Toreando bajo la lluvia
Cuando sali¨® el sexto llov¨ªa torrencialmente. M¨¢s de media plaza hab¨ªa huido despavorida. Y en eso que sale Juan Diego, se asienta en el barro y dibuja tres o cuatro ver¨®nicas extraordinarias, de esas que quedan en el buen recuerdo. Cante grande, que dir¨ªa el t¨®pico, y bajo la lluvia. Se envalenton¨® en el quite y traz¨® una buena media. Se descalz¨® cuando tom¨® la muleta y se le not¨® que hizo un enorme esfuerzo en algunos redondos de calidad y un largo pase de pecho. El toro se qued¨® corto por el lado izquierdo y la faena se diluy¨® pronto. Pero fue emotiva, aunque de m¨¢s a menos. El torero estaba convencido de su gesta y se marc¨® una vuelta al ruedo para su propia satisfacci¨®n.
Hasta entonces, no hubo toreo. Lo cierto es que el toreo moderno ha acabado con la lidia del toro. Si no hay redondos, naturales y adornos, no hay faena. Si el toro presenta dificultades, la desconfianza se apodera de los de luces y montan la espada con inusitada rapidez o confunden la pesadez con la justificaci¨®n. Es justa, sin embargo, la prevenci¨®n de quien se juega el f¨ªsico, pero la l¨®gica dice que a Madrid hay que venir m¨¢s dispuesto, m¨¢s decidido a superar las barreras que imponen los toros que, en contra de la modernidad, se destacan por su aspereza y bronquedad.
Ib¨¢n / Encabo, Ferrera, Diego
Toros de Herederos de Baltasar Ib¨¢n, bien presentados, mansos, blandos y descastados; 3? y 4?, muy deslucidos; el 6?, noble. Luis Miguel Encabo: media y tres descabellos (silencio); bajonazo (silencio). Antonio Ferrera: estocada baja (algunos pitos); pinchazo, casi entera baja y un descabello (silencio). Juan Diego: estocada (silencio); casi entera (vuelta con protestas). Plaza de las Ventas, 21 de mayo. 11? corrida de feria. Lleno.
Es verdad que los de Ib¨¢n presentaron dificultades, especialmente tercero y cuarto. Juan Diego, en su primero, pas¨® un aut¨¦ntico mal trago porque el animal se colaba con descaro y tiraba hachazos directamente al cuello. Intent¨® el torero pasarlo por uno y otro lado, y no hab¨ªa manera. Ah¨ª se acab¨® la historia. No lo lidi¨® porque no es un jabato para jugarse la vida, y porque no sabe. El toro impuso su ley, al igual que le ocurri¨® a Encabo en su segundo, otro animal de mala condici¨®n que lo busc¨® con sa?a con una embestida incierta y probona. Tampoco lo lidi¨® porque no se lo han ense?ado en la escuela. Tristemente, la modernidad no sabe de lidia, con el consiguiente perjuicio para los pocos aficionados que a¨²n quedan por esas plazas de Dios.
Olvida el toreo de hoy que todos los toros, excepto los muy descastados, tienen su lidia, que puede ser bella y espectacular con los de mala condici¨®n como los citados. Pero eso debi¨® ser antes. Hoy se presenta la muleta, generalmente de mala manera, y si el toro pasa, bien, y si no pasa, a matar. Y no ocurre s¨®lo con los m¨¢s peligrosos. El primero de Encabo, por ejemplo, embest¨ªa de manera descompuesta, y el torero, muy desconfiado, dio la impresi¨®n de tener delante un barrab¨¢s, que no era el caso.
A Ferrera le ocurre, m¨¢s o menos, lo mismo. Su primero era soso y acud¨ªa a los enga?os con un galope cansino y, entre la soser¨ªa del toro y que el torero no es un exquisito, no hubo lucimiento. Cuando pasaba de muleta al quinto comenz¨® el diluvio y ni se vio al toro ni se puede juzgar al torero, que se defendi¨® como pudo de una embestida poco clara y de la lluvia.
Por cierto, Ferrera y Encabo pusieron banderillas. ?ste debe dedicarse m¨¢s a su toreo porque no las coloca, al menos ayer, con el decoro debido. Algo debi¨® intuir porque el tercio de su segundo toro lo dej¨® en manos de su cuadrilla. Antonio Ferrera es muy desigual, y debe aprender a asomarse al balc¨®n, que cuando lo hace parece que es pura casualidad.
Babelia
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