Abuelas 'esclavas'
El nombre induce al error, pues, lejos de sentirse esclavas, estas mujeres viven entregadas al cuidado de sus familias con dosis ingentes de amor, generosidad y paciencia. Resignadas, aseguran ser felices, pero tienen problemas cardiacos, circulatorios y sobre todo de estr¨¦s: la familia a la que tanto aman las pone enfermas. A algunas, muy enfermas.
Es el s¨ªndrome de la abuela esclava, una dolencia que el cardi¨®logo granadino Antonio Guijarro describi¨® en 2001 y que investigadores de la Universidad de Harvard han estudiado ampliamente en los ¨²ltimos a?os. La sufren mujeres ya maduras que han dedicado toda la vida a cuidar de los suyos, y que, llegadas a cierta edad, ya no pueden con el traj¨ªn que supone ejercer de cocinera, planchadora, esposa y abuela al mismo tiempo. Y cuando las fuerzas les fallan, el mundo se les hunde tras un cuadro m¨¦dico de estr¨¦s e hipertensi¨®n.
Por razones psicol¨®gicas y educacionales, estas abuelas poseen un excesivo sentido de la responsabilidad, y su enemigo es el pudor, que les impide quejarse o pedir ayuda
Una muestra de 54.400 casos revela que las que se encargan de sus nietos durante nueve o m¨¢s horas por semana tienen un 55% m¨¢s de posibilidades de desarrollar enfermedades coronarias
Un estudio de la Universidad de Harvard, dirigido por la profesora Sunmin Lee, asegura que el cuidado intensivo de los nietos puede acabar siendo fatal para algunas abuelas. Seg¨²n esta investigaci¨®n, realizada con una muestra de 54.400 casos, las mujeres que se encargan del cuidado de sus nietos durante nueve o m¨¢s horas por semana tienen un 55% m¨¢s de posibilidades de desarrollar enfermedades coronarias. Aunque la investigaci¨®n no ha dado con las causas exactas de tal conclusi¨®n, Lee hace notar que "tener cuidado de ni?os requiere mantener una atenci¨®n constante, implica situaciones de estr¨¦s y, adem¨¢s, quita tiempo de socializaci¨®n, lo que impide relajarse y liberar tensiones". Por estos motivos, patolog¨ªas como la hipertensi¨®n son mucho m¨¢s frecuentes en estas mujeres, cuyo problema principal es que descuidan su propia salud para cuidar de la de los dem¨¢s.
Mercedes Morales, de 71 a?os y residente en C¨²llar-Vega (Granada), ser¨ªa el caso t¨ªpico de abuela esclava si no fuera porque sus hijos, pero sobre todo ella misma, se dieron cuenta a tiempo del estr¨¦s que lleg¨® a acumular. Con cinco hijos y cinco nietos, a los que cuida "de muy buena gana", Mercedes ha tenido que llevar durante muchos a?os las riendas de una casa donde tambi¨¦n ha cuidado de sus padres enfermos, a una hermana y hasta a una sobrina. Trabajaba de la ma?ana a la noche bordando y limpiando casas. "Lo que fuera para sacar adelante la casa y a los m¨ªos". La memoria no le falla: "En mi vida no he hecho m¨¢s que trabajar; recuerdo cuando me acostaba a las tres de la madrugada para acabar los encargos de costura".
Todo ello desemboc¨® en una angina de pecho. Su m¨¦dico fue tajante y le orden¨® descanso, pero, sobre todo, que aprendiera a quererse y a cuidarse. Lo hace. "Sigo bordando y atendiendo a mis nietos, pero sin agobios, ya he trabajado bastante". Activa hasta el agotamiento, esta mujer encabeza una asociaci¨®n de ancianos de C¨²llar-Vega, fund¨® los grupos de ense?anza de adultos, y hace no m¨¢s de dos a?os que lee y escribe como siempre hab¨ªa querido hacer. "Era casi analfabeta, pero despu¨¦s de todo lo que me pas¨® decid¨ª que quer¨ªa escribir y hacerlo bien". Tan bien que hasta escribe poes¨ªa.
Los s¨ªntomas
El m¨¦dico de Mercedes no es otro que Antonio Guijarro, el cardi¨®logo del hospital Universitario de Granada que ha descrito, s¨ªntoma a s¨ªntoma, lo que ¨¦l bautiz¨® como s¨ªndrome de la abuela esclava. Se embarc¨® en esta tarea de investigaci¨®n tras ver en su consulta a decenas de amas de casa ya entradas en a?os y con un denominador com¨²n: acostumbradas a darlo todo por su familia, eran incapaces de cuidarse, incapaces de quererse. Guijarro las describe as¨ª: "Durante much¨ªsimos a?os, estas se?oras son abuelas felices y sanas, capaces de hacer ellas solas el trabajo de dos o m¨¢s personas con agrado y alegr¨ªa".
