Lecci¨®n de Nick Nolte y Maggie Cheung
Olivier Assayas presenta 'Clean' en un festival donde a¨²n no ha aparecido el so?ado filme
La pel¨ªcula francesa Clean, dirigida por Olivier Assayas e interpretada por el estadounidense Nick Nolte y la china Maggie Cheung, borr¨® el mal sabor de boca que el a?o pasado dej¨® flotando aqu¨ª la rid¨ªcula e infumable Demonlover, realizada por un mismo director que ahora parece otro completamente distinto.
Es Clean un relato que peca de excesivamente ramificado, pues le falta algo de concentraci¨®n y de intensidad medular, pero cuando se concentra en sus dos gloriosos protagonistas, Nick Nolte y Maggie Cheung, se dispara al instante hacia arriba. Y lo hace sin acudir a retorcimientos ni a ret¨®ricas, con la c¨¢mara mirando a la mirada de un reparto con la cara lavada, lleno de gente cre¨ªble y vivificada por el toque veraz que rodea a una pel¨ªcula que por abordar -desde muy dentro y desde una visi¨®n no manoseada- la tragedia cotidiana de la droga se presta sobre el papel al habitual ejercicio de mentira y de simulaci¨®n hip¨®crita en el que caen casi sin excepci¨®n en la pantalla estos desolados paisajes de la vida y la muerte urbana tan maltratados por el cine.
Las estrellas del cine chino prometen para esta noche una aut¨¦ntica apoteosis
Wong Kar-wai construye sus pel¨ªculas como se escribe un poema
'Clean' es una buena pel¨ªcula, pero no consigue calmar la sed de cine fuera de norma
Clean es una buena pel¨ªcula, pero su inteligencia y sus calidades no consiguen calmar la sed de cine fuera de norma que siempre acompa?a por dentro a este festival. Hemos visto, entre una veintena de obras en concurso, alrededor de media docena que pueden considerarse notables e incluso excelentes, pero carentes del inconfundible toque de la excepcionalidad, con el que se sue?a en el apretado d¨ªa a d¨ªa de las programaciones de La Croisette.
Menos inter¨¦s tiene Inocencia, filme japon¨¦s de dibujos animados, realizado por uno de los virtuosos del g¨¦nero, Oshi Mamoru. Esta vez, queriendo sumergirnos en una trama de cine negro urdida en remotas atm¨®sferas futuristas, Mamoru nos hace cruzar la frontera visionaria por excelencia, aqu¨¦lla donde el hombre y el robot comienzan a ser un mismo bicho mec¨¢nico innombrable. Mueve la brillante factura de la pel¨ªcula demasiado aparato iconogr¨¢fico, una sobreabundancia de efectos y efectismos innecesaria para picar la escasa carne de un esquema argumental muy rebuscado, pero en el fondo elemental, y de una bater¨ªa de personajes que rozan lo previsible y lo sabido. Pero, eso s¨ª, las notables gracias y finuras t¨¦cnicas, adem¨¢s de los abundantes gui?os c¨®mplices del estupendo equipo de animadores japoneses, est¨¢n ya creando una parroquia de fieles alrededor del filme, que ayer encontr¨®, junto a una mayor¨ªa silenciosa, algunos apoyos muy sonoros.
Tambi¨¦n pas¨® Exilios, pel¨ªcula francesa dirigida por Tony Gatlif, que cuenta -y logra momentos vivos dentro de un relato bastante muerto- el viaje de una muchacha y un muchacho franceses nacidos en Argelia, en busca de huellas de sus ra¨ªces familiares. Y pas¨®, sin pena ni gloria, la solemne pel¨ªcula italiana Las consecuencias del amor, dirigida por Paolo Sorrentino, que pretende introducir giros formales innovadores en un esquema de filme negro abierto, que sin duda se presta al juego y acaba siendo un trabajo formalmente interesante, pero que hay que situar por debajo de ese signo de excepcionalidad que aqu¨ª se busca y no se encuentra.
