Agua de La Meca en la peluquer¨ªa
Varios procesados en los atentados del 11-M se reun¨ªan en el local de uno de ellos en Lavapi¨¦s
Amer Azizi hablaba como si se supiera los 6.226 vers¨ªculos del Cor¨¢n. Sol¨ªa tomar t¨¦ y merendar en el restaurante La Alhambra, por la calle del Tribulete, en Lavapi¨¦s.
Los clientes le recuerdan como una persona amable, de maneras refinadas, trato educado y aspecto seguro. Dec¨ªan que trabajaba en la construcci¨®n. Le gustaba relacionarse con los obreros y comerciantes del barrio. Nada de peque?os traficantes de droga ni atracadores de turistas. Se dejaba caer a media tarde por La Alhambra. Su t¨¦, su merienda, a veces su cena. Buenas noches y hasta ma?ana. As¨ª, hasta que dos aviones derribaron las Torres Gemelas de Nueva York. Desde aquel mes nadie conoce su paradero. Y Azizi pas¨® a convertirse en una leyenda entre algunos marroqu¨ªes del barrio. Una m¨¢s.
Aunque hace m¨¢s de treinta a?os que nadie se re¨²ne en los corralones de Lavapi¨¦s para jugar al juego que le dio nombre a la calle del Tribulete, aunque hay fruter¨ªas con productos ¨¢rabes, espa?oles, indios y latinos, aqu¨ª todo el mundo se conoce.
Hace tres a?os, en el distrito de Embajadores, al que pertenece Lavapi¨¦s, hab¨ªa 1.170 ecuatorianos censados, 1.080 marroqu¨ªes, 300 chinos, 240 colombianos, 174 filipinos, 100 banglades¨ªes... M¨¢s de 50 nacionalidades. Pero Lavapi¨¦s a¨²n conserva el sabor de esos pueblos encajonados en el centro de grandes capitales, a diez minutos caminando de la Puerta del Sol y a otro tanto del museo Reina Sof¨ªa. Sin un Vips o un McDonald's, pero muchos sitios con su clientela fija.
Beber agua de La Meca no significa ser un terrorista. Es como beberla de Lourdes
La gente de La Alhambra sabe distinguir entre un camello de poca monta y un traficante de hach¨ªs con conexiones en B¨¦lgica y Holanda, conoce qui¨¦n anda en el negocio de la prostituci¨®n y qui¨¦n parece llevar en la cabeza las 114 suras (cap¨ªtulos) del Cor¨¢n con sus 6.226 aleyas. Algunos, hasta pueden saber qui¨¦n tiene influencias en los campos de entrenamiento de Al Qaeda m¨¢s rec¨®nditos.
Hace tres a?os era muy dif¨ªcil imaginar un v¨ªnculo claro entre la calle Tribulete y las aldeas pastunes de Afganist¨¢n. Pod¨ªa parecer rid¨ªculo que en las mismas sillas donde ahora se sienta una pareja de novios punkis con la cresta roja se sentara un tipo que se hab¨ªa adiestrado en Afganist¨¢n en el manejo de armas y explosivos y que reclutaba voluntarios para enviarlos a Bosnia o Afganist¨¢n. Ahora, nada de eso suena rid¨ªculo.
La misi¨®n de Azizi, alias Othman Al Andalusi, tambi¨¦n conocido como Omar de Espa?a, era precisamente ¨¦sa: reclutar j¨®venes y enviarlos a los campamentos de Al Qaeda. Para que luchasen despu¨¦s donde hiciera falta; en Bosnia, Chechenia, Indonesia o Afganist¨¢n.
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Y todo eso, ah¨ª, en la calle del Tribulete, a diez minutos caminando de la Puerta del Sol. La polic¨ªa deb¨ªa tener sus buenos contactos en esa calle. Porque a las pocas semanas del 11-S el juez Garz¨®n averigu¨® que Omar Azizi hab¨ªa mantenido contactos con el argelino Mohamed Belfatmi, quien particip¨® en labores de apoyo a Mohamed Atta, el jefe de los pilotos suicidas, y con Ramzi Binalshib, quien coordin¨® todo el ataque desde el suelo norteamericano.
Garz¨®n logr¨® saber tambi¨¦n que Azizi ten¨ªa contactos con un karateca indonesio de nombre Parlindungan Siregar, Parlin para la polic¨ªa. Parlin hab¨ªa abandonado sus estudios de aeron¨¢utica en Madrid y se hab¨ªa trasladado a la isla de Sulawesi para montar un campamento de muyahidin. Y desde all¨ª ped¨ªa dinero a sus "hermanos" espa?oles para comprar armas.
