El ensue?o
Esta nuestra comunidad es una comunidad envidiada. Sanamente envidiada, se entiende. Es algo que ya sab¨ªamos, y nos enorgullece saberlo. Tanto que a la mayor¨ªa de los valencianos se nos ve como envueltos en un halo de satisfacci¨®n incorregible. Emanamos un fragante perfume a autocomplacencia que nos hace sentirnos levemente narcotizados. Aqu¨ª todos andamos oficial, oficiosa y artificiosamente contentos. Y es que estamos convencidos de una verdad indiscutible: en pocos sitios se vive como aqu¨ª, nadie nos gana en esto. El recado se lo hemos sabido trasmitir con acierto incluso a muchos otros que no viven aqu¨ª. Tanto es as¨ª que en la pugna por ocupar la cabeza de la clasificaci¨®n de lugares dignos de ser considerados habitables, a la Comunidad Valenciana se la sit¨²a siempre en uno de los honrosos primeros puestos. Lugar de ensue?o, se atreven algunos a decir encastill¨¢ndose en el t¨®pico y haciendo en seguida como si se abanicaran para ahuyentar el rubor que les produce sostener esa atribuci¨®n.
Desde luego, de existir el ensue?o est¨¢n apareciendo se?ales de que algunas de sus marcas emblem¨¢ticas se est¨¢n empezando a desvanecer. Datos hay que manifiestan que se han traspasado l¨ªmites. Pero un conformismo a?ejo ha elevado a la categor¨ªa de inatacables los cimientos de las falacias montadas en los ¨²ltimos a?os. En los ¨²ltimos a?os nos han estado intentando fascinar, nos han tratado de encandilar con proclamas adornadas con la fantasmagor¨ªa de unos logros inexistentes. Nos han conminado a asentir con el encantamiento de la irrealidad envi¨¢ndonos mensajes aderezados con vacuidades ret¨®ricas.
La realidad es otra, y ya hace tiempo que se admite, pero a¨²n se le pone sordina al hecho de que aqu¨ª estamos viviendo, en la vida a ras del suelo, forzadamente. Pendientes, a merced siempre de la fragilidad de las oscilaciones cr¨®nicas de los sectores productivos; sujetos a la provisionalidad inquietante de las estructuras econ¨®micas. Por eso, sin que apenas nos percatemos de los motivos, no es de extra?ar que casi de una manera c¨ªclica cunda entre los ciudadanos de la comunidad un cierto desaliento. Una desaz¨®n que se ha tratado de camuflar bajo la f¨®rmula equ¨ªvoca de que todos tenemos aqu¨ª un estilo de vida pasable. Y hasta se ha alardeado de hacerles creer a otras comunidades que la nuestra se pod¨ªa considerar como el modelo a seguir en aspectos clave de la vida p¨²blica. Pues ya es hora de que sepan que hay indicios de que la maquinaria de ese modelo podr¨ªa estar quebr¨¢ndose por el eje. Quiz¨¢s sea aventurado decirlo, pero lo que est¨¢ pasando en Terra M¨ªtica es una muestra elocuente de hasta donde podr¨ªa llevar este estado de cosas.
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