Terremotos saud¨ªes
En Arabia Saud¨ª suceden demasiadas cosas no explicadas que ponen al propio pa¨ªs como a todos los aliados de este Estado de significaci¨®n estrat¨¦gica profunda ante dilemas terribles. Las informaciones sobre los atentados, al parecer en cadena, sucedidos a lo largo de dos d¨ªas en la costa oriental han sido tan confusas que se hace dif¨ªcil calibrar su gravedad y sus consecuencias.
Cada d¨ªa son mayores las evidencias de que la Monarqu¨ªa teocr¨¢tica wahabista es incapaz de legitimarse ante sus ciudadanos con su combinaci¨®n de oscurantismo religioso y de alegre cosmopolitismo tan comprensivo con el poder del d¨®lar y de sus inmensas reservas petrol¨ªferas. Salvo los grandes beneficiados por su riqueza natural, nadie ni dentro ni fuera puede ya defender a este Estado que utiliza su opulencia para financiar a los enemigos de las democracias en la perfecta quimera de poder conseguir as¨ª una seguridad propia.
Es un hecho que la Monarqu¨ªa saud¨ª ha tenido en cuenta los intereses de las democracias occidentales durante muchas d¨¦cadas. No lo es menos que las democracias occidentales han aceptado con inmensa complacencia sus c¨®digos no ya medievales, sino profundamente represivos y crueles. Pero de la estabilidad de este pa¨ªs y la regi¨®n depende hoy por hoy el bienestar y la prosperidad de la mayor parte del globo, de forma que una Arabia Saud¨ª sumida en el caos y la coacci¨®n terrorista tendr¨ªa pr¨¢cticamente maniatado al mundo libre.
Es absurdo pretender, como hace la Monarqu¨ªa saud¨ª, luchar contra el terrorismo isl¨¢mico cuando se invierten sumas ingentes y de forma continua en darle razones para existir y actuar. Al menos dos decenas de muertos, que podr¨ªan haber sido muchos m¨¢s -los terroristas tuvieron en sus manos en cierto momento hasta 242 personas, en gran parte extranjeras-, demuestran que Arabia Saud¨ª, en estos tiempos tan peligrosos, sigue apostando por la represi¨®n contra los enemigos de la Monarqu¨ªa y la incentivaci¨®n para quienes desde posiciones id¨¦nticas eligen otro enemigo exterior. Ni la estabilidad del Estado saud¨ª ni el mundo pueden permitirse que se mantenga este estado de cosas.
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