?Qui¨¦nes eran esos "hermanos" espa?oles y d¨®nde se encontraban? Dos d¨ªas despu¨¦s del atentado del 11 de marzo en Madrid era detenido el due?o de locutorio el Nuevo Siglo, frente al restaurante La Alhambra, Jamal Zougam. Demasiado tarde, pero detenido al fin. La polic¨ªa crey¨® haber dado con uno de esos "hermanos".
El Tunecino estaba unido a la c¨¦lula que mat¨® en Casablanca a 45 personas
-Estoy seguro de que Zougam no tiene nada que ver con los atentados- declara el due?o de otro locutorio en la calle del Tribulete-. Puede que a ¨¦l le hayan comprado 30 tarjetas, pero ¨¦l no ten¨ªa por qu¨¦ saber para qu¨¦ las quer¨ªan. Si hasta algunos de los que iban en los aviones que se estrellaron contra las Torres Gemelas no sab¨ªan exactamente cu¨¢l era el plan... ?Por qu¨¦ ten¨ªa que saber Jamal nada?
Zougam se encuentra ahora en prisi¨®n acusado de comprar las tarjetas prepago que accionaron las mochilas bomba en los trenes de la muerte. Al ense?arle varias fotograf¨ªas de distintas personas, dos testigos reconocieron a Zougam "sin ning¨²n g¨¦nero de dudas", como uno de los individuos que subi¨® al tren de Alcal¨¢ de de Henares y dej¨® en un vag¨®n una de las mochilas asesinas. Otro testigo dibuj¨® un retrato robot de uno de los terroristas, y su imagen reflejaba "claramente" el rostro de Jamal.
-?C¨®mo se puede estar tan seguro de la cara de alguien con la cantidad de gente que hay a esa hora en un tren?- pregunta un cliente de La Alhambra.
Jamal Zougam ha declarado que en el momento en que estallaron los trenes se encontraba durmiendo. Y nadie de los consultados en la calle del Tribulete que Zougam tenga algo que ver en los atentados del 11-M. Todos en La Alhambra saben que Zougam estaba siendo investigado por la polic¨ªa por su supuesta vinculaci¨®n a una c¨¦lula de Al Qaeda desarticulada en noviembre de 2001 en Espa?a y encartado tambi¨¦n en un sumario por su relaci¨®n con los atentados de Casablanca del 16 de mayo de 2003 donde murieron 45 personas, cuatro de ellas espa?olas.
-Si es que adem¨¢s esa tarde, la tarde del 11 de marzo, vimos a Jamal tan tranquilo. Todo el mundo es de carne y hueso. A veces discutes con un amigo por la ma?ana y se te nota el malestar por la tarde. ?C¨®mo iba a estar ¨¦l tan tranquilo ese d¨ªa? En esos momentos todos pens¨¢bamos que era ETA, y creo que Jamal tambi¨¦n lo pensaba.
Una comisi¨®n rogatoria francesa registr¨® la casa de Jamal el 10 de agosto de 2001, justo un mes antes del 11-S. All¨ª encontraron un papel con la anotaci¨®n del tel¨¦fono de Amer Azizi. Faltaban a¨²n tres a?os para los atentados del 11-M. Todos en Lavapi¨¦s sab¨ªan eso o algo similar acerca del due?o del locutorio. Pero nunca se demostr¨® fehacientemente su intervenci¨®n en nada. As¨ª que Jamal Zougam, el due?o del locutorio, segu¨ªa acudiendo a beber t¨¦ a La Alhambra.
La vida en La Alhambra antes del 11 de marzo discurr¨ªa con la mansedumbre de siempre. De vez en cuando llegaba Rafa Zuheir con chicas de Europa del Este. Y en La Alhambra se dec¨ªa que estaba relacionado con el mundo de la prostituci¨®n y de la droga.
Aparec¨ªa por all¨ª el mec¨¢nico Mohamed Bekkali, estudiante de f¨ªsica aplicada, a quien los due?os consideraban y consideran una bell¨ªsima persona; llegaba tambi¨¦n con sus hijos Mohamed el Hadi Chedadi, el due?o de una tienda de venta de camisas al por mayor, Faisal Alluch, que trabaja fabricando letreros luminosos de publicidad. En una mesa pod¨ªa sentarse el honrado peluquero Abdelhouahid Berraj y en otra Rachid Adli, de quien todos comentaban que no le gustaba trabajar, que su hermano lo hab¨ªa colocado en su carnicer¨ªa, pero el muchacho prefer¨ªa vender drogas o robar m¨®viles.
