Un cultivo que agoniza
La ca?a de az¨²car, amenazada por la baja rentabilidad y el auge urban¨ªstico
No hace ni 20 a?os, la franja costera de Torremolinos ofrec¨ªa una imagen bien distinta a la actual. A pie de playa, donde ahora se levantan urbanizaciones con suntuosos jardines y bloques de pisos con precios imposibles, se extend¨ªan vastas plantaciones de ca?a de az¨²car, por entonces un negocio bastante rentable para los propietarios de estos terrenos. Dos d¨¦cadas despu¨¦s, en esta zona no queda ni una sola plantaci¨®n de ca?a. Ni en Torremolinos ni en otras localidades costeras cuyo microclima tropical las convert¨ªa en lugares id¨®neos para este tipo de cultivo, como Marbella, San Pedro de Alc¨¢ntara, Fuengirola o V¨¦lez M¨¢laga.
Por aquel entones se llegaron a producir 200.000 toneladas anuales de ca?a de az¨²car, producci¨®n que ahora mismo apenas si ronda las 25.000 toneladas en toda la provincia de M¨¢laga. La ca?a de az¨²car s¨®lo sobrevive a duras penas en las plantaciones existentes en el Valle del Guadalhorce y en Torre del Mar, en la costa oriental malague?a. En total, en M¨¢laga se destinan hoy d¨ªa 486 hect¨¢reas al cultivo de la ca?a de az¨²car.
El kilo de ca?a, que se paga entre tres y cinco c¨¦ntimos, apenas ha variado en 20 a?os
Las causas de la agonizante situaci¨®n que vive la ca?a de az¨²car son diversas. Antonio Garrido, propietario de una plantaci¨®n de ca?a de az¨²car en el Valle del Guadalhorce, apunta tres que para ¨¦l son determinantes: la escasa rentabilidad del producto, la falta de ayudas de las distintas administraciones y el desaforado crecimiento urban¨ªstico en las zonas costeras. "El precio del kilo de ca?a no ha variado por lo menos en los ¨²ltimos 20 a?os. Te dan entre tres y cinco c¨¦ntimos de euro por kilo, as¨ª que no se planta porque no sale rentable", explica Garrido, que hered¨® el oficio de su abuelo y de su padre.
Garrido posee una plantaci¨®n de 16 fanegas (unas 10 hect¨¢reas). Desde su campo, a la vera del r¨ªo Guadalhorce, se puede observar el verde tapete de un campo de golf que ahora ocupa lo que antes era una plantaci¨®n de ca?a. "La gente que ten¨ªa tierras en la zona de la costa las vendi¨® para hacer pisos como ocurri¨® en Torremolinos. Otros del interior las alquilan por unos 500 euros mensuales para que las exploten con otros cultivos, como el aguacate o los melones franceses", explica.
La recolecci¨®n de la ca?a se inicia a principios de abril. Garrido comenz¨® la recolecci¨®n de la ca?a de sus tierras hace un mes y medio y tiene previsto acabarla en apenas 15 d¨ªas. Para este cometido, que se sigue realizando como se hac¨ªa hace cinco siglos cuando los ¨¢rabes introdujeron la ca?a en la pen¨ªnsula Ib¨¦rica, cuenta con una cuadrilla de trabajadores vecinos del municipio de Alm¨¢char. Como para cortar la ca?a, a mano, hay que quemar, los trabajos empiezan bien temprano, aunque este a?o las temperaturas han ayudado a soportarlo mejor.
Jos¨¦ Ruiz, Antonio Palma y Juan Enrique Palma son tres de los recolectores que trabajan en las tierras de Garrido. Su jornada est¨¢ marcada por la cantidad de ca?a que han de recolectar para llegar al cupo diario que fija la f¨¢brica que compra la ca?a, la Azucarera Guadalfeo de Motril (Granada).
Sus caras y ropas tiznadas de holl¨ªn dan fe de la dureza de su trabajo. Primero prenden fuego a las ca?as y despu¨¦s las cortan y apilan. "Gracias a Dios ya no tenemos que cargar las 10 o 12 toneladas que cortamos al d¨ªa en los remolques, que de eso se encarga la m¨¢quina, pero antes era mucho m¨¢s duro", indica Jos¨¦ Ruiz mientras da buena cuenta de su almuerzo a la sombra de las ca?as. "Esto no est¨¢ valorado. Ni para el propietario, que cobra nada, ni para los trabajadores, que cobramos menos. Por eso apenas hay gente que quiera trabajar en esto", explica Juan Enrique Palma. "Ahora lo hacen los ecuatorianos", a?ade.
Pese a que se afanan por mantener el cultivo, todos contemplan el futuro con pesimismo. Saben que desaparecer¨¢, y ellos se resisten, pero para las generaciones j¨®venes no hay ning¨²n atractivo que les haga dedicarse a la ca?a de az¨²car.
"Esto est¨¢ abocado a desaparecer. No contamos con el apoyo de la Administraci¨®n auton¨®mica y en Europa les da igual. S¨®lo cobramos un dinero por ser un cultivo totalmente ecol¨®gico", apostilla Garrido, quien cifra en no m¨¢s de cinco a?os la desaparici¨®n de este cultivo en M¨¢laga. Garrido, como la mayor¨ªa de los productores de la provincia, vende su cosecha a una cooperativa de Churriana, que a su vez negocia con la f¨¢brica transformadora Azucarera Guadalfeo.
Tras el cierre de la planta de transformaci¨®n azucarera en M¨¢laga en 1992, la producci¨®n procedente de esta provincia se traslad¨® a las f¨¢bricas que la Azucarera Guadalfeo tiene en Motril y en Salobre?a. Estar a expensas de un ¨²nico fabricante es otro de los factores que inciden negativamente en los productores de ca?a. Ellos se han de encargar de costear el transporte hasta la planta, con lo que se pierde rentabilidad.
Adem¨¢s, es el fabricante el que gestiona las ayudas que concede el Gobierno central para los productores, reparto que se hace en funci¨®n de las toneladas y del grado de riqueza de la ca?a que producen. En estos momentos, el porcentaje m¨ªnimo de riqueza est¨¢ establecido en 12,1% por tonelada, que se paga a unos 35 euros.
"La gente joven huye de este trabajo. Mis hijos ya no quieren saber nada, prefieren trabajar en otras cosas. Y yo los entiendo", afirma Antonio Garrido mientras se dispone a volver al tajo tras el almuerzo.
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