Un momento de esperanza
La ca¨ªda del Gobierno indio es una conmoci¨®n pol¨ªtica de enorme magnitud que recuerda, sorprendentemente, al ¨²nico vuelco electoral previo que puede compar¨¢rsele, la derrota de Indira Gandhi en 1977. Tambi¨¦n entonces, pr¨¢cticamente todos los observadores estaban convencidos de que la primera ministra iba a ganar; tambi¨¦n entonces, la oposici¨®n, en general, qued¨® descartada; tambi¨¦n entonces, los votantes indios dejaron mal a los pol¨ªticos y los medios de comunicaci¨®n. Ambas elecciones representan momentos culminantes en la historia de la democracia india. Un electorado d¨ªscolo, que no hace lo que se supone que debe hacer, es una cosa magn¨ªfica, estimulante.
En los dos a?os y medio anteriores a las elecciones de 1977, el autocr¨¢tico r¨¦gimen de "emergencia" de la se?ora Gandhi -puesto en marcha despu¨¦s de que la declararan culpable de irregularidades electorales en 1975- hab¨ªa cometido numerosas violaciones de los derechos civiles y humanos, incluidas esterilizaciones y vasectom¨ªas forzosas. La Alianza Democr¨¢tica Nacional (NDA), encabezada por el partido Bharatiya Janata (BJP), de Atal Behari Vajpayee, no ha sido una dictadura, ni mucho menos, pero sus dirigentes han hecho la vista gorda ante hechos terribles como las matanzas masivas -sobre todo de musulmanes- en el Estado de Gujarat, en las que se acusa de haber participado al propio Gobierno estatal del BJP. El ¨¦xito obtenido este a?o por el Partido del Congreso en Gujarat permite pensar que los votantes est¨¢n asqueados por lo que han visto, del mismo modo que la ca¨ªda de Indira en 1977 fue una expresi¨®n de repugnancia por las brutalidades de su Gobierno.
En esta elecci¨®n han vuelto a aparecer las m¨¢s viejas rivalidades indias, igual que lo hicieron en 1977. Tanto entonces como ahora, gran parte de la burgues¨ªa urbana vot¨® por el Gobierno, mientras que las masas de indios pobres, sobre todo los pobres de las ¨¢reas rurales, votaron fundamentalmente en contra. En India, la lucha para centrar el debate sobre el futuro del pa¨ªs ha sido siempre, en cierto modo, una pugna entre la ciudad y el campo: por un lado, la India urbanizada e industrializada, favorecida por Jawaharlal Nehru, de tendencia socialista, pero tambi¨¦n por los arquitectos del "Resplandor indio" del libre mercado, la nueva India en la que una clase capitalista incre¨ªblemente pr¨®spera ha transformado el segmento superior de la econom¨ªa; por otro, la India agraria y artesanal tan querida de Mahatma Gandhi, la inmensa India rural en la que todav¨ªa viven tres cuartas partes de la poblaci¨®n y que no se ha beneficiado en lo m¨¢s m¨ªnimo de la reciente expansi¨®n de la econom¨ªa.
No es casualidad que la alianza de Gobierno haya sufrido las peores p¨¦rdidas en Andhra Pradesh y Tamil Nadu, precisamente los Estados que convencieron a gigantes de la tecnolog¨ªa de la informaci¨®n como Microsoft para que se instalaran all¨ª, con lo que han convertido unas "segundas ciudades" adormecidas como Madr¨¢s, Bangalore y Hyderabad en para¨ªsos de la nueva expansi¨®n tecnol¨®gica; no es casualidad, porque, mientras los ricos se enriquec¨ªan cada vez m¨¢s, los pobres, como los campesinos de Andhra, iban viendo empeorar su situaci¨®n a?o tras a?o. El abismo entre los ricos y los pobres de India nunca ha parecido mayor que hoy, y el Gobierno ha ca¨ªdo en ¨¦l.
El fracaso del ubicuo lema del "Resplandor indio", utilizado por la NDA, ha sido tan contraproducente como lo fue, en el momento de la derrota de Indira, su grandilocuente lema Garibi Hatao, que sus oponentes transformaron en Indira Hatao: "eliminemos la pobreza" se convirti¨® en "eliminemos a Indira".