La inmensa mayor¨ªa de los clientes de La Alhambra son gente trabajadora que s¨®lo pretende descansar un rato entre amigos. Tomando un t¨¦. Ahora se encuentran con que muchos de sus contertulios est¨¢n en prisi¨®n. Desde Jamal, hasta Rafa Zuheir, quien aparec¨ªa con mujeres del Este, hasta el estudiante de f¨ªsica aplicada Mohamed Bekkali o Rachid Adli. Todos ellos, acusados de colaborar con los siete suicidas.
Abdelhouahid Berraj, el due?o de la peluquer¨ªa Abdul, tambi¨¦n fue detenido. Los polic¨ªas expertos en terrorismo islamista indicaron que en su peluquer¨ªa de la calle del Tribulete sol¨ªa reunirse un grupo de islamistas, entre los cuales se encontraba alg¨²n autor material del atentado y el propio Jamal, el due?o del locutorio. En las reuniones de la peluquer¨ªa, seg¨²n los expertos en terrorismo, se se realizaba peri¨®dicamente "un acto de purificaci¨®n mediante la ingesti¨®n de agua santa de La Meca".
Cuando escuchan esa versi¨®n, los clientes de La Alhambra se r¨ªen.
-Beber agua de La Meca no significa nada, es como beberla de Santiago de Compostela o de Lourdes.
El propio due?o de la peluquer¨ªa, quien ha pasado dos meses en la c¨¢rcel y ha de personarse una vez a la semana ante la polic¨ªa, sonr¨ªe tambi¨¦n cuando oye hablar del agua de La Meca. Tiene agua, claro que tiene agua en la peluquer¨ªa, pero eso no es una arma de destrucci¨®n masiva.
?Y las reuniones de los terroristas en la peluquer¨ªa?
?Qu¨¦ reuniones? El propietario no conoce a nadie de los que se suicidaron en Legan¨¦s. A su amigo Jamal Zougam, el due?o del locutorio, s¨ª, claro que lo conoce. Pero est¨¢ seguro de que Zougam no tuvo nada que ver con los atentados del 11-M. Abdul, el due?o de la peluquer¨ªa, no quiere salir en los papeles. Dice que a ra¨ªz de todo esto ha perdido la mitad de su clientela. ?l s¨®lo quiere que su abogado, de oficio, aclare cuanto antes la verdad y seguir yendo a La Alhambra, como siempre a ver a los amigos, a charlar.
Siempre resulta agradable ir a un sitio donde conoces a todo el mundo y todo el mundo te conoce. La Alhambra. Muy de vez en cuando, y la ¨²ltima vez fue hace m¨¢s de a?o y medio, se dejaba ver por La Alhambra un tipo con gafas, dientes salidos y aspecto pulcro. Era Jamal Ahmidan, alias El Chino.
Regentaba una tienda de ropa en Lavapi¨¦s, pero en La Alhambra se comentaba que era todo un traficante de droga, no un peque?o camello. Se dec¨ªa tambi¨¦n que en Marruecos mat¨® a una persona, que cumpli¨® cinco a?os de c¨¢rcel, que logr¨® escapar sobornando a los funcionarios y que no le iban mal las cosas en Espa?a. La familia del Chino, desmiente esas c¨¢balas. Y en medio de toda la telara?a de rumores, s¨®lo una cosa parece clara, algo en lo que coinciden los clientes de La Alhambra y los detenidos por el 11-M en sus declaraciones a la polic¨ªa: el Chino que sali¨® de la c¨¢rcel no ten¨ªa nada que ver con el que entr¨®.
En alg¨²n momento alguien le hizo ver la diferencia entre un traficante disoluto preocupado s¨®lo de s¨ª mismo, y un muyahid, un luchador por una causa justa, noble, grandiosa, una causa que le permitir¨ªa redimirse de todos sus pecados y alcanzar la gloria eterna.
De golfillo a h¨¦roe, de vividor a m¨¢rtir. Sus contactos en el mundo de la droga los pod¨ªa poner al servicio de la causa, de la gran causa.
