rectamente la responsabilidad pol¨ªtica es la dimisi¨®n. En caso contrario, es Bush quien debe despedir al estelar ministro de Defensa, al que esta misma semana ha renovado su confianza. Deber¨ªa hacerlo incluso en el caso de que el inquilino de la Casa Blanca entienda que entregando la cabeza de su impresentable colaborador prepara y no salva la suya propia ante la cita de noviembre.
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