Una feria con historia
A prop¨®sito de la Feria del Libro de Madrid, nunca viene mal hacer algo de historia, sobre todo porque se trata de una de las pocas tradiciones urbanas que han pasado la dif¨ªcil prueba del tiempo.
Nace en 1933, del siglo pasado, a iniciativa de la entonces Escuela de Librer¨ªa de Madrid. Con alguna interrupci¨®n (1955) y alg¨²n cambio de localizaci¨®n (Barcelona, 1946 y 1952) y Sevilla (1948), la feria se instal¨® primero en el paseo de Recoletos, pas¨® por el paseo de Calvo Sotelo, e incluso, durante algunos a?os, comparti¨® su emplazamiento con otras zonas urbanas de Madrid. En 1967, la feria se instal¨® en el parque del Retiro, junto al estanque, primero, y junto a la antigua Casa de Fieras en el Paseo de Coches, desde 1970. Ininterrumpidamente, desde entonces, con la excepci¨®n del a?o 1981 (en que se movi¨® al Palacio de Cristal de la Casa de Campo), podemos decir que la Feria Nacional del Libro, despu¨¦s la Feria del Libro de Madrid, acab¨® por conocerse como la Feria del Retiro. Es ya una instituci¨®n firmemente consolidada, que est¨¢ ya en su 63? edici¨®n.
En 1967, la feria se instal¨® en el parque del Retiro, junto al estanque
Durante los ¨²ltimos a?os, grande ha sido el esfuerzo y visibles sus resultados
La feria goz¨® siempre de muy buena imagen y su desarrollo sigui¨® una curva ascendente en visitantes y cifras de ventas, con algunas excepciones notables, cuya reflexi¨®n debe estar siempre presente para ayuda de navegantes.
Tras tres a?os catastr¨®ficos de lluvias y de protestas ecologistas y para resolver la demanda de espacio en un emplazamiento limitado, como era el Paseo de Coches, la feria se traslada al Palacio de Cristal de la Casa de Campo. Estas instalaciones, casi abandonadas desde que terminaron las singulares Ferias del Campo, para las que hab¨ªan sido construidas, estaban en malas condiciones. Ifema todav¨ªa no las hab¨ªa adoptado. Carec¨ªan de buenos accesos y no funcionaba el aire acondicionado. El Palacio de Cristal se convirti¨® en una trampa perversa y esa edici¨®n de la feria fue un fracaso. Para colmo, frente a la implacable y feroz climatolog¨ªa de los a?os anteriores, durante los cuales los bomberos fueron visitantes habituales, no llovi¨® absolutamente nada e hizo un calor sofocante que el pabell¨®n acristalado multiplic¨® por efecto invernadero.
Por otra parte, la ampliaci¨®n generosa del espacio disponible fue aprovechada para promover la presencia indiscriminada de libreros, que acudieron en m¨¢s de un centenar y protagonizaron o alentaron las protestas. Las expectativas de venta no se cumplieron. La crisis subsiguiente dividi¨® a la profesi¨®n y, como consecuencia, origin¨® la convocatoria del Festival de Oto?o, exclusivamente de libreros, en la plaza Mayor, que tampoco funcion¨® y que tuvo una corta vida.
La Feria del Libro volvi¨® al Retiro, pero esta vez ya bajo la responsabilidad de los Libreros de Madrid, pues los editores tuvieron que renunciar a organizarla y convocaron, desde 1983, el Sal¨®n Internacional de Libro (LIBER) en la modalidad de feria profesional intensiva y de corta duraci¨®n.
Durante esta nueva etapa, cay¨® sobre la feria, antes nacional y ahora s¨®lo de Madrid, una suma diversa de circunstancias que desnaturalizaron relativamente la feria tradicional. Frente a un espacio en el que la casi totalidad estaba ocupada por editores de toda Espa?a y que ven¨ªa a constituir la mayor librer¨ªa posible donde encontrar todos los cat¨¢logos vivos, proliferaron las empresas de venta a cr¨¦dito y los libreros. A los editores se les asign¨® un lugar secundario, y se limit¨® su espacio a un m¨®dulo por empresa, independientemente a la amplitud de su fondo editorial. La feria gir¨® hacia una exposici¨®n de novedades y de best sellers, mon¨®tona y repetitiva, que no aportaba gran cosa a la oferta permanente del comercio tradicional. Y todo ello, aderezado con la agresiva presencia de los vendedores de cr¨¦dito o placistas, y con el espect¨¢culo pintoresco de las infinitas firmas de autores.
Poco a poco se fue comprobando que la feria se iba deteriorando. Hac¨ªa falta ya mucha imaginaci¨®n para aumentar el deterioro alcanzado. Sin embargo, y a pesar de todo, la feria sigui¨® contando con una alt¨ªsima capacidad de convocatoria entre la poblaci¨®n madrile?a y entre los medios de comunicaci¨®n, pero todos ¨¦ramos conscientes de la necesidad de replantearla o de reinventarla, antes de que muriera de aburrimiento.
Durante los ¨²ltimos a?os, grande ha sido el esfuerzo y visibles sus resultados. Una gesti¨®n independiente ha puesto gran parte de las cosas en su sitio, ha enriquecido sus propuestas, ha sido capaz de volver a restablecer una renovada colaboraci¨®n profesional sin exclusiones y se han vuelto a tener en cuenta las necesidades del sufrido lector haciendo de la feria un lugar ¨²til, bien organizado, agradable e imprescindible. Colores que diferencian los distintos tipos de oferta, especializaci¨®n de librer¨ªas por temas y tipos de libros, un orden interno basado en un l¨®gico inteligente en lugar del azar del sorteo. El lector y visitante ha sido escuchado y sus demandas, atendidas. Hoy podemos afirmar que se ha retornado lo mejor de esta ya vieja tradici¨®n madrile?a que tanto contribuye a dignificar el libro y la lectura. Larga vida, pues, a la Feria del Libro de Madrid.
Rafael Mart¨ªnez Al¨¦s es editor.
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