Pero los contactos del Chino llegaban hasta donde llegaban: B¨¦lgica, Holanda y los camellos de Lavapi¨¦s. El Chino no pod¨ªa ser el interlocutor de Al Qaeda en Madrid. No ten¨ªa pedigr¨ª ni autoridad moral suficiente. Detr¨¢s de ¨¦l, moviendo los hilos m¨¢s largos de la lucha, se hallaba un personaje que no frecuentaba La Alhambra ni la calle del Tribulete: Sharhane Ben Abdelmajid Fakhet, alias El Tunecino.
La polic¨ªa conoc¨ªa bastante bien al Tunecino. Sab¨ªa que era licenciado en Econ¨®micas, que estudiaba el doctorado en la universidad Aut¨®noma de Madrid. A ¨¦l y a otros cuatro suicidas de Legan¨¦s la polic¨ªa los ten¨ªa m¨¢s que localizados.
De hecho, la foto que ha aparecido de ¨¦l en los peri¨®dicos hablando por un m¨®vil procede de un v¨ªdeo que la polic¨ªa grab¨® en el marco de una investigaci¨®n sobre una c¨¦lula de Al Qaeda que inici¨® el juez Baltasar Garz¨®n en 1995 y concluy¨® en noviembre de 2001.
Los expertos en terrorismo islamista sab¨ªan que el Tunecino resid¨ªa en el Parque de las Avenidas, en un barrio pr¨®ximo a la mezquita de la M-30. Pod¨ªan saber, incluso, que era un magn¨ªfico vendedor de pisos, que bati¨® el r¨¦cord de ventas en un mes dentro de la agencia donde trabajaba.
Metiendo la mano en el caj¨®n de las cerezas y tirando de alguna de ellas, la polic¨ªa pudo darse cuenta de que muy cerca de El Tunecino andaba Mustafa El Mymouni, conocido como Mustaf¨¢, miembro de la organizaci¨®n terrorista Salafia Jihadia, detenido en Marruecos por su participaci¨®n en los atentados de Casablanca del a?o pasado.
Los investigadores supieron que Mustaf¨¢, el Tunecino y hasta el propio Azizi, antes del 11-S, sol¨ªan mantener reuniones donde "se exaltaba la Jihad, se defend¨ªan los valores del muyahid y se decid¨ªa qui¨¦n viajar¨ªa a constituirse en un guerrero isl¨¢mico para combatir a los enemigos del Islam".
Esas reuniones, seg¨²n los agentes, se celebraron en el piso de Faisal Alluch, otro de los marroqu¨ªes que sol¨ªan acudir a La Alhambra. Sus conocidos aseguran que Faisal, quien se dedica a fabricar letreros luminosos, jam¨¢s colaborar¨ªa en una matanza. Faisal Alluch, rechaz¨® la acusaci¨®n. Y finalmente ha sido puesto en libertad.
As¨ª pues, la polic¨ªa sab¨ªa que los terroristas que perpetraron la matanza de Casablanca estaban vinculados al Tunecino. Y que el Tunecino, a pesar de que viv¨ªa en el barrio del Parque de las Avenidas, cerca de la mezquita de la M-30, la m¨¢s grande y famosa de Madrid, hab¨ªa captado a gente en el barrio de Lavapi¨¦s. Y que lo hab¨ªa hecho a trav¨¦s de El Chino, un traficante con conexiones en B¨¦lgica y Holanda.
Pero lo que faltaba a los agentes por conocer era el v¨ªnculo exacto entre el Tunecino y un antiguo minero de Avil¨¦s, con antecedentes penales, llamado Jos¨¦ Emilio Su¨¢rez Trashorras. Tirando del hilo despu¨¦s se sabr¨ªa que Emilio conoci¨® en la c¨¢rcel a Rafa Zuheir, el que iba a La Alhambra acompa?ado de mujeres del Este. Y Rafa le present¨® al Chino. Los tres se reunieron en un McDonald's que hay junto al hospital 12 de octubre. El Chino quer¨ªa explosivos y Emilio Su¨¢rez sab¨ªa c¨®mo proporcionarlo. El coche lo iba a poner Rafa Zuheir, un Volkswagen Golf negro para ir desde Madrid a Oviedo.
Hab¨ªa que conseguir los explosivos en la madrugada del 28 al 29 de febrero. Y no iba a ser nada f¨¢cil hacerlo. Pero ¨¦sa, es otra historia.
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