Eurodesencanto
Cuando critico la deriva de la construcci¨®n europea, mis alumnos de sociolog¨ªa pol¨ªtica me acusan de euroesc¨¦ptico. Pero en mi defensa alego que s¨®lo soy un eurofrustrado: un eurodesilusionado, un eurodesencantado, pues se me est¨¢n agotando tanto la paciencia como la esperanza de que alg¨²n d¨ªa se cumpla la utop¨ªa europea.
Por euroescepticismo suele entenderse la defensa aut¨¢rquica de un soberanismo reaccionario, que s¨®lo busca explotar el proceso de integraci¨®n europea en el exclusivo beneficio de los m¨¢s estrechos intereses nacionales.
Es la postura del Partido Popular, sin complejos ni escr¨²pulos para dividir o bloquear Europa con tal de sacar partido y salir ganando.
Pero frente a ello existe otra posible actitud, no menos cr¨ªtica respecto a la marcha del proceso, pero cuyo escepticismo se funda en la evidente falacia de la Uni¨®n actual, que no responde en absoluto a los ideales del europe¨ªsmo pol¨ªtico supranacional. Es el eurodesencanto.
Hay que exigir la construcci¨®n 'desde abajo' de una democracia aut¨¦ntica en la UE
La Uni¨®n Europea carece de unidad pol¨ªtica porque, a falta de direcci¨®n estrat¨¦gica, s¨®lo sirve de arena de juego donde sus miembros persiguen como free riders sus respectivos intereses nacionales.
Por eso gusta tanto en Espa?a, pues pertenecer a la Uni¨®n Europea ampl¨ªa nuestra soberan¨ªa y desarrolla nuestras capacidades, al dotarnos de recursos externos y servirnos de disciplina interior. Y en lugar de una uni¨®n federal, la Uni¨®n Europea s¨®lo es una confederaci¨®n asim¨¦trica entre dos medianas potencias nucleares, un imperio industrial en declive y sus respectivas cohortes de Estados clientes.
Pero lo peor es su d¨¦ficit democr¨¢tico, pues su poder ejecutivo (la Comisi¨®n) no procede del Parlamento, al estar nombrado desde arriba por un poder absoluto e ilimitado (el Consejo, formado por la agregaci¨®n consociativa de los Gobiernos nacionales), que tampoco rinde cuentas ante el Parlamento.
No hay, por tanto, separaci¨®n de poderes ni tampoco control constitucional, y la futura Constituci¨®n ni siquiera merecer¨¢ tal nombre, al ser una Carta otorgada desde arriba sin proceso constituyente m¨ªnimamente representativo.
As¨ª que, como artefacto pol¨ªtico, la Uni¨®n Europea pertenece al absolutista despotismo ilustrado del Ancien R¨¦gime, pareci¨¦ndose m¨¢s a un redivivo Imperio Austro-h¨²ngaro que a un bismarckiano Cuarto Imperio Germ¨¢nico, esta vez afortunadamente pac¨ªfico y no violento.
En suma, la Uni¨®n Europea es una democracia de fachada, que encubre bajo su apariencia parlamentaria un r¨¦gimen predemocr¨¢tico, en todo semejante a aquellos feudalismos exportadores del Tercer Mundo, tipo Jap¨®n o Arabia Saud¨ª, que los occidentales tan ol¨ªmpicamente despreciamos.
Y para no enfrentarse a la necesidad hist¨®rica de proceder a su propia transici¨®n a la democracia (antes llamada revoluci¨®n burguesa), la Uni¨®n Europea se lanza a un proceso de expansi¨®n territorial, buscando ampliar su base demogr¨¢fica mediante sucesivas ampliaciones de apertura al exterior.
Por eso ahora acaba de pasar de 15 a 25 miembros, y ya se apuntan nuevos objetivos externos a conquistar, preferentemente en direcci¨®n a las reservas naturales de Siberia.
Mucho se critica el imperialismo estadounidense, con toda la raz¨®n. Pero la continua expansi¨®n de las fronteras de la Uni¨®n Europea no le va a la zaga, mediante sucesivas fusiones y adquisiciones de nuevos Estados a modo de OPAS amistosas que buscan obtener econom¨ªas de escala, ampliando el mercado cautivo que se rige por el Consejo de Administraci¨®n con sede en Bruselas.
El problema es c¨®mo absorber las econom¨ªas as¨ª fagocitadas por el eje Berl¨ªn-Par¨ªs, aut¨¦ntica boa constrictora que tarda lustros en poder digerir las paulatinas piezas que se cobra.
?Quiere decirse que no merece la pena participar el domingo en las elecciones a un ficticio Parlamento Europeo que s¨®lo legitima una democracia de fachada?
Nada de eso, justo lo contrario. Tenemos que enviar nuestros representantes a Estrasburgo, pero no para que defiendan all¨ª los intereses de los partidos nacionales, como se nos ofrece en algunas campa?as electorales, sino para exigir que en la Uni¨®n Europea se proceda a la construcci¨®n desde abajo de una democracia aut¨¦ntica.
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