La Fura

El ¨²ltimo espect¨¢culo de La Fura dels Baus se titula Matria 1. Lo estuvimos viendo en El Ejido; estreno mundial en su estupendo festival de teatro, que cumple 27 a?os. Ojal¨¢ s¨®lo habl¨¢ramos de El Ejido para hablar de teatro y no de otro tipo de dramas.

Para Matria 1, La Fura ha comprado un barco, Naumon, y ha montado en ¨¦l un peculiar espacio esc¨¦nico. Todo muy "furero", como les gusta decir a ellos. Los espectadores vamos subiendo a bordo, inquietos por el recuerdo de otros montajes. Se oyen comentarios: "?Nos tirar¨¢n pedazos de carne?", dice alguien a mi espalda. "A m¨ª me lanzaron una bombona de butano", oigo a mi derecha. La noche es hermosa en Almerimar, el puerto deportivo de El Ejido, donde el Naumon lleva atracado dos o tres d¨ªas. Al oeste se ve la silueta del Mulhac¨¦n. Por el este va alz¨¢ndose una enorme luna casi llena. Nos sobran dos entradas, dos amigos no han podido venir, pero no tenemos problemas en colocarlas. Las localidades se han agotado hace varios d¨ªas y hay gente que peregrina por las taquillas en busca del milagro. Un milagro parece estar viviendo la muchacha a la que le ofrecemos una entrada. Lo que quiero decir es que La Fura tiene adeptos. O adictos.

Los guardias jurados abren la verja que permite la entrada al barco. Los espectadores vamos distribuy¨¦ndonos; unos por la bodega del barco, otros por la cubierta. Suenan unos inquietantes coros femeninos, que se repiten como una letan¨ªa. Es la est¨¦tica furera. Miramos unos monitores de televisi¨®n en los que se nos invita a movernos por el barco. "Caminar es conocer¡¤, repiten.

A las diez de la noche, un poco pasadas, comienza el show, como dice una voz femenina. Lo llama as¨ª, show, y eso ya me da mala espina. (Tambi¨¦n me da mala espina que a Megino le guste La Fura para inaugurar los Juegos Mediterr¨¢neos). La voz da las instrucciones: deambular, caminar, moverse libremente por el barco. Hay dos escenarios, dos lugares donde suceden cosas. Uno es la bodega, que pronto se inunda de gente sudorosa. Otro es la cubierta, donde se est¨¢ m¨¢s fresquito. Los monitores que nos invitaban a caminar retransmiten simult¨¢neamente lo que sucede.

Yo, que soy muy obediente, hago lo que me han dicho, subo y bajo, deambulo; pero durante todo el tiempo tengo la impresi¨®n de estar perdi¨¦ndome algo, lo m¨¢s interesante. Cuando estoy en cubierta imagino que lo mejor sucede en la bodega. Pero cuando bajo es inevitable pensar que el verdadero espect¨¢culo tiene lugar arriba. Supongo que soy un espectador burgu¨¦s.

A las once en punto termina todo. Veintitr¨¦s euros por nada. Eso pienso. No creo haber asistido a ning¨²n espect¨¢culo. He presenciado, s¨ª, un par de escenas visualmente impactantes (en esto La Fura sigue siendo muy h¨¢bil), alg¨²n gui?o culturalista y dos met¨¢foras muy evidentes. Recuerdo la primera vez que los vi; transgred¨ªan todos los l¨ªmites, y eso me gustaba. Hoy salgo del barco pensando en una frase de Chesterton: "Son los l¨ªmites precisamente los que nos hacen libres". Y camino de casa me da por pensar que lo m¨¢s trasgresor que hoy puede hacer La Fura dels Baus es representar a Echagaray.