Pero el paso del tiempo no perdona. Las obligaciones familiares aumentan exponencialmente conforme la familia crece, se multiplica y algunos de sus miembros enferman. La abuela no dice a nada que no, y acepta m¨¢s y m¨¢s cargas. Simult¨¢neamente, su fortaleza se va deteriorando irremediablemente sin que nadie se d¨¦ cuenta. Llega un momento en que se produce un desequilibrio entre lo que puede hacer y lo que ella quiere hacer.
Por razones psicol¨®gicas y educacionales, estas abuelas poseen un excesivo sentido de la responsabilidad y su enemigo es el pudor, que les impide quejarse o pedir ayuda con suficiente expresividad. Son mujeres tan entregadas que no conocen lo que es reivindicar algo para s¨ª mismas. Llegado el desequilibrio, los hijos creen ver todav¨ªa fortaleza donde s¨®lo queda voluntad y ocultaci¨®n del agotamiento.
Apenas hay cifras que ayuden a cuantificar el inmenso aporte de las abuelas a las familias espa?olas. No cobran, no cotizan, no existen. Sin embargo, una encuesta del Ayuntamiento de Barcelona realizada el a?o 2000 entre hombres y mujeres mayores de 65 a?os arroja un dato revelador: las mujeres se quejan diez veces m¨¢s que los hombres de la falta de tiempo libre. Esto se debe, probablemente, a que son ellas las que, pese a la edad, siguen cargando con el trabajo de toda la casa. De ellas depende la limpieza del hogar (59% de los casos), realizar la colada (72%), cocinar (76%) y el cuidado de otros familiares (44,5%).
La abuela esclava es un fen¨®meno creciente en Espa?a, donde una generaci¨®n de mujeres ahora ancianas logr¨® que sus hijas ingresaran en el mundo laboral gracias a que ellas las suplieron en sus labores dom¨¦sticas. Son abuelas para todo, a las que Mercedes, orgullosa de haber "colocado" ya a sus cinco hijos, s¨®lo les recomienda una cosa: "Tom¨¢oslo con calma y a quererse; ahora os toca a vosotras vivir un poquito".
Aprender a decir no
MEDIA DOCENA de s¨ªntomas pueden ayudar a detectar el s¨ªndrome de la abuela esclava. La hipertensi¨®n arterial, con altibajos bruscos, es uno de los m¨¢s comunes. Tambi¨¦n lo son los sofocos y las taquicardias, as¨ª como el decaimiento persistente o el cansancio extremo respecto a la actividad que la mujer hab¨ªa soportado anteriormente. La abuela esclava tambi¨¦n sufre de tristeza y des¨¢nimo, as¨ª como ca¨ªdas fortuitas debidas a mareos s¨²bitos. Y lo que es m¨¢s revelador: cuando les ocurre esto se sienten culpables y hundidas por no poder hacer frente a sus obligaciones diarias.
La psic¨®loga de la Universidad Ramon Llull de Barcelona, Rosa Bonet, ha visto muchos casos de abuelas esclavas, una denominaci¨®n que no le gusta y prefiere cambiar por el de abuela sobrepasada. En su opini¨®n, el paso principal, y tambi¨¦n el m¨¢s dif¨ªcil, es que la mujer sea consciente de su situaci¨®n y acepte que tiene un problema. "Por verg¨¹enza o exceso de responsabilidad, estas mujeres siempre negar¨¢n sentirse esclavas de sus propias familias, ?faltar¨ªa m¨¢s, s¨®lo intentan mantener la actividad que han tenido siempre!".
Para Bonet, la clave es ense?arlas a decir no. "Estas abuelas fueron educadas para decir s¨ª a todo lo que viniera, nunca tuvieron un no para sus padres y tampoco lo tienen ahora para sus hijos, aunque abusen de ellas".
Los hijos, adem¨¢s, tienen tendencia al ego¨ªsmo. "Desde peque?os, los hijos de estas abuelas han sido educados para tenerlo todo hecho y consideran esta situaci¨®n casi un derecho adquirido, nunca un privilegio". Por esta raz¨®n, parte de la terapia es aprender a decir no y a anteponer los intereses de ellas a los de quienes las rodean. "Les digo que se relajen un rato cada d¨ªa con lo que m¨¢s las distraiga, ya sea escuchando m¨²sica, viendo la televisi¨®n o saliendo, pero que lo hagan por ellas", explica Bonet.
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