Sordidez
Un muchacho de 18 a?os ha matado de un tiro a su novia de 16 y luego ha puesto fin a su propia vida en un pl¨¢cido lugar de Tarragona. Los investigadores barajan todas las hip¨®tesis, incluida la del doble suicidio. Aunque cuesta imaginar qu¨¦ destino aciago o qu¨¦ presi¨®n social pueden llevar hoy en d¨ªa a unos novios tarraconenses a un callej¨®n sin salida y a un desenlace fatal, uno se resiste a incluir a dos adolescentes en la triste y abultada n¨®mina de la violencia de g¨¦nero. De modo que uno se inclina por el suicidio pactado, que trae ecos de Romeo y Julieta y de las on¨ªricas y ex¨®ticas historias de Mishima y Mizoguchi. Lamentablemente, la cr¨®nica del suceso va acompa?ada de una foto que echa por tierra estas fantas¨ªas: uno de los cad¨¢veres en el momento de ser sacado del garaje donde se produjo el hecho. El garaje es bajo de techo, con puerta met¨¢lica, paredes desconchadas y un vado que no es tal, sino lo que queda de una acera troceada y percudida. Habr¨¢ costado sacar de all¨ª con dignidad la camilla de ruedas que transporta el macabro envoltorio. Un vecino contempla la escena en la calle en actitud grave y tres mujeres manifiestan su desolaci¨®n desde un balc¨®n que parece a punto de venirse abajo. Una de las mujeres parece ir en bata. En un rinc¨®n del balc¨®n hay unas macetas con unas plantas secas que trepan por un bajante de uralita. Debajo del balc¨®n se ve un amasijo de cables. En el balc¨®n de la casa de al lado hay una prenda puesta a secar.
En un libro delicioso sobre el arte del crimen varios escritores de novelas de misterio insisten en desvincular la literatura que ellos practican y la s¨®rdida realidad. La suya, dicen, es literatura escapista, de pura especulaci¨®n intelectual, pensada justamente para huir o al menos descansar de los dilemas y verdugazos de lo aut¨¦ntico y lo cotidiano. All¨ª el asesino y el detective juegan al escondite con ayuda del mayordomo e incluso de la v¨ªctima, si ha tenido ocasi¨®n de garrapatear un ingenioso criptograma.
El periodismo, aunque a veces lo parezca, no es un entretenimiento. Para disgusto de los que amamos la literatura y desear¨ªamos que la vida la imitara con m¨¢s aplicaci¨®n, la verdad se cuela a menudo por una grieta informativa y manda nuestros sue?os a paseo.
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