Homenaje a Berio
El hecho de situar la Sonata de Berio, estreno en Espa?a, entre Scarlatti y Beethoven, supone el homenaje m¨¢s delicado de todos los que Ensems ha prodigado al compositor italiano. Homenaje justo porque, ante el oyente, la partitura de Berio no desentona entre esos dos gigantes del teclado. Trazada en torno a un ¨²nico pivote sonoro que hac¨ªa girar la m¨²sica alrededor de s¨ª, el car¨¢cter obsesivo y casi implacable de su repetici¨®n se vio metamorfoseado, luego, por apariciones m¨¢s subrepticias, m¨¢s furtivas, m¨¢s sigilosas. Pero, incluso cuando no se escuchaba, "estaba" ah¨ª, acechando, y volv¨ªa a aparecer disfrazado de los m¨¢s fantasiosos ropajes. En el int¨¦rprete interes¨®, sobre todo, su capacidad para hacer persistir ese n¨²cleo como centro, para no dejar que, en ning¨²n momento, se olvidara. Andrea Lucchesini lo logr¨® sobradamente, y tradujo los pentagramas de Berio con una amplia gama de ataques y una tensi¨®n interpretativa fuera de toda discusi¨®n.
Ensems 2004
Andrea Lucchesini, piano. Obras de Scarlatti, Berio y Beethoven. Teatro Talia. Valencia, 19 de mayo de 2004.
Antes, cuatro sonatas de Scarlatti, con sus vertiginosos recorridos por el teclado y su tintineo dieciochesco, permitieron al pianista lucirse en cuanto a gracia latina condimentada con un toquecito sentimental. Despu¨¦s vino Beethoven, pero no cualquier Beethoven. La n¨²m. 29. La Sonata Hammerklavier.
Quiz¨¢ no haya un momento m¨¢s glorioso en toda la historia de la m¨²sica que ese sorprendente (y consecuente) arrancar del fugato en el Allegro inicial (siempre advertidos sobre el valor de la fuga en el ¨²ltimo movimiento, descuidamos la polifon¨ªa del primero, posiblemente m¨¢s fresco y m¨¢s bello). Quiz¨¢ no haya una meditaci¨®n m¨¢s ensimismada que la del Adagio sostenuto. Y quiz¨¢ no haya ninguna obra de arte donde se expresen de forma tan manifiesta las habilidades del creador (sabido es que Beethoven, aqu¨ª, no se limita a desarrollar una sonata, ni a exhibir el dominio de las formas contrapunt¨ªsticas, sino que engloba todo ello -y m¨¢s- en un concepto nuevo e irresistible). Sin embargo y, al mismo tiempo, el creador aparece desnudo, solo, y noblemente resignado.
Por todo ello, la Hammerklavier es casi imposible de tocar. No por las dificultades t¨¦cnicas -que las tiene, y muchas-, sino porque parece ut¨®pico pretender transformar en sonido sentimientos tan complejos y encontrados. De hecho suele resistirse, incluso, a los m¨¢s grandes int¨¦rpretes. Aunque ellos, tercos (qu¨¦ bonito) lo intentan una y otra vez. Y siempre se les escapa algo, porque es un manantial inagotable. Ese reto permanente constituye, probablemente, su mayor grandeza.
Lucchesini intent¨® abarcarla. Me pareci¨® que no lo consegu¨ªa, y la causa no fue, desde luego, que "tocara mal". Todo lo contrario: toc¨® muy bien. Pero a¨²n quedaba en esa obra mucho Beethoven sin salir a la luz, como siempre. Porque ?qui¨¦n conseguir¨ªa iluminarlo del todo?
Tu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo
?Quieres a?adir otro usuario a tu suscripci¨®n?
Si contin¨²as leyendo en este dispositivo, no se podr¨¢ leer en el otro.
FlechaTu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PA?S desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripci¨®n a la modalidad Premium, as¨ª podr¨¢s a?adir otro usuario. Cada uno acceder¨¢ con su propia cuenta de email, lo que os permitir¨¢ personalizar vuestra experiencia en EL PA?S.
En el caso de no saber qui¨¦n est¨¢ usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contrase?a aqu¨ª.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrar¨¢ en tu dispositivo y en el de la otra persona que est¨¢ usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aqu¨ª los t¨¦rminos y condiciones de la suscripci¨®n digital.