Una orquesta suntuosa
Con el op.77 de Brahms revive siempre la antigua pol¨¦mica de si est¨¢ escrito contra el viol¨ªn -presumiblemente engullido por el imponente peso que la orquesta tiene- o contra la orquesta (personalmente, nunca he entendido esta segunda visi¨®n). Lo cierto es que Gil Shaham concili¨® ambos elementos porque, sin ceder protagonismo, su viol¨ªn se integr¨® totalmente dentro del suntuoso sonido de la Orquesta de Filadelfia. Le proporcionaba ¨¦sta un m¨¢gico acolchamiento (?vaya cuerdas!), y se le ajustaba con una sincronizaci¨®n perfecta. Perfecta porque iba mucho m¨¢s all¨¢ de las barras de comp¨¢s y planteaba un concepto totalmente unitario del fraseo. Es cierto que, a veces, se echaba a faltar algo m¨¢s de presencia del instrumento solista, pero dicha falta se refer¨ªa m¨¢s al volumen que al liderazgo. La cercan¨ªa entre solista y orquesta tuvo, incluso, un correlato f¨ªsico: tan juntos estaban a veces Shaham y Eschenbach que hubo cierto riesgo de choque entre los respectivos brazos izquierdos. La acentuada tendencia del violinista a girarse hacia el director hizo que el sonido se proyectara, en mayor medida, hacia la tribuna derecha, cuyos ocupantes deb¨ªan estar encantados. La cadenza del primer movimiento, donde Shaham subray¨® la faceta ¨ªntima m¨¢s que la meramente virtuos¨ªstica, contribuy¨® tambi¨¦n a la visi¨®n de este Brahms. El entusiasmo del p¨²blico hacia el violinista fue premiado, luego, con la Gavotte de la Partita n¨²m. 3 de Bach, impecablemente le¨ªda.
Ciclo "Compositores del siglo XX"
Orquesta de Filadelfia. Christoph Eschenbach, director. Gil Shaham, viol¨ªn. Obras de Brahms y Shostak¨®vich. Palau de la M¨²sica. Valencia, 28 de mayo de 2004.
Tras el descanso, vino la D¨¦cima de Shostak¨®vich, donde la cuerda continu¨® hechizando a todos. El primer movimiento proporcion¨® a los chelos y, luego, a las violas, preciosas ocasiones en las que lucirse. Tambi¨¦n hubo para las maderas -y trompas- momentos muy vistosos, aunque su acabado no fuera tan convincente. La conducci¨®n de Eschenbach fue clara y eficaz, pero le falt¨® trazar un hilo conductor que guiara al oyente a lo largo de esta sinfon¨ªa. Un hilo que transcurre a trav¨¦s de los motivos, obsesivos y persistentes, que aparecen en la obra. La angustia, pero tambi¨¦n el sarcasmo y la relativizaci¨®n de las cosas circula por ellos, en una trayectoria an¨ªmica que no puede describirse con palabras, pero que Shostak¨®vich s¨ª que consigui¨® trasladar a la m¨²sica. Eschenbach ley¨® correctamente estos pentagramas, pero no tradujo el implacable interrogante que subyace en ellos. Sobre todo el Moderato inicial, guiado con un tempo muy lento y una mirada algo desva¨ªda, no fue plasmado con la tensi¨®n necesaria. Como regalo, la obertura de Russlan y Ludmila. No ven¨ªa mucho a cuento, tras ese Shostak¨®vich. Pero la tocaron muy bien.
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