Im¨¢genes del mal
Irak se ha convertido en el escenario de un atroz contraste de im¨¢genes del mal absoluto. Un grupo vinculado a Al Qaeda ha secuestrado y decapitado al estadounidense Nick Berg, y lo ha grabado en v¨ªdeo para su difusi¨®n como venganza frente a las torturas y humillaciones a prisioneros en Irak por parte de las fuerzas ocupantes. Es una provocativa vuelta de tuerca en una estrategia del odio en la que EE UU no deber¨ªa caer para no empeorar la situaci¨®n y para recuperar, si puede, algo de su propia moralidad. Sin ella, se acelerar¨¢ la ca¨ªda en el abismo de ignominia que se ha abierto con la p¨¦sima conducci¨®n de la guerra de Irak.
Los "actos atroces y graves infracciones del derecho internacional", que ha documentado el valiente y detallado informe del general Taguba sobre el trato de prisioneros en la c¨¢rcel de Abu Ghraib y el Campo de Bucca, son m¨¢s propios del r¨¦gimen de Sadam Husein que de una superpotencia que hab¨ªa invadido Irak para llevar all¨ª la democracia y los derechos humanos. Lo que muestran el informe y las im¨¢genes hasta ahora vistas -los senadores tuvieron ayer ocasi¨®n de ver otras a¨²n peores que les proporcion¨® el Pent¨¢gono- es que estos malos tratos y torturas no son meros hechos aislados, sino una pr¨¢ctica viciada, pensada y sistem¨¢tica.
La tortura, como se?al¨® Albert Camus, niega la condici¨®n humana al torturado. En este caso, los torturadores estadounidenses han elegido no s¨®lo el da?o y el sufrimiento f¨ªsico, sino un tipo de humillaci¨®n que atenta directamente a los valores y sentimientos de los musulmanes: la desnudez de los cuerpos obligados en algunos casos a apilarse; el hecho de que en ocasiones las encargadas de humillar y torturar a estos hombres hayan sido mujeres soldados; o el uso de perros y el tratamiento de algunos prisioneros como tales animales, uno de los m¨¢s bajos en el imaginario ¨¢rabe. Con la difusi¨®n de estas im¨¢genes, Estados Unidos se est¨¢ aislando peligrosamente en la cuesti¨®n de Irak, mientras crece el sentimiento de humillaci¨®n y de odio entre los musulmanes de todo el mundo. Todo esto proporciona munici¨®n abundante para la propaganda y el proselitismo de los grupos terroristas.
No hay duda sobre su calificaci¨®n: son cr¨ªmenes de guerra. Quienes los han ejecutado y ordenado o permitido, hasta su m¨¢ximo nivel, deben ser castigados, aunque EE UU no se haya adherido a la Corte Penal Internacional. Tabuga ha se?alado que los manuales operativos del Ej¨¦rcito de EE UU proh¨ªben este tipo de conductas que violan la Convenci¨®n de Ginebra y el Convenio contra la Tortura. Ha apuntado a fallos en la cadena de mandos y en el liderazgo, y a la falta de disciplina, adem¨¢s de la deformaci¨®n que supone dejar a los presos en manos de la Polic¨ªa Militar, de la CIA e incluso de empleados privados expertos en interrogatorios, es decir, de torturadores. La privatizaci¨®n de la guerra que se ha puesto de manifiesto en Irak tambi¨¦n contribuye a estas aberraciones que se podr¨ªan haber detenido mucho antes, pues ya en enero pasado el general S¨¢nchez, m¨¢ximo mando sobre el terreno, orden¨® una investigaci¨®n. Tambi¨¦n la Cruz Roja estaba al tanto desde hace tiempo e incluso algunos funcionarios de la ONU lo hab¨ªan denunciado.
Para recuperar su credibilidad, no basta con que la general Karpinski, al mando de la Polic¨ªa Militar encargada de vigilar las prisiones, haya sido amonestada o que otros oficiales de menor nivel vean sus carreras truncadas. Las responsabilidades llegan m¨¢s lejos en la cadena de mandos militares y de los responsables pol¨ªticos. La permanencia de Rumsfeld al frente del Pent¨¢gono constituye una verg¨¹enza nacional para EE UU y un lastre para la recuperaci¨®n del atisbo de credibilidad y moralidad imprescindible para buscar una soluci¨®n para Irak. En Abu Ghraib ha quedado hecha trizas la pretensi¨®n de Bush de erigirse en portaestandarte del bien contra el mal. El mal est¨¢ en ambos lados, y esta guerra no ha hecho m¨¢s que atizarlo en todas las direcciones.
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