Regreso al Watergate
Bush afirmar¨¢ que es el l¨ªder moral de Estados Unidos y que su misi¨®n es llevar la bondad al mundo. Pero, como replic¨® Mae West cuando le preguntaron c¨®mo hab¨ªa conseguido su impresionante colecci¨®n de diamantes, "la bondad no tuvo nada que ver". Estados Unidos no se fund¨® sobre la noci¨®n de bondad ut¨®pica. Muy al contrario, los redactores de nuestra Constituci¨®n, una colecci¨®n de pesimistas con una profunda desconfianza hacia el poder pol¨ªtico, establecieron un cortafuegos que separaba el Gobierno en tres partes enfrentadas. A diferencia de lo que sucede en Inglaterra, donde el primer ministro forma tambi¨¦n parte del Parlamento, los presidentes estadounidenses no forman parte del Congreso. Esto hace m¨¢s grave el hecho de que la claque de Bush / Rumsfeld no comunicara al Congreso el esc¨¢ndalo de las torturas en Abu Ghraib. Las sesiones evocan momentos anteriores de oscuridad en nuestra psique nacional: Vietnam, la masacre de My Lai y el Watergate, cuando el pa¨ªs escuch¨® d¨ªa tras d¨ªa el proceso para inculpar a Nixon. En estilo y contenido, las actuales sesiones tienen el mismo ritmo, breve y directo. Unos cuantos senadores y congresistas, arrastrando lac¨®nicamente las palabras, murmuran frases sobre el patriotismo a lo James Stewart, y despu¨¦s se lanzan a rematar, pidiendo la dimisi¨®n de Rumsfeld.
Aunque las sesiones no tratan, ni van a tratar, de la inculpaci¨®n, con las elecciones de noviembre a la vuelta de la esquina, el lenguaje transmite el sonido del Watergate. En un plano subliminal, la implicaci¨®n de "los de m¨¢s arriba" nos lleva a la pel¨ªcula sobre el Watergate, Todos los hombres del presidente, cuando Robert Redford y Dustin Hoffman preguntan a Garganta Profunda: "?Hasta d¨®nde llega esto?". "Hasta m¨¢s arriba". "?Cu¨¢nto m¨¢s arriba?". "Muy arriba". Todos nos sabemos el di¨¢logo de memoria. En la actual reproducci¨®n de las sesiones del Congreso, el di¨¢logo es el siguiente: "El uso de la tortura, de la humillaci¨®n sexual, llega a pelda?os m¨¢s elevados de la escalera". "?Cu¨¢nto m¨¢s arriba?". "?Qu¨¦ le dijo realmente Rumsfeld a Bush?". "?Qu¨¦ sab¨ªa el presidente?". Las entregas semanales de nuevas revelaciones en The New Yorker, New York Magazine, Newsweek, The New York Times y CNN completan el cuadro de la situaci¨®n para el p¨²blico.
Nadie se traga el gui¨®n interpretado por Rumsfeld de que unos cuantos ni?atos reservistas de Virginia Occidental dise?aron los grotescos malos tratos carcelarios en Abu Ghraib. En tiempos menos pol¨ªticamente correctos, a los pobres rurales de la zona monta?osa de Virginia Occidental, Georgia y Carolina del Norte los llamaban poor white trash o rednecks [ga?anes; literalmente, cuellos rojos]. Uno de los que interrogaban a Rumsfeld pregunt¨® si el secretario de Defensa hab¨ªa esperado que unos reservistas sin instrucci¨®n "que probablemente nunca hab¨ªan o¨ªdo hablar de Ginebra, y mucho menos de la Convenci¨®n de Ginebra" se pusieran al mando en Irak sin supervisi¨®n alguna. Lo que el pa¨ªs oye es no s¨®lo que Rumsfeld destituy¨® a los militares que advirtieron contra el hecho de ir a Irak con pocos medios, no s¨®lo que Rumsfeld despreci¨® las normas de la Convenci¨®n de Ginebra, sino que ahora quiere que la poblaci¨®n m¨¢s pobre, los chicos que ni siquiera pudieron conseguir un trabajo en Wal-Mart, se lleven los golpes por ¨¦l.
Bush y Rumsfeld se mantienen incre¨ªblemente arrogantes; incluso han insinuado que hay que investigar el servicio del candidato dem¨®crata Kerry en Vietnam. Cuando el analista Chris Mathews pidi¨® en un programa de televisi¨®n al humorista pol¨ªtico Hill Mahrer su opini¨®n respecto a la afirmaci¨®n de los republicanos de que Kerry no merec¨ªa las medallas conseguidas en Vietnam (se conceden autom¨¢ticamente a los soldados que participan en combates fuertes), Mahrer replic¨® descaradamente: "Vosotros, los de los medios, ni siquiera deber¨ªais hacer esta pregunta. Aqu¨ª no hay noticia. Ten¨¦is a dos ricachos salidos de Yale aspirando a la presidencia. Uno fue de voluntario a Vietnam. El otro se escap¨® y se emborrach¨®". En esta extra?a primavera, Bush, el predicador de la moral, est¨¢ cediendo el paso a Bush el aventurero imprudente, que ha sumido al mundo en el caos, que ha provocado enormes p¨¦rdidas en vidas, que le ha costado a este pa¨ªs m¨¢s de 200.000 millones de d¨®lares por una guerra injusta, y que ha puesto al resto del mundo en nuestra contra.
Los porcentajes de aprobaci¨®n de Bush se han desplomado desde el 75% hace un a?o al 42%, un m¨ªnimo inaudito para un presidente en el cargo. Hace s¨®lo un a?o, hasta The New Yorker apoyaba la guerra. El columnista de The New York Times Thomas Friedman, que tambi¨¦n la apoyaba, pide ahora la dimisi¨®n de Rumsfeld. David Brooks, uno de los columnistas m¨¢s conservadores de The New York Times, se pregunta ahora por qu¨¦ acept¨® con tanta facilidad la ideolog¨ªa radical de Bush. El paso a dos de John Kerry con su amigo republicano John McCain (Kerry le ofreci¨® la vicepresidencia, una fusi¨®n que McCain ha rechazado) es temporalmente ¨²til. Los moderados republicanos necesitan creer que pueden desentenderse de Bush. La siguiente sesi¨®n de fotos para ¨¦ste ser¨¢ el 6 de junio en Normand¨ªa, donde rendir¨¢ honores a los soldados que murieron el d¨ªa D. Pues bien, George W. y Laura no pueden acudir a la graduaci¨®n universitaria de su hija por culpa de las manifestaciones. Bush no puede posar con el padre de Nick Berg, que afirma que su hijo muri¨® por los pecados de Bush y Rumsfeld. No puede posar con las viudas del 11-S, que han celebrado sus propias sesiones contra la Administraci¨®n. Y no puede posar con el sindicato de polic¨ªa en la convenci¨®n que celebrar¨¢ en Nueva York en agosto. Los polic¨ªas respaldan a Kerry. Pero para ganar en noviembre, los dem¨®cratas deben abandonar la idea desfasada de que ellos son los intrusos, cuando son la corriente principal.
Barbara Probst Solomon es periodista y escritora estadounidense. Traducci¨®n de News Clips.
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