Diez horas de alta tensi¨®n
El encierro de 1.500 inmigrantes en la catedral de Barcelona acab¨® con el desalojo policial al amanecer
Antidisturbios en el altar de la catedral de Barcelona. Algunas carreras y golpes en la nave central. Bancos ca¨ªdos, desorden y griter¨ªo. Sobrecogedor. ?se era el espect¨¢culo pasadas las cuatro de la madrugada en el interior del templo, una escena dif¨ªcil de imaginar, incluso de recordar en tiempos pasados. Fue el final del encierro iniciado diez horas antes por 1.500 inmigrantes que durante una manifestaci¨®n por el centro de la ciudad decidieron encerrarse en uno de los templos m¨¢s significativos de la capital catalana. Otros 200 optaron por atrincherarse en la cercana iglesia del Pi. All¨ª no hubo desalojo y los encerrados abandonaron la iglesia a las ocho de la ma?ana de ayer. La exigencia: papeles para todos.
En una esquina del altar, un polic¨ªa con casco y escudo gritaba sin parar: "No habr¨¢ detenciones"
Las intensas negociaciones abiertas por representantes de las tres administraciones -el Gobierno central, la Generalitat y el Ayuntamiento de Barcelona-, C¨¢ritas y los pronunciamientos de asociaciones de inmigrantes, como Ibn Batuta, los sindicatos UGT y CC OO para que los encerrados abandonaran el templo no surtieron efecto. Se encerraron sobre las ocho de la tarde y estaban dispuestos a pasar, como m¨ªnimo, toda la noche en el templo. Ten¨ªan permiso para estar all¨ª hasta las nueve de la ma?ana.
Las dos primeras horas del encierro fueron relativamente tranquilas. Los inmigrantes se desperdigaron por el claustro y los bancos de la nave central para descansar. Se sacaron los zapatos pese a las reiteradas indicaciones de los agentes de seguridad, que ped¨ªan respeto al lugar a los encerrados. La puerta principal del templo fue cerrada sobre las diez de la noche. El avituallamiento era m¨ªnimo: botellines de agua que un grupo de voluntarios se encargaba de distribuir desde una puerta lateral, la ¨²nica que estaba abierta.
Algunos recluidos en el templo se colocaban donde pod¨ªan para dar una cabezada: en el suelo, las escaleras de las capillas, apoyados en los confesionarios. Algunos aprovechaban para rezar y se postraban junto a los atriles repletos de velas. De vez en cuando, se organizaban corros en torno a quienes parec¨ªan llevar la voz cantante. En especial uno, Enrique Mosquera, portavoz de la Asamblea por la Regularizaci¨®n sin Condiciones, la persona que ayer permaneci¨® inflexible en la postura de mantener el encierro: "Tengo informaciones que indican que la polic¨ªa est¨¢ dispuesta a entrar en cualquier momento", afirmaba meg¨¢fono en mano en el altar cuando pasaba de la una de la madrugada. Un poco antes, las furgonetas del Cuerpo Nacional de Polic¨ªa hab¨ªan abandonado la avenida de la Catedral. Pero los encerrados s¨®lo sab¨ªan lo que les dec¨ªa Mosquera, contrario a abandonar el recinto independientemente de cu¨¢l fuera el compromiso al que estuvieran dispuestas a llegar las administraciones. "Aqu¨ª s¨®lo cabe papeles para todos", insist¨ªa.
Mientras, la secretaria de Inmigraci¨®n de la Generalitat, Adela Ros; un responsable de Bienestar Social, otro de la Delegaci¨®n de Gobierno y Joan Albert Dalmau, gerente municipal de V¨ªa P¨²blica, se compromet¨ªan a garantizar que no habr¨ªa represalias si abandonaban el encierro. Intentaron convencer de ello al portavoz de los encerrados en una reuni¨®n improvisada en un edificio del Arzobispado anexo a la catedral, pero Mosquera sali¨® haciendo grandes aspavientos dedicados a la prensa: "El Gobierno del PSOE nos env¨ªa a la polic¨ªa", gritaba.
Tampoco la mediaci¨®n de la directora de C¨¢ritas en Catalu?a, N¨²ria Gispert, una defensora hist¨®rica de los d¨¦biles, logr¨® nada.
Algunos agentes de polic¨ªa detuvieron a inmigrantes en un control de identidad a quien pasaba por los alrededores del templo. Resultado: detenciones y traslados a la comisar¨ªa de la Verneda. Al filo de las cuatro de la madrugada, la polic¨ªa acordon¨® todo el per¨ªmetro de la catedral e hizo lo mismo en la iglesia del Pi. La entrada de los agentes en la catedral dejaba claro que el encierro no llegar¨ªa a las nueve de la ma?ana. Y as¨ª fue.
En el altar, formados, los agentes intentaban persuadir a los encerrados de que salieran. "No pasar¨¢ nada, no pasar¨¢ nada", insist¨ªan una y otra vez. La mitad de los encerrados dejaron el templo voluntariamente. Pero la otra mitad no quiso, espoleada por el portavoz de la asamblea, que fue uno de los que m¨¢s revuelo mont¨®. Algunos se resist¨ªan de forma pasiva a los intentos de los agentes de sacarles y muchos optaron por subir al altar central o bajar a las escaleras de la cripta. Carreras, gritos, zarandeos, alg¨²n golpe.
Tremendo espect¨¢culo. En una esquina del altar, un polic¨ªa, con casco y el escudo en la mano, gritaba sin parar: "No habr¨¢ detenciones, no habr¨¢ detenciones". Tras media hora de escaramuzas, todos optaron por salir, con las manos al aire y al grito de papeles para todos. Fuera les aguardaban los que hab¨ªan salido voluntariamente. Todos se pusieron frente al considerable dispositivo policial y volvieron a gritar. M¨¢s tensi¨®n. Poco a poco, la temperatura fue bajando y en manifestaci¨®n se dirigieron a la plaza de Catalunya. Despuntaba el d¨ªa.
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