Sostenibilidad y medio ambiente
Uno de los principales problemas del mundo es la degradaci¨®n ecol¨®gica que se traduce en una p¨¦rdida exponencial de la biodiversidad del planeta. Los problemas ecol¨®gicos, aunque cruciales a largo plazo, no resultan explosivos de forma inmediata. No es cuesti¨®n de subestimarlos, aun cuando desde la ¨¦poca en que entraron en el debate p¨²blico, los a?os setenta, hayan tendido a discutirse err¨®neamente en t¨¦rminos de un inminente apocalipsis. Sin embargo, que el efecto invernadero pueda no causar un aumento del nivel de las aguas del mar que anegue Bangladesh y los Pa¨ªses Bajos en 2010, o que la p¨¦rdida diaria de un desconocido n¨²mero de especies tenga precedente, no es motivo de satisfacci¨®n. Un ¨ªndice de crecimiento econ¨®mico similar al de la segunda mitad del siglo XX, si se mantuviese indefinidamente (en el supuesto de que fuera posible), tendr¨ªa consecuencias catastr¨®ficas para el entorno natural de la Tierra, incluyendo a la especie humana. No destruir¨ªamos totalmente el planeta ni lo har¨ªamos totalmente inhabitable, pero con toda seguridad cambiar¨ªamos las directrices de la vida en la biosfera, alterando enormemente la din¨¢mica de los ecosistemas y haci¨¦ndolos impracticables para la especie humana, al menos tal y como la conocemos y en su n¨²mero actual. Adem¨¢s, el ritmo al que la tecnolog¨ªa moderna ha aumentado nuestra capacidad de modificar el entorno es de tal magnitud que el tiempo del que disponemos para afrontar el problema no debe contarse en siglos, sino en d¨¦cadas.
El desarrollo sostenible ser¨¢ incompatible con una econom¨ªa mundial basada en la b¨²squeda ilimitada de beneficios
La pol¨ªtica ecol¨®gica debe ser radical y realista a la vez. Las soluciones de mercado no son ninguna de las dos cosas
Son muchas las personas que ya han entendido, al menos intuitivamente, que la continua degradaci¨®n ecol¨®gica puede llegar a cobrarse un alto precio econ¨®mico. Desgraciadamente son todav¨ªa escasos los modelos econ¨®micos que incorporen la degradaci¨®n y la destrucci¨®n de los ecosistemas de la Tierra. Tan s¨®lo desde fechas muy recientes tenemos informaci¨®n que nos suministran estudios independientes que reflejan los efectos econ¨®micos del deterioro ecol¨®gico a escala mundial, del que la deforestaci¨®n es el efecto m¨¢s visible.
?Qu¨¦ podemos hacer ante este desaf¨ªo global? Como respuesta a la crisis ecol¨®gica que estamos sufriendo s¨®lo podemos decir tres cosas con razonable certidumbre. La primera es que esta crisis debe ser afrontada de forma planetaria m¨¢s que local, aunque ganar¨ªamos tiempo si la mayor fuente de contaminaci¨®n global, el 4% de la poblaci¨®n mundial vive en los Estados Unidos, tuviera que pagar un precio realista por la gasolina que consume.
La segunda, que el objetivo de la pol¨ªtica ecol¨®gica debe ser radical y realista a la vez. Las soluciones de mercado, como la de incluir los costes de la degradaci¨®n ambiental en el precio que los consumidores pagan por sus bienes y servicios, no son ninguna de las dos cosas. En el caso de EE UU, los intentos m¨¢s modestos de aumentar el impuesto energ¨¦tico ha desencadenado dificultades pol¨ªticas insuperables. La evoluci¨®n de los precios del petr¨®leo desde 1973 ha demostrado que, en una sociedad de libre mercado, el efecto de multiplicar de doce a quince veces en seis a?os el precio de la energ¨ªa no hace que disminuya el consumo, sino que se consuma con mayor eficiencia, al tiempo que se impulsan enormes inversiones para hallar nuevas fuentes de energ¨ªa que sustituyan el irreemplazable combustible f¨®sil. A su vez, estas nuevas fuentes de energ¨ªa volver¨ªan a hacer bajar el precio del petr¨®leo, fomentando un consumo m¨¢s derrochador.
Por otra parte, propuestas como las de un mundo de crecimiento cero, por no mencionar fantas¨ªas como el retorno a la presunta simbiosis primitiva entre el hombre y la naturaleza, resultan totalmente impracticables pese a su radicalidad. El crecimiento cero en la situaci¨®n actual congelar¨ªa las desigualdades entre los pa¨ªses del mundo, algo que resulta mucho m¨¢s tolerable para los pa¨ªses m¨¢s desarrollados que para los del Tercer Mundo. En cualquier caso, ricos o pobres, los partidarios de las pol¨ªticas ecol¨®gicas ten¨ªan raz¨®n. El ¨ªndice de desarrollo debe reducirse a un desarrollo "sostenible" -t¨¦rmino deliberadamente ambiguo e impreciso- a medio plazo, mientras que a largo plazo tendremos que buscar alguna forma de equilibrio entre la humanidad, los recursos (renovables) que consume y las consecuencias que sus actividades generan en el medio ambiente.
?C¨®mo ser¨¢ este equilibrio? ?A qu¨¦ nivel de tecnolog¨ªa, poblaci¨®n y consumo ser¨¢ posible? Los cient¨ªficos y tecn¨®logos deber¨¢n establecer las bases que eviten el colapso ecol¨®gico, pero sin duda ¨¦ste no es un problema cient¨ªfico-tecnol¨®gico, sino pol¨ªtico y social. Una cuesti¨®n parece meridianamente clara, el desarrollo sostenible ser¨¢ incompatible con una econom¨ªa mundial basada en la b¨²squeda ilimitada de beneficios econ¨®micos por parte de un sistema empresarial que compite en un mercado libre globalizado. Desde el punto de vista ambiental, si la humanidad y la Tierra han de tener futuro, el capitalismo neoliberal salvaje no deber¨ªa tenerlo.
Cada individuo y cada pa¨ªs tendremos que pasar un examen en el que responderemos a las grandes cuestiones medioambientales. Y las generaciones futuras nos juzgar¨¢n de una forma u otra seg¨²n podamos o no dar marcha atr¨¢s a la degradaci¨®n del planeta y erradicar la situaci¨®n de inhumana pobreza en la que se hallan millones de personas en todo el mundo.
Arturo Goldarazena Lafuente es doctor en Ciencias y miembro de la Sociedad de Ciencias Aranzadi.
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