?Qu¨¦ est¨¢ pasando con Lula?
Comienzan a aparecer signos preocupantes que pueden hacernos pensar que el Gobierno de Lula no va por buen camino. La popularidad del presidente, que se hab¨ªa mantenido hasta ahora en t¨¦rminos aceptables, se encuentra en los niveles m¨¢s bajos. ?Estamos asistiendo, como se dec¨ªa recientemente en este peri¨®dico, al "declive de Lula"? Es demasiado pronto, creo, para hablar de declive. Le queda todav¨ªa al Gobierno bastante m¨¢s de la mitad de su mandato y no hay que minusvalorar la acreditada capacidad de Lula para superar situaciones dif¨ªciles. Ese salto brusco del Lula "irresistible" al Lula "caducado" que algunos quieren ver es, me parece, excesivo. En todo caso, conviene esperar y, prudentemente, hablar por ahora de una crisis de gobierno, que s¨ª que existe, y analizar, de la forma m¨¢s objetiva posible, su alcance y su significado.
Lamentablemente, un pol¨ªtico tan perspicaz como Lula no ha sido capaz de vencer la peligrosa y f¨¢cil tentaci¨®n de atribuir los problemas a una conspiraci¨®n que, en este caso, habr¨ªa que sobrentender que es conservadora. Pero esta explicaci¨®n no se sostiene; no vale decir ahora que las clases pudientes no pueden soportar a un ex tornero al frente del pa¨ªs. Sabe bien Lula qui¨¦nes le eligieron, y por qu¨¦ y para qu¨¦ lo hicieron, y conoce tambi¨¦n el fuerte apoyo del que, a pesar de todo, sigue gozando. Ante esta demag¨®gica y gen¨¦rica acusaci¨®n a los conservadores, el ex-presidente Cardoso ha reaccionado inmediatamente: ?qui¨¦nes son los conservadores?, le pregunta a Lula, ?son aquellos que dentro del PT se revuelven contra el Gobierno o son los verdaderos conservadores que apoyan con entusiasmo su pol¨ªtica macroecon¨®mica? No es mala pregunta.
Mejor ser¨ªa dejar por ahora tranquilos a los conservadores porque en este a?o y medio nada han hecho para merecer la atenci¨®n del presidente que no sea darle un amplio margen de confianza. La actual crisis pol¨ªtica tiene que ver con otros asuntos: con la corrupci¨®n que ha salido a la luz con el caso Waldomiro; con la intranquilidad existente en el seno del PT, y con la retirada t¨¢ctica de sus socios parlamentarios ante las pr¨®ximas elecciones municipales. Si dejamos de lado la corrupci¨®n (que, como es bien visible, no se trata de una cuesti¨®n menor) todos los dem¨¢s problemas forman parte de ese gran laberinto de la econom¨ªa en el que se diluye el debate pol¨ªtico en Brasil en estos momentos. Si todo fuera bien, todos se apuntar¨ªan al ganador, pero como va solo regular, el que m¨¢s o el que menos quiere quitarse lastre para las pr¨®ximas elecciones.
Porque, si los par¨¢metros macroecon¨®micos siguen siendo aceptables, la econom¨ªa real no acaba de despegar. La recuperaci¨®n econ¨®mica, tantas veces anunciada, no se llega a producir, y los datos de empleo son decepcionantes. El descontento social existente ante este panorama es explicable. Menos explicable es, sin embargo, la rara unanimidad con la que las fuerzas sociales atribuyen todos los males a la pol¨ªtica macroecon¨®mica del Gobierno. Cualquiera dir¨ªa, leyendo los peri¨®dicos y escuchando a determinados pol¨ªticos, que la piedra filosofal para la resoluci¨®n de los actuales problemas se encuentra, lisa y llanamente, en el mantenimiento o en la disminuci¨®n de los tipos de inter¨¦s. Pero las cosas no son as¨ª de sencillas. El ministro de Hacienda, objeto de todas las cr¨ªticas y a quien Lula sigue apoyando contra viento y marea, se defiende diciendo que ¨¦l hace sus deberes y que los dem¨¢s tienen que hacer los suyos y no los hacen. Probablemente tiene raz¨®n. Los Sin Tierra est¨¢n actuando con m¨¢s violencia que nunca en la ocupaci¨®n de fincas, los programas de lucha contra la esclavitud y el analfabetismo est¨¢n bloqueados, y la reforma agraria apenas se ha iniciado. El mismo programa Feme Zero ha quedado reducido a poco m¨¢s que a un eslogan. El Gobierno est¨¢ dividido, es cierto, y ah¨ª est¨¢ el origen inmediato y visible de la crisis actual. Pero adem¨¢s, y esto podr¨ªa ser lo m¨¢s grave, la gesti¨®n de algunos ministerios se est¨¢ mostrando claramente ineficaz y ello explica su preocupante paralizaci¨®n actual. La responsabilidad, en cualquier caso, le llega directamente al presidente.
