"Me qued¨¦ de pie en la puerta del vag¨®n, si no..."
Clara Escribano Arenas es enfermera de pediatr¨ªa oncol¨®gica en el hospital 12 de Octubre. El 11 de marzo, a las ocho menos algo, esperaba el tren de cercan¨ªas para acudir a su trabajo, vestida con un pantal¨®n vaquero y un abrigo negro, "de ¨¦sos que son como de guata". Amanec¨ªa en la estaci¨®n de Santa Eugenia, la barriada en la que vive. "Primero lleg¨® el tren del Pozo, el que luego estall¨® en el Pozo del T¨ªo Raimundo, y lo dej¨¦ pasar. Luego lleg¨® el m¨ªo".
Esta mujer recuerda c¨®mo acababa de entrar en el tren, justo en el vag¨®n donde estall¨® la bomba. "Me qued¨¦ de pie en la primera puerta del vag¨®n que luego explot¨®... si no, no s¨¦, porque sol¨ªa ir a sentarme. Cuando el tren iba a echar a andar se produjo la explosi¨®n. Me acuerdo del olor a azufre, del fogonazo... del vac¨ªo". Clara Escribano, hoy d¨ªa presidenta de la Asociaci¨®n Afectados 11-M, entorna los ojos mientras recuerda. Dice que se encuentra bien, que puede seguir hablando. "Puedo, de verdad, puedo". Su voz se hace m¨¢s baja.
"Me qued¨¦ tirada en el suelo, con esa sensaci¨®n de vac¨ªo. Me acuerdo de que alguien me recogi¨® y me sac¨® del tren con otras personas". Lo recuerda perfectamente: "La persona que me sac¨® no la olvidar¨¦ nunca; se llama F¨¦lix. ?l sac¨® de all¨ª a mucha gente, a mucha, pero ¨¦l no quiere que se sepa su nombre, cree que no debe saberse su nombre".
Escribano sufre perforaci¨®n de t¨ªmpano, esguince cervical y tiene alojada metralla en los m¨²sculos de las v¨¦rtebras C-4 y C-5. Se toca el cuello, hace un peque?o giro de dolor y vuelve a entornar los ojos. "Mi marido me baj¨® a buscar, porque vivimos en Santa Eugenia", recuerda. Como recuerda tambi¨¦n que ese 11 de marzo su hijo mayor, de 18 a?os (tiene otro de 11), no fue a clase en el tren porque hab¨ªa huelga en su universidad.
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