Operaci¨®n: salvar a los ni?os obreros
El Congreso Mundial contra el Trabajo Infantil estudiar¨¢ una lacra que afecta a 246 millones de menores en todo el mundo
No tienen ni idea de qui¨¦nes son Harry Potter o Mickey Mouse, y pocos han llevado alguna vez la mochila escolar a la espalda. Unos 246 millones de ni?os fabrican cigarrillos o confeccionan alfombras. Uno de cada seis menores en el mundo trabaja y, de ellos, tres de cada cuatro lo hacen en actividades con riesgo para su salud f¨ªsica o ps¨ªquica, como decorar pulseras con agentes qu¨ªmicos o servir en casas donde el due?o les pega o prostituye. La ciudad italiana de Florencia servir¨¢ de amplificador para esta realidad, desde ma?ana al jueves, en el I Congreso Mundial contra el Trabajo Infantil.
Shiv Kumar, de 14 a?os, tiene la cara plagada de acn¨¦ y sonr¨ªe al contar que le gusta estudiar y que su h¨¦roe es el actor Jackie Chan. Pero lo que llama la atenci¨®n en ¨¦l es c¨®mo le cambia el gesto al recordar c¨®mo empez¨® a trabajar. A los seis a?os, un hombre les secuestr¨® a ¨¦l y a su amigo con el se?uelo de unos dulces, y se les llev¨® a Benar¨¦s a confeccionar alfombras, en una factor¨ªa, de cinco de la ma?ana a nueve de la noche, con estacazos si se quedaban dormidos. "Ten¨ªa tanto miedo que, cuando vinieron a rescatarme unos polic¨ªas, me escond¨ª". Shiv, que contar¨¢ su historia en Italia, se imagina este pa¨ªs "con grifos con agua, nieve y todo el mundo hablando ingl¨¦s", es decir, muy distinta a su pueblo natal en el norte de la India.
Uno de cada seis menores trabaja; la mayor¨ªa, con riesgo para su salud
Modu: "Ll¨¦vame a tu casa como sirvienta, pero d¨¦jame ir un rato a la escuela"
A Modu y Ronje, en cambio, fueron sus padres quienes las obligaron a hacer alfombras, tal vez a trav¨¦s de un intermediario que se queda un porcentaje de lo que ganan. El olor a orina es inaguantable al entrar en el tugurio cerca de Katmand¨² (Nepal) en el que trabajan. Cuesti¨®n de hacinamiento: 20 metros cuadrados tienen que dar para cuatro grandes telares y 15 personas que comen, beben, duermen y hacen sus necesidades en un rinc¨®n tapiado. Un beb¨¦ descansa en una hamaca de pl¨¢stico colgada entre dos estacas y, como su madre, respira continuamente polvo y hebras de lana, que probablemente le producir¨¢n una enfermedad pulmonar cr¨®nica.
Ronje y Modu tienen los dedos diminutos de una ni?a de siete a?os, ideales para atar nudos sobre hilos tensados a cambio de dos platos de arroz y lentejas diarios y 20 euros al mes para sus padres. Con el cuello y el pelo llenos de ro?a, cansadas y p¨¢lidas, agradecen la invitaci¨®n a t¨¦ y galletas de la mano de Renu y Silvia, dos activistas que los rescatar¨¢n de ese antro, como han hecho con muchos otros ni?os.
"O son hu¨¦rfanos o trabajan para pagar una deuda contra¨ªda, por ejemplo, con el farmac¨¦utico", explica Silvia del Conte, una italiana voluntaria en una ONG. "Los empresarios hacen lo que quieren, se subcontrata por el coste m¨¢s bajo, y punto", comenta Renu, coordinadora de un grupo de activistas de derechos humanos nepaleses que luchan por bajar las cifras: la mitad de ni?os del pa¨ªs trabajan, pero s¨®lo el 17% recibe una paga.
Se hace mucho dinero con la barata y d¨®cil mano de obra infantil y hay muchos intereses entrelazados. Seg¨²n el Gobierno indio, en el pa¨ªs trabajan 11 millones de ni?os, aunque diversas ONG aumentan la cifra hasta 60 millones. Muchos son esclavos: ni reciben el salario m¨ªnimo ni tienen la opci¨®n de abandonar. La ley proh¨ªbe a un menor de 14 a?os trabajar en actividades da?inas para su salud como tejer alfombras o fabricar cerillas, pero no siempre se respeta. "Hay que hacer cumplir las leyes, tiene que haber verdadera voluntad pol¨ªtica", dice Suman, una directora de la Marcha Global contra el Trabajo Infantil.
