Cuando Dios viv¨ªa en un castillo
El a?o 1922 dio a luz cuatro obras determinantes de la literatura moderna: Charmes, de Paul Val¨¦ry; La tierra bald¨ªa, de T. S. Eliot; Ulises, de James Joyce, y Eleg¨ªas de Duino (junto con los Sonetos a Orfeo), de Rainer Maria Rilke. Este exquisito libro de recuerdos, que rezuma sensibilidad, inteligencia y elegancia por todas partes, sin afectaci¨®n ni sensibler¨ªa, aunque al borde de ambas, es la memoria del camino a esa cumbre l¨ªrica de la poes¨ªa del siglo XX que significan las Eleg¨ªas de Rilke. Su autora fue el ¨¢ngel protector que acompa?¨® al poeta en esa especie de calvario dorado. (De Duino a Muzot, resumiendo).
Pero memorias de Duino sobre todo. Recuerdos de una "armon¨ªa inmaculada" entre dos seres humanos que se gener¨® all¨ª. Del ambiente de ensue?o que una princesa y un poeta crearon en aquel castillo, y que sirvi¨® al poeta de humus en el que "brotar¨ªa la flor m¨¢s espl¨¦ndida de su esp¨ªritu". La princesa: "Me parec¨ªa como si nos conoci¨¦ramos desde siempre, como si nada ajeno se interpusiera entre nosotros, excepto lo ?nico, lo M¨¢gico, que no he sentido nunca tan fuerte e intensamente con nadie m¨¢s". En Duino era posible entrar en otra dimensi¨®n, realizar cualquier delirio del poeta: "Es mi destino dejar de lado lo humano... para la dimensi¨®n divina... ?Qu¨¦ ser¨ªa un dios sin la nube que lo protege de las miradas, qu¨¦ ser¨ªa un dios manoseado? Duino es la nube de mi ser". Y es que Rilke, que "tan singularmente se alzaba por encima y m¨¢s all¨¢ de lo humano", como escribe la princesa, no s¨®lo "buscaba lo esencial, lo divino, el puro y simple sentido de la naturaleza", sino que "participaba en gran medida de ese terreno divino del esp¨ªritu, hasta el punto de que, sin que ¨¦l lo supiera, s¨®lo pod¨ªa respirar en ¨¦l". (En un tono as¨ª se mueve siempre este libro).
RECUERDOS DE RAINER MARIA RILKE
Marie von Thurn und Taxis
Traducci¨®n de Joan Parra
Paid¨®s, Barcelona, 2004
141 p¨¢ginas. 11 euros
Duino es como un territorio sagrado, m¨¢gico, capaz de preparar un acontecimiento de grandeza sobrehumana, una especie de revelaci¨®n prof¨¦tica: el ejemplo protot¨ªpico moderno de la gran inspiraci¨®n. All¨ª se gestaron las Eleg¨ªas.
En enero de 1912, tras un largo
invierno solo en el castillo con la servidumbre, Rilke compone las dos primeras y el comienzo pr¨¢cticamente de todas las dem¨¢s. Luego enmudecer¨¢ durante diez a?os. Tras la guerra le hubiera gustado regresar a Duino, "all¨ª, donde resonaba la voz", la voz del dios, pero el castillo qued¨® completamente destruido. La voz s¨®lo volver¨¢ a escucharla en Muzot, en aquel milagroso febrero de 1922, en el que, arrebatado, enfebrecido, escribiendo casi al dictado, sin interrupci¨®n, sin dormir ni comer, acaba las eleg¨ªas, compone los 57 sonetos e incluso una serie de poemas aislados. En junio le visita la princesa. Rilke le lee lo escrito. "Mientras iba leyendo yo sent¨ªa latir mi coraz¨®n cada vez con m¨¢s intensidad, sent¨ªa mi rostro anegado en l¨¢grimas... Cuando termin¨®...
me mir¨® en silencio; yo no pod¨ªa pronunciar palabra, y ¨¦l, d¨¢ndose cuenta de lo conmovida que estaba, hinc¨® la rodilla para besarme las manos. En silencio le bes¨¦ yo tambi¨¦n la frente, como una madre a su hijo, a un hijo maravilloso...". (Esta imagen insin¨²a perfectamente su relaci¨®n).
