Por nuestro propio bien
Sorprende la falta de criterio de muchos dirigentes y representantes de la sociedad espa?ola sobre la conveniencia o no de modificar la Ley Electoral General para introducir el principio de paridad entre hombres y mujeres, en todas las candidaturas y en todos los comicios. La mayor¨ªa parece desconcertada por el hecho de que la vicepresidenta primera del Gobierno, Teresa Fern¨¢ndez de la Vega, hablara de esa reforma en su primera comparecencia ante la Comisi¨®n Constitucional del Congreso. Quiz¨¢s porque esa mayor¨ªa de dirigentes y representantes sociales no le ha concedido nunca la menor importancia al tema, ni cree, desde luego, que sea algo prioritario, la reacci¨®n m¨¢s frecuente ha sido la de pasar sobre ¨¦l de puntillas, con los menores comentarios posibles.
Si se rechaza la reforma de la Ley Electoral no ser¨¢ en defensa del criterio de igualdad
Hay muchas mujeres en todas partes..., menos en donde se decide o se ejerce influencia
Incluso, si se ponen a pensarlo, muchos de ellos llegan a la r¨¢pida conclusi¨®n de que la idea les inspira una gran desconfianza. Sobre todo, afirman, porque est¨¢ claro que violenta los criterios ?de igualdad!
?No es fant¨¢stico? Como dir¨ªa la escritora neozelandesa Janet Frame, la frase "por tu propio bien" es siempre el mejor argumento para hacer que las mujeres (y los hombres) acepten lo que menos les conviene. (Es el argumento que tambi¨¦n utiliza el Senado norteamericano para no difundir los v¨ªdeos de torturas: por el bien de los torturados y de su dignidad).
Cualquier ciudadano m¨ªnimamente honesto sabe que a su alrededor hay muchas, much¨ªsimas mujeres, pero que pocas, muy pocas, est¨¢n en puestos de direcci¨®n. Faltan tambi¨¦n, de una forma todav¨ªa m¨¢s escandalosa, en los centros de influencia. Y es algo muy raro porque en Espa?a ya hay casi m¨¢s mujeres economistas, juristas, m¨¦dicas, catedr¨¢ticas de f¨ªsica cu¨¢ntica... o expertas en espeleolog¨ªa que hombres. Hay muchas mujeres por todas partes... menos en donde se decide (excepci¨®n hecha de este Gobierno).
Cualquier ciudadano m¨ªnimamente despierto sabe tambi¨¦n que la desigualdad se ha producido siempre, y se sigue produciendo, en perjuicio de las mujeres y ser¨ªa francamente extra?o que s¨®lo ahora, cuando se habla de la posibilidad de exigir que ninguna candidatura electoral tenga menos del 40% ni m¨¢s del 60% de cualquiera de los dos sexos, sea cuando est¨¦ en verdadero peligro la Revoluci¨®n Francesa.
No se trata de que la presencia de la mujer en esos sitios vaya a cambiar muchas cosas en el mundo. Es posible que no se comporten muy diferentemente o que no piensen muy diferentemente. Es s¨®lo una cuesti¨®n de justicia, tan aplastante y evidente que resulta extra?o que los hombres no se levanten un d¨ªa sorprendidos y avergonzados por haber acudido tantas veces, tantos a?os, a reuniones decisivas sin darse cuenta siquiera de que algo raro estaba pasando. Groucho Marx, que siempre fue muy sincero, afirmaba que le dejar¨ªa sin dudar su silla a cualquier otra persona, "si no fuera por el hecho de que estoy sentado yo mismo en ella". Y eso es exactamente lo que ha venido pasando: o se favorece desde un punto de vista legal la idea de la paridad y se muestra el camino para desalojar algunas sillas o no se encontrar¨¢ nunca mobiliario suficiente para compartirlo.
Quede claro que si se rechaza la reforma de la Ley Electoral ser¨¢ por cuestiones pol¨ªticas o, tal vez, estrictamente jur¨ªdicas, quiz¨¢s explicables, pero no en defensa del sacrosanto principio de igualdad ni por nuestro propio bien.
Y a quienes creen que es un tema menor, recordarles que por mucho que quieran ignorarlo, la paridad legal fue tambi¨¦n una promesa de Jos¨¦ Luis Rodr¨ªguez Zapatero. Y que, adem¨¢s, es una promesa antigua: el 8 de abril de 2003 los socialistas presentaron ante el Parlamento una proposici¨®n de ley de reforma de la Ley Electoral, exactamente en los mismos t¨¦rminos que explic¨® Fern¨¢ndez de la Vega el pasado lunes. La defensa de la iniciativa fue confiada a Micaela Navarro: "La voluntad de la representaci¨®n pol¨ªtica no puede depender m¨¢s tiempo de la voluntad de cada partido pol¨ªtico", asegur¨®. "Ese derecho a la igualdad debe ser una obligatoriedad desarrollada en la ley, como lo son todos los derechos de ciudadan¨ªa". Y los derechos de ciudadan¨ªa son, por lo que parece, el coraz¨®n del mensaje de Rodr¨ªguez Zapatero. Todos. solg@elpais.es
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