Los tercios de Camps
Mayor Oreja es un melanc¨®lico que ni escarmienta ni para de despachar f¨®rmulas magistrales. Despu¨¦s de su frustrante experiencia en el Pa¨ªs Vasco, y con un PP derrotado en las recientes generales a sus espaldas, s¨®lo en Europa encuentra su redenci¨®n y la de su gente. Con esa premisa, Mayor Oreja ha acudido a Valencia convencido de que en Valencia vivaquean los tercios que pueden conquistarle un esca?o en Estrasburgo y Bruselas. Y no se recat¨® en pedir un mill¨®n de votos para su campa?a, y en piropear a la ciudad de Valencia dici¨¦ndole que est¨¢ en el centro de Europa. Los pol¨ªticos cuando se ponen tiernos y pelotas, hacen de su ternura y peloteo ret¨®rica y geograf¨ªa de bricolaje. Cada d¨ªa m¨¢s, los pol¨ªticos sienten el v¨¦rtigo de la fabulaci¨®n y nos ponen los mapas y la estad¨ªstica perdidos de divagaciones, colorines y prodigios: la Moncloa de Aznar puede ser un decorado de Macondo, y el Mediterr¨¢neo que evoca Mayor Oreja ha inaugurado playa en Luxemburgo. El candidato a eurodiputado ha brindado su espl¨¦ndida met¨¢fora a Francisco Camps y a Rita Barber¨¢, con la petici¨®n de que movilicen a los populares valencianos, ya sean presidencialistas, ya zaplanistas, para ganar la batalla del Parlamento europeo. Afectos y afinidades, de por medio. Y todo un s¨ªntoma: a Zaplana se le soslay¨® en el acto, de tal forma que tan solo se le cit¨® una vez y muy a vuelo raso. Zaplana anda metido en otros m¨¢s circenses intr¨ªngulis. Ahora, desde la trinchera de portavoz de su grupo en el Congreso de los Diputados se ocupa en ponerle l¨ªmites y contenidos y l¨ªos a la comisi¨®n de investigaci¨®n que se est¨¢ montando, con sustancias de panacea, y manifiesta en sus declaraciones su ya descarada falta de rigor pol¨ªtico, cuando afirma tan campante que carece de datos, pero que tiene intuiciones a porrillo. As¨ª es como todo se hace de mala manera. Porque con esas mismas intuiciones, unos cuantos manejos por aqu¨ª, y unas intrigas por all¨¢, hay que ver c¨®mo nos ha dejado el hombre lo que a ¨¦l le hace el papel de patio trasero.
El cronista ignora c¨®mo sali¨® de Valencia el muy probable hu¨¦sped de Estrasburgo, pero duda de los tercios de Camps y de sus movilizaciones, por algunos comentarios al respecto. El liderazgo de Camps se ha estrenado bajo la charanga del blaverismo y los ecos de quien fue su maestro y lo se?al¨® sucesor, mal que le pese. Porque todos esos apa?os siempre terminan pag¨¢ndose. Como se pagar¨¢n tambi¨¦n, m¨¢s pronto o m¨¢s tarde, los avales del padrino Fabra. Y no s¨®lo en el debe de la ¨¦tica, que eso ya es agua que no mueve molino, ni da para trasvases. Pero s¨ª en la gesti¨®n, si es que finalmente gestiona algo. Y de paso que deje de impartir consejos y recomendaciones, pedagog¨ªas que, por lo com¨²n, acaban convirti¨¦ndose en puro disparate. Decirle a Rib¨® que no persiga a Fabra y que le pida perd¨®n es regresar al pasado, cuando la letra entraba con sangre. Pero si ese es su m¨¦todo, que aconseje tambi¨¦n a la fiscal¨ªa anticorrupci¨®n que no estudie los procedimientos que Fabra tiene en los juzgados por la posible comisi¨®n de uno o varios delitos contra la Administraci¨®n p¨²blica. Que le recuerde a la fiscal¨ªa anticorrupci¨®n que Fabra gan¨® por mayor¨ªa absoluta y que Castell¨®n va por buen camino. Cuidado, ?hablan los tercios de Camps?, ?o habla un tercio de Camps?
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