El gobierno de la econom¨ªa andaluza
El desarrollo econ¨®mico reciente de Andaluc¨ªa y su modernizaci¨®n son innegables. Otra cosa es que no queden sombras o lo dif¨ªcil que resulta determinar con precisi¨®n qu¨¦ parte de esos procesos se ha producido gracias a nuestra capacidad intr¨ªnseca de avanzar o solamente en funci¨®n de impulsos e inercias procedentes de nuestro entorno. Es complicado saberlo, aunque quiz¨¢ lo m¨¢s realista sea considerar que se ha producido una mezcla de ambos empujes.
En el campo espec¨ªfico de la econom¨ªa tampoco es f¨¢cil valorar con pleno acierto la naturaleza efectiva de los cambios que se han producido.
No voy a referirme ahora a algunas transformaciones positivas bien evidentes, ni a algunas otras negativas, como sobre todo las que tienen que ver con el empleo y en general con el funcionamiento de los mercados laborales. Ambas se supeditan a factores de car¨¢cter estructural sobre los que yo creo que hay que meditar preferentemente.
En este ¨²ltimo sentido me parece que la econom¨ªa andaluza sigue teniendo dos graves problemas, si bien es verdad que en la actualidad no presentan la misma gravedad que hace tan s¨®lo unos pocos a?os.
El primero es que Andaluc¨ªa no ha sido capaz de modificar sustancialmente su patr¨®n de especializaci¨®n productiva. Su actividad sigue siendo b¨¢sicamente extractiva, demasiado intensiva en el uso de recursos naturales y todav¨ªa muy polarizada en una serie de actividades caracterizadas por su escasa aportaci¨®n absoluta y relativa de valor a?adido.
Eso significa ni m¨¢s ni menos que la andaluza se muestra a¨²n como una econom¨ªa perif¨¦rica. Las econom¨ªas centrales logran atraer hac¨ªa ellas los centros de gravedad de los procesos productivos, y son capaces de diversificar su perfil productivo y de crear redes y sinergias que le permiten crecer a base de la competitividad que proporcionan la calidad y la organizaci¨®n. Por el contrario, las econom¨ªas perif¨¦ricas son difusas, polarizadas y desarticuladas; m¨¢s bien son enclaves que verdaderos polos de atracci¨®n de los procesos econ¨®micos de mayor valor y con m¨¢s capacidad para crear actividad y empleo. Est¨¢n obligadas a competir por la empobrecedora v¨ªa de los bajos precios.
El segundo gran problema es que Andaluc¨ªa a¨²n no ha acertado a gobernar su econom¨ªa en el sentido en que esto puede hacerse hoy d¨ªa en nuestro mundo. Obviamente, eso tiene en parte que ver con el hecho, quiz¨¢ insoslayable, de que la globalizaci¨®n liberal implica que los gobiernos dispongan ahora de mucha menor capacidad de maniobra econ¨®mica. Pero eso es una cosa y otra es renunciar completamente a generar las necesarias contratendencias que permitan que Andaluc¨ªa se haga un sito algo m¨¢s privilegiado en su entorno.
Abordar estos dos problemas no es asunto balad¨ª, sino algo que necesita estrategias complejas y firmes. Me referir¨¦ solamente a tres prerrequisitos que considero esenciales.
El primero, evitar el coyunturalismo que lleva a centrar compulsivamente la atenci¨®n en cuestiones que no son las m¨¢s importantes para nuestra transformaci¨®n econ¨®mica.
El segundo, lograr que la Administraci¨®n p¨²blica auton¨®mica se convierta en un imprescindible factor de impulso y regeneraci¨®n que acelere los cambios en lugar de frenarlos al actuar como un lastre pesado, como una r¨¦mora de las decisiones pol¨ªticas.
El tercero, disponer de un verdadero espacio de coordinaci¨®n de la pol¨ªtica socioecon¨®mica. La gesti¨®n econ¨®mica gubernamental no puede reducirse a garantizar la disciplina presupuestaria, ni preocuparse m¨¢s por el gasto que se realiza que por el que se deja de hacer para que la sociedad se transforme. Debe impulsar, guiar, integrar y reforzar la acci¨®n de los dem¨¢s ejes de la decisi¨®n pol¨ªtica en los campos de la actividad socioecon¨®mica.
Nuestra comunidad se juega mucho en esta legislatura porque el entorno econ¨®mico va a ser mucho m¨¢s competitivo y dif¨ªcil. Nuestra econom¨ªa no puede quedar al socaire de los vientos de la globalizaci¨®n, necesita contrapesos. Para ello es m¨¢s preciso que nunca su buen gobierno, es decir, coordinaci¨®n, capacidad de generar horizontes, inteligencia para crear su propio modelo, y referencias y marcos de comportamiento adecuados para todos los agentes sociales.
Juan Torres L¨®pez es catedr¨¢tico de Econom¨ªa Aplicada de la Universidad de M¨¢laga.
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