Monstruos sagrados
Este antih¨¦roe "nunca fue del todo malo, ni honesto, ni un h¨¦roe, ni un insecto", dec¨ªa el mismo, dictando a Dostoievski, que cont¨® su novela. Sus novelas: hay una primera parte de su inadaptaci¨®n al mundo o, m¨¢s en su lenguaje, de la inadaptaci¨®n del mundo a ¨¦l; es s¨®rdido, tambi¨¦n sard¨®nico; en fin, es un libertario, que baja a su s¨®tano y se cuenta a s¨ª mismo sus historias. Digo s¨®tano y no subsuelo, como en todas las traducciones espa?olas que fueron ayudadas o quiz¨¢ directas del franc¨¦s, porque aqu¨ª las palabras tienen sentidos diferentes: el subsuelo es una capa de terreno bajo la corteza terrestre, y el s¨®tano, la parte de un edificio que est¨¢ por debajo de la calle. El sentido que han ido dando algunos freudianos al descenso de este ser sin nombre; el s¨®tano ser¨ªa el inconsciente o subconsciente del personaje sin nombre, distinto del que habita en el piso, con su dom¨¦stico, del que echa a la calle a la peque?a prostituta Liza: desnutrida, sola, helada por la nieve. Esa narraci¨®n constituye la segunda parte de la novela, sin duda la mejor. Y la que Patrice (o Patrick) Ch¨¦reau dibuja m¨¢s, en sus escalas de arrepentimiento y de fuerza.
Les carnets du sub-sol
De Dostoievski. Traducci¨®n del ruso al franc¨¦s de Andr¨¦ Markovick. Lectura dramatizada por Patrice Ch¨¦reau. Teatro Espa?ol.
Ch¨¦reau es un "monstruo sagrado" del teatro (y del cine); actor primero (desde la infancia, desde las obras de liceo), director de teatro de ¨®pera, de cine, tiene en Francia primer¨ªsima categor¨ªa. Es la primera vez que viene a Madrid: en su condici¨®n de actor, aunque variada por la lectura. Esta lectura de la novela supongo que forma parte de su dramaturgia, m¨¢s que de su memoria; el manuscrito en la izquierda, la derecha actuante un poco repetidamente, pero son el rostro y la flexibilidad del cuerpo y, sobre todo, la voz y la entonaci¨®n, los que colaboran con la extraordinaria obra de Dostoievski: m¨¢s ir¨®nica, m¨¢s c¨ªnica.
La acogida del p¨²blico, no excesivo en ese d¨ªa espl¨¦ndido de primavera madrile?a, en un domingo que parece alejar de esfuerzos intelectuales a los que nunca los hacen de todas maneras, fue acogedora e insistente. Todo lo merece.
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