Nada especial aporta la comedia coreana La mujer es el porvenir del hombre, ante la que aqu¨ª se hab¨ªa creado un clima de expectaci¨®n que a la postre ha resultado injustificado. La expectaci¨®n se deb¨ªa al ¨¦xito en Francia de las tres pel¨ªculas anteriores del director coreano Hong Sangsoo, sobre todo de la titulada La Virgen desnudada por sus pretendientes, que aspir¨® a premios y est¨¢ alcanzando el dudoso cr¨¦dito de los llamados filmes de culto. La mujer... es un filme simp¨¢tico pero confuso, filmado con un toque de rareza que ciertamente llama la atenci¨®n, pero que por ahora no revoluciona nada y se queda en mueca de un estilo en estado de gestaci¨®n.
Y, finalmente, pas¨® The edukators, filme del austriaco Hans Weingartner, que propone las muy singulares aventuras acerca de un tri¨¢ngulo de dos chicos y una chica con ingenio de dinamiteros sin dinamita, anarquistas dulces a quienes un golpe inesperado de la suerte les mete de cabeza en un asunto grave, duro, que pone a prueba la consistencia de su aparato ideol¨®gico y su solvencia moral. Es, como se ve, un relato llano y original, con fuerte sabor metaf¨®rico, muy bien interpretado por el tri¨¢ngulo de buenos rebeldes que lo protagonizan. Pero el relato est¨¢ pidiendo a gritos una distinci¨®n formal que la pantalla no le proporciona, y no parece una buena f¨®rmula contar una historia rompedora con m¨¦todos convencionales. Algo chirr¨ªa en este mortal desajuste entre el qu¨¦ y el c¨®mo de la prometedora pero al fin insuficiente The edukators.
Parece que la ¨²ltima posibilidad de encontrar este a?o en Cannes algo m¨¢s que simples buenas pel¨ªculas, de toparse de bruces con ese so?ado filme fuera de norma que tanto se echa hasta ahora en falta, est¨¢ en la ya c¨¦lebre antes de estrenarse 2046, en la que el poderoso y sorprendente cineasta chino Wong Kar-wai lleva obsesivamente trabajando m¨¢s de tres a?os a salto de mata, aprovechando los tiempos libres que, entre pel¨ªcula y pel¨ªcula, tienen las m¨¢s conocidas estrellas del cine chino -Tony Leung, Gong Li, Zhang Ziyi y, otra vez, Maggie Cheung, que prometen para esta noche una aut¨¦ntica apoteosis del cine del Lejano Oriente en el escaparate de La Croisette-.
2046 estaba anunciada como pel¨ªcula principal de la programaci¨®n de ayer, pero hubo de trasladar a hoy su estreno [por ello se adelant¨® la proyecci¨®n de Clean, cuya rueda de prensa ser¨¢ sin embargo hoy], ya que el ¨²ltimo rollo del filme no lleg¨® aqu¨ª hasta hoy a mediod¨ªa tras recibir una ¨²ltima sesi¨®n de caricias de montaje por su archiperfeccionista director, que nunca da por terminado el montaje de sus filmes, y esta vez env¨ªa a Cannes la pel¨ªcula advirtiendo que se trata de una obra inacabada, que experimentar¨¢ variaciones tras su proyecci¨®n de esta noche. Aunque hay quien dice que estas variaciones son tan m¨ªnimas que nadie se dar¨¢ cuenta de ellas en la visi¨®n acabada del filme.
Wong Kar-wai construye sus pel¨ªculas como se escribe un poema, o se compone una m¨²sica, midiendo una y otra vez el peso de cada palabra o de cada sonido, es decir, de cada signo, de cada imagen, de cada tiempo interior de la imagen. Y esto le lleva a montar y remontar tomas y m¨¢s tomas, como antes, durante el periodo de rodaje, le llev¨® a filmar estas tomas y a volverlas a filmar una y otra vez, en un interminable c¨ªrculo de reiteraciones que parece responder a la antigua obsesi¨®n, a la sagrada pasi¨®n del poeta en estado extremo, que consiste en no dar nunca por acabada la pel¨ªcula, en verla cada d¨ªa como se ve un ser vivo, un mecanismo con existencia y leyes aut¨®nomas que experimenta mutaciones en sus tempos interiores y que cambia, en variantes que llegan hasta el infinito, los ritmos de la respiraci¨®n de su secuencia. Es el de Wong Kar-wai un caso ins¨®lito en la producci¨®n de cine actual, donde los mandatos de producci¨®n son r¨ªgidos, toscos e inapelables: hay un tiempo improrrogable y hay que llenarlo como se llena un expediente, una rutina. Pero un verdadero poema nunca es una rutina.
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