A Marie, princesa Von Thurn und Taxis por matrimonio, nacida princesa Hohenlohe, prototipo de la gran dama -culta, refinada, inteligente, amable-, emparentada o relacionada con toda la nobleza europea, incluida la curia de P¨ªo IX, se la recuerda sobre todo (y a ella le gustar¨ªa as¨ª) por su amistad con Rilke: m¨¢s por ser la "propietaria" de las Eleg¨ªas de Duino que por serlo del propio castillo donde se gestaron. O del de Lautschin en Bohemia, donde tambi¨¦n pas¨® temporadas el poeta. O de la casa de Venecia, en cuyo mezzanino Rilke se sent¨ªa tan a gusto, cuidado por Gigietta, el ama de llaves (cuyo marido se llamaba Dante y era ayuda de c¨¢mara de D'Annunzio). Cuando en diciembre de 1909 se conocen en Par¨ªs, Rilke tiene 34 a?os (54 la princesa) y estaba terminando los Cuadernos de Malte Laurids Brigge. Cuando en agosto de 1910 se ven en Lautschin, el poeta ya est¨¢ en plena crisis: le parece imposible escribir algo despu¨¦s de Malte, le parece que ya lo ha dicho todo, quiere abandonar la poes¨ªa y estudiar medicina... Ha olvidado el "il faut travailler, rien que travailler" de Rodin, que hab¨ªa mantenido su naturaleza veleidosa los ¨²ltimos a?os ¨¦picos en Par¨ªs, los de Malte y los Nuevos poemas. Ahora, abandonado ya al lirismo pleno, se conf¨ªa a los hados, al dios, a la inspiraci¨®n, a la voz que (llega o) no llega. En esta crisis de abandono le acompa?a espiritualmente Marie. (Este libro es la memoria dorada de ella).
Crisis que nace en lo profundo
de una especie de necesidad ¨ªntima de recorrer con Malte el camino del aislamiento y la soledad... hasta su necesario fracaso. Porque uno mismo, solo y aislado, no puede soportar las penas y sufrimientos de los dem¨¢s, cargar con todas las penurias del entorno, con las que Malte/Rilke -quiera o no- se identifica: precisamente por haber roto toda atadura y compromiso, el solitario est¨¢ condenado al fracaso en esta empresa y expuesto a la propia destrucci¨®n. Si quiere conservar su personalidad y su mundo ha de huir de todo. Sobre todo del amor. (No es el caso con la princesa). Hasta de la vida. ("Poeta, que no puedes comprender que te gu¨ªa un dios celoso al que, a cambio de su regalo, debes pagar con la vida"). No hay salida ni retorno para Rilke de este sino: la contradicci¨®n permanecer¨¢ insuperable y la arrastrar¨¢ siempre.
Pero la vida sobre el vac¨ªo de Malte no es posible. A pesar de todo, la vida ha de afirmarse definitivamente, con la muerte, la guerra y el sufrimiento incluidos. Y con un acento absoluto de parte del m¨¢s ac¨¢. Rilke intentar¨¢ superar subjetivamente las insuperables contradicciones de la realidad, sus propias contradicciones, en un monismo po¨¦tico, en el que pasado y futuro, vida y muerte, m¨¢s ac¨¢ y m¨¢s all¨¢, se unen en un todo, una unidad, un ser. Una sublimaci¨®n elegiaca, una especie de religi¨®n est¨¦tica, alternativa a la comprensi¨®n trascendente del ser de la fe cristiana. Un ¨²ltimo intento l¨ªrico burgu¨¦s de desarrollar una imagen del mundo desde una ¨®ptica esencialmente humanista. Era la misi¨®n de un profeta o de un dios, que, curiosamente, hubieron de recordarle, amenazantes, sus demonios. "?Por qu¨¦ no canta? Es su deber, su destino; tiene que hacerlo. Que no lo olvide, pues s¨®lo vive para ello", le advert¨ªa "la desconocida" -su sombra espiritista preferida- a trav¨¦s de la princesa la primavera de 1915 en "una s¨¦ance de planchette". Por lo que sea, poco despu¨¦s de hacerlo enferm¨® de muerte.
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