Abril, que parece ser un mes malo para los gobiernos en Brasil, fue aciago para Lula por causas pol¨ªticas y sociales muy diversas; pero el problema de fondo, que viene de lejos, es el de la falta de iniciativa y la falta de capacidad del Gobierno para acometer las profundas reformas que exige el pa¨ªs y con las que se comprometi¨® en su campa?a. Llevar a cabo esas reformas no se resuelve solamente con ret¨®rica y con discursos ideol¨®gicos, sino con la "modesta" eficacia que requiere la soluci¨®n de los problemas inmediatos que presenta la compleja realidad brasile?a. ?No es plausible pensar que los ciudadanos brasile?os eligieron a Lula porque pensaron que iba a poder hacer con el apoyo del PT lo que Cardoso no pudo por la oposici¨®n del mismo?
Formuladas as¨ª las cosas, se caer¨ªan por tierra ideas como las de una posible cuarta v¨ªa que ha alimentado quiz¨¢s sue?os imposibles y que explican la decepci¨®n actual en algunos intelectuales y artistas por la pol¨ªtica de Lula. Pero no nos equivoquemos, porque el problema de fondo no es ese. Lo que Lula necesitar¨ªa, creo yo, es tomar las riendas de la gobernaci¨®n; rodearse de un equipo de gobierno con la suficiente visi¨®n pol¨ªtica y la capacidad t¨¦cnica necesaria para poner en marcha los proyectos y los programas hoy estancados. No ha sido buena la ocupaci¨®n de grandes espacios de la administraci¨®n por gentes del PT, buenos pol¨ªticos, quiz¨¢s, pero, por lo que se ve hasta el momento, no tan buenos gestores. Era ¨¦sta una hipoteca que Lula, tal vez, ha tenido que pagar y que ha venido a a?adir, a la inmensa burocracia heredada, nuevos factores de ineficacia.
Me atrevo a pensar que en dicha ineficacia, muy relacionada con una falta de autoridad que es para muchos preocupante, puede estar el tal¨®n de Aquiles de la experiencia de Lula. Despu¨¦s de m¨¢s de un a?o de gobierno, la izquierda brasile?a tiene ante s¨ª una gran responsabilidad: saber plasmar su ideario a trav¨¦s de una gesti¨®n social y pol¨ªtica que logre demostrar que su horizonte ut¨®pico se puede ir haciendo realidad cada d¨ªa en las vidas concretas de los que pusieron su confianza en el mensaje del presidente. Est¨¢ siendo muy comentado en Brasil un documental sobre Glauber, el gran realizador cinematogr¨¢fico brasile?o, que forma ya parte de los mitos de la izquierda ut¨®pica y revolucionaria. Arnaldo Jabor, que comparti¨® esos mitos, ha alertado sobre el riesgo de que la crisis actual del Gobierno pudiera hacer pensar a algunos que era consecuencia de una decadencia de los tiempos de la utop¨ªa. No es as¨ª, dice Jabor, los tiempos de Glauber forman parte del pasado y fueron, como sabemos hoy, inoperantes; y afirma: "La democracia que vivimos es nuestra ¨²nica posibilidad de progreso". Una democracia que se hace realidad cada d¨ªa, sin aspavientos, a trav¨¦s de una inteligente y eficaz gesti¨®n de la cosa p¨²blica en beneficio de los mas desfavorecidos.
Ser¨ªa un error minusvalorar la crisis actual del Gobierno brasile?o; est¨¢ sobre la mesa y Lula tendr¨¢ que echar mano de sus conocidas dotes pol¨ªticas para resolverla. Pero no deber¨ªamos olvidar los progresos realizados en estos quince meses y, menos a¨²n, el enorme caudal de confianza que suscit¨® en todo el mundo la llegada al poder de la izquierda brasile?a con un discurso ilusionante, equilibrado e integrador. Ese discurso sigue siendo necesario; habr¨¢ que dar a Lula un margen de confianza para que, a partir de la experiencia adquirida, lo adapte a las nuevas circunstancias, recupere autoridad y baje de las alturas para hacer frente a la gobernaci¨®n del pa¨ªs con los mejores hombres posibles. S¨ª, habr¨¢ que dar un nuevo margen de confianza a Lula para que la esperanza que suscit¨® su llegada al poder no se convierta en desilusi¨®n. Y hay que reconocer que es el sentimiento de desilusi¨®n el que prevalece en estos momentos en muchos sectores de la sociedad brasile?a sobre la capacidad de Lula para llevar a buen puerto su ambicioso proyecto de cambio social.
Antonio S¨¢enz de Miera dirige un observatorio en Brasil sobre la pol¨ªtica social del Gobierno de Lula.
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