La mayor¨ªa de los activistas echan en falta otro tipo de acci¨®n, porque un boicoteo a las alfombras asi¨¢ticas en Europa, dicen, puede simplemente desplazar a los ni?os del taller al prost¨ªbulo. Para otros, la penosa realidad tiene mucho que ver con la marcada sociedad clasista en India y Nepal. "El 90% de los ni?os explotados son de casta baja, y los pol¨ªticos piensan con la mentalidad de las castas superiores", dice Swami Agnivesh, conocido activista indio y presidente del Fondo de la ONU de Lucha contra la Esclavitud.
Supria, a sus ocho a?os, ni se cuestiona por qu¨¦ tiene que barrer los trenes o transportar cajas en la estaci¨®n de Nueva Delhi. Simplemente, tiene que comer. Con suerte consigue 10 rupias diarias, menos de lo que cuesta una botella de agua mineral. No es f¨¢cil abordar un problema que es una cuesti¨®n de supervivencia: m¨¢s de 300 millones de indios viven con menos de un euro al d¨ªa, y la mitad de las mujeres son an¨¦micas. "Tu opini¨®n cambia cuando ves que las familias necesitan dinero, que los ni?os aprenden el oficio de sus padres porque es su ¨²nico medio de vida", dice un empresario europeo que exporta con mucho ¨¦xito artesan¨ªa desde India. El Gobierno permite por ley el trabajo infantil si se hace con la familia o la dedicaci¨®n no es a tiempo completo.
Empresarios y familiares mienten a los inspectores sobre las horas trabajadas o el parentesco de los ni?os, escud¨¢ndose en que ayudan a quien lo necesita, que la culpa es de la pobreza. "No se dan cuenta de que no s¨®lo es la causa, tambi¨¦n la consecuencia del problema. El trabajo infantil produce generaciones de adultos analfabetos que perpet¨²an la pobreza", dice A. K. Khurana, de la Organizaci¨®n Internacional del Trabajo (OIT).
Kuldeep, de un pueblo del Punjab, se beneficia de un programa que financia el Gobierno indio con ayuda de una fundaci¨®n deportiva. Sus padres reciben unos veinte euros al mes para que sientan que no est¨¢n perdiendo un sueldo. A cambio, Kuldeep dej¨® de coser balones en el suelo de su casa para concentrarse m¨¢s en sus deberes y en actividades recreativas. ?sta es la clave para Unicef: que los ni?os vayan a la escuela. "La ¨²nica salida es escolarizarlos. As¨ª romper¨¢n el c¨ªrculo de pobreza, accediendo a mejores trabajos. Es el motor real para el desarrollo", dice Martin Dawes, portavoz de Unicef en Katmand¨².
Ellos mismos intuyen que en el pupitre se les atiende, y no son invisibles como en sus trabajos. Fue lo primero que dijo Modu a Renu al conocerla en el telar: "Ll¨¦vame a tu casa como sirvienta, soy muy buena limpiando. Pero d¨¦jame ir un rato a la escuela".
Un oficio para Mamta
Mamta, de 11 a?os, que antes limpiaba animales y transportaba grano, ahora se levanta como un rayo a las seis de la ma?ana y se peina sus negras coletas. Tras hacer ejercicio se enfunda su uniforme rojo y blanco y con Kavita, que antes recog¨ªa basura, desayuna y se apura para sentarse en primera fila de la clase de alfabetizaci¨®n. Al lado, sus compa?eras mayores de 14 a?os ensayan con la m¨¢quina de coser, con la que han elaborado la ropa que usan.
Son algunos de los 70 ni?os que viven en la casa escuela en Delhi de la coordinadora de la Marcha Global contra el Trabajo Infantil. All¨ª aprenden a leer y escribir, as¨ª como un oficio. Varias ONG financiadas por particulares u organizaciones de todo el mundo rescatan y tratan de reinsertar a menores en centros como ¨¦ste.
Mamta desea volver a su pueblo y cambiar la tendencia. "Quiero que mis otros hermanos vayan a la escuela", afirma. "Voy a hablar con mis padres y con otras familias para que se conciencien". Seg¨²n un estudio de la OIT, la relaci¨®n coste-beneficio de sustituir el trabajo infantil por educaci¨®n universal ser¨ªa positiva: en 20 a?os el beneficio neto financiero para Asia ser¨ªa de 2.736 billones de d¨®lares en educaci¨®n y salud.
Tu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo
?Quieres a?adir otro usuario a tu suscripci¨®n?
Si contin¨²as leyendo en este dispositivo, no se podr¨¢ leer en el otro.
FlechaTu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PA?S desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripci¨®n a la modalidad Premium, as¨ª podr¨¢s a?adir otro usuario. Cada uno acceder¨¢ con su propia cuenta de email, lo que os permitir¨¢ personalizar vuestra experiencia en EL PA?S.
En el caso de no saber qui¨¦n est¨¢ usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contrase?a aqu¨ª.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrar¨¢ en tu dispositivo y en el de la otra persona que est¨¢ usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aqu¨ª los t¨¦rminos y condiciones de la suscripci¨®n digital.