La clase empresarial india se ha apresurado a felicitarse por la victoria del Partido del Congreso, y tendremos que ver de qu¨¦ forma afecta el cambio de Gobierno a la confianza del mercado. Pero los despose¨ªdos han asestado un golpe mortal a las presunciones de los caudillos pol¨ªticos y econ¨®micos del pa¨ªs, y todas las partes deben aprender la lecci¨®n: ignorar el bienestar de las masas es contraproducente.
Yo tengo dos deseos inmediatos para esta nueva era. El primero es que cesen para siempre las discusiones sobre la "extranjer¨ªa". A quienes pertenecemos a la di¨¢spora india y llevamos a?os luchando para que a los indios se les reconozca como ciudadanos de pleno derecho en las sociedades en las que nos hemos establecido y en las que han nacido nuestros hijos, las cr¨ªticas a Sonia Gandhi por su origen italiano nos resultan profundamente desagradables. Y todav¨ªa m¨¢s desagradables fueron las insinuaciones de que sus hijos, los hijos de Rajiv Gandhi, tambi¨¦n eran pr¨¢cticamente extranjeros. No se puede aplicar la ley del embudo. Si queremos que los indios que viven fuera de India "pertenezcan" a sus nuevas patrias, debemos otorgar el mismo trato a quienes han hecho de India su hogar, como Sonia Gandhi desde hace aproximadamente 40 a?os. Por fortuna, el electorado ha demostrado que la cuesti¨®n de la "extranjer¨ªa" no le interesa. Inmediatamente despu¨¦s de que su partido fuera rechazado, un dirigente del BJP cometi¨® la estupidez de decir que le parec¨ªa una "verg¨¹enza" que una extranjera gobernase India. Este tipo de insulto es una de las razones de la derrota del BJP. Son fundamentalmente un partido racista, y tienen que desaparecer.
Mi segundo deseo es que ahora se pueda rescatar el estudio de la historia de India de manos de extremistas e ide¨®logos. La politizaci¨®n de la historia que ha hecho el Gobierno saliente, su empe?o en imponer libros de texto que venden una visi¨®n hind¨² estrecha, revisionista y nacionalista del pasado indio en las escuelas y universidades del pa¨ªs, y su ridiculizaci¨®n de la obra de los principales historiadores indios, como la profesora Romila Thapar, fue una de sus iniciativas m¨¢s alarmantes. Da la impresi¨®n de que el BJP, muchas veces, ha querido inflamar nuestras ideas sobre el pasado para inflamar las pasiones del presente. El Partido del Congreso y sus aliados tienen ahora la oportunidad para restablecer la atm¨®sfera de objetividad imparcial que necesita el verdadero estudio.
Pero, si bien resulta fant¨¢stico observar una democracia de semejantes dimensiones en acci¨®n, no hay por qu¨¦ dar al nuevo Gobierno una bienvenida sin reservas. El tiempo dir¨¢ si la nueva coalici¨®n aguanta o se desintegra. El Partido del Congreso va a tener que volver a aprender las artes de gobernar tras largos a?os de traves¨ªa del desierto; y Sonia Gandhi -que acaba de demostrar que no le asusta la lucha- va a tener que probar que no est¨¢ ocupando el sitio hasta que lleguen sus hijos, que no es una mera "mujer forzada a meterse en pol¨ªtica", para citar la descrici¨®n que hac¨ªa el corresponsal de The New York Times en Delhi, sino una aut¨¦ntica l¨ªder capaz de unificar.
El tiempo dir¨¢ tambi¨¦n si el BJP derrotado, en la oposici¨®n, desecha el guante de terciopelo de la moderaci¨®n que Vajpayee le impuso durante su estancia en el poder y se reinventa como inflexible fuerza comunalista. Si es as¨ª, podr¨ªamos enfrentarnos a a?os llenos de conflictos y violencia.
Mientras tanto, podemos disfrutar de este raro momento de esperanza.
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