El terror franquista
Retorna -ha dicho Jorge Sempr¨²n- la "memoria roja" y eso es, a la vez, inevitable y saludable. Resulta evidente que un d¨ªa hab¨ªa de hacerlo despu¨¦s de muchos a?os de sufrimiento y silencio. Pasando las p¨¢ginas de los libros que se refieren a ella se tiene una sensaci¨®n muy diferente y, a la vez, no tan dis¨ªmil de la producida con la lectura de los diarios de V¨ªctor Klemperer durante la Alemania nazi. ?ste, profesor jud¨ªo, fue sintiendo un progresivo ahogamiento personal ante la indiferencia de la mayor parte de la poblaci¨®n. Los derrotados espa?oles de 1939 experimentaron este estrangulamiento de una forma m¨¢s inmediata, incluso instant¨¢nea. No hubo tanto indiferencia como perduraci¨®n de odios mutuos y sobre todo un terrible, abrumador silencio.
Todav¨ªa carecemos de un estudio completo y global acerca del terror franquista. Tan s¨®lo el editado por Santos Juli¨¢ se refiere al n¨²mero de v¨ªctimas mortales, pero para llegar a entender el peso y la significaci¨®n del fen¨®meno resulta preciso apreciar otros aspectos y matices. Los cuatro libros que se rese?an son de distinto car¨¢cter y condici¨®n. El de D¨ªaz Balart, que ya ha hecho otras publicaciones de m¨¦rito sobre la cuesti¨®n, se refiere al universo penitenciario, a la redenci¨®n de penas y a la vuelta a la vida civil de los antiguos penados. Est¨¢ muy bien informado aunque no aporte novedades tan sustanciales. Tambi¨¦n Sevillano es un autor universitario con otros estudios acerca del franquismo. Este libro trata de aspectos muy diversos, con citas bibliogr¨¢ficas originales e incluso con apelaci¨®n a los archivos p¨²blicos. De particular inter¨¦s es cuanto hace referencia a las milicias de Falange. Acosta y sus colaboradores son, en su mayor¨ªa, historiadores amateurs, pero proporcionan informaci¨®n acerca de un aspecto poco conocido de la represi¨®n franquista, el trabajo forzado. La construcci¨®n del canal del Guadalquivir supuso una importante ampliaci¨®n de los regad¨ªos con escaso gasto del Estado y en beneficio de unos grandes propietarios que vieron revalorizadas sus tierras. A quienes trabajaban all¨ª en r¨¦gimen de semiesclavitud se les denominaba "rojilllos", con t¨¦rmino no muy diferente al que hoy sigue empleando el supuesto humorista Campmany ("rogelios"). Se trata de una aportaci¨®n muy nueva y precisa a la que hay que sumar las reflexiones, sobre las que m¨¢s adelante volver¨¦. Finalmente, el trabajo de m¨¦rito m¨¢s dudoso es el escrito por Armengou y Belis, siempre a trav¨¦s de fuentes secundarias y testimonios orales y, adem¨¢s, contradictorio en cuanto a las cifras.
Estos dos ¨²ltimos autores tienen raz¨®n, no obstante, en una reflexi¨®n. No es cierto que la transici¨®n haya seguido una voluntaria pol¨ªtica de amnesia y que por ello exista una democracia incompleta. Pero los sucesivos gobiernos no han querido enfrentarse con el pasado con una voluntad construida con rigor y voluntad de reconciliaci¨®n. El retorno de la "memoria roja" puede hacer olvidar que existe "la memoria azul". Cualquier reflexi¨®n acerca de aquello de lo que hizo un bando debe acompa?arse, en paralelo, de la relativa a aquello de que fue autor (o podr¨ªa, caso de haber triunfado) el otro. Exige, adem¨¢s, rigor: Benedetto Croce escribi¨® que ¨¦l no har¨ªa nunca la historia del fascismo pero que era muy consciente de que, de intentarse, deb¨ªa hacerse con precisi¨®n. En casi todos falta una comparaci¨®n sobre de lo sucedido en otras latitudes en circunstancias semejantes. Eso parece hacer recaer una responsabilidad singular sobre la totalidad o una parte de la sociedad espa?ola de entonces.
Si se parte de estas realidades se conseguir¨¢ avanzar en una profunda reflexi¨®n moral, tan imprescindible como la relativa a Auschwitz o a la protagonizada por los intelectuales de la Europa del Este ante el Gulag. Reyes Mate, en el libro de Acosta y otros, y Sevillano, en el suyo, aportan citas muy oportunas. Este mundo de la represi¨®n nos recuerda que en todo hombre, como dej¨® constancia Hannah Arendt, existe una semilla de crueldad que crece en determinadas circunstancias. Se convierte, en ese momento, en un ser animalizado por la propia m¨¢quina que ha creado. Recordar este pasado, por ingrato que sea, para los que lo sufrieron o los descendientes de quienes lo practicaron, fueron indiferentes o lo padecieron de modo indirecto, tiene un profundo efecto cat¨¢rtico.
Conviene a?adir dos reflexiones morales m¨¢s. Una se refiere a los t¨¦rminos. Emplear "holocausto" o "genocidio" para referirse a lo sucedido en 1939 es impropio e irrespetuoso, por m¨¢s que haya utilizado los t¨¦rminos Preston. Mucho m¨¢s ponderado y matizado parece el juicio de un testigo y protagonista como Carrillo (en el libro de Armengou-Belis). Por otro lado, a riesgo de no entender nada, el franquismo no puede limitarse a la represi¨®n y corremos el peligro de concentrar en ella todos los estudios cient¨ªficos. El reto consiste en investigar los a?os sesenta y setenta. En ellos las l¨ªneas de responsabilidad son menos n¨ªtidas. Pero subsiste un interrogante y, en el fondo, una culpa colectiva. Ni unos fueron capaces de evolucionar ni otros tuvieron la suficiente fuerza como para librarse de un r¨¦gimen inaceptable.
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