300.000 presos se hacinan en Brasil
300 asesinatos en un a?o, 4.000 fugas, cr¨ªmenes y hacinamiento; un informe recoge el drama de las c¨¢rceles brasile?as
La matanza de m¨¢s de 30 presos en la c¨¢rcel de Benfica (R¨ªo de Janeiro) ha mostrado, una vez m¨¢s, la ley de la selva que impera en las prisiones brasile?as. El miedo a un nuevo estallido violento planea ahora en el penal de Bangu 3 (R¨ªo), que alberga una de las mayores concentraciones de presos de bandas de narcotraficantes rivales. Puede ocurrir en cualquier c¨¢rcel. El a?o pasado, 303 presos fueron asesinados por otros reclusos en distintos recintos y se produjeron m¨¢s de 4.000 fugas, seg¨²n datos de una exhaustiva investigaci¨®n sobre la situaci¨®n en las prisiones brasile?as que saldr¨¢ a la luz en los pr¨®ximos d¨ªas.
"Superpoblaci¨®n. Violencia. Corrupci¨®n. Condiciones carcelarias absolutamente inhumanas y degradantes. Hombres y mujeres tratados como animales. El sistema penitenciario de Brasil vive una crisis profunda", son algunas de las conclusiones de la soci¨®loga Julita Lembruger, despu¨¦s de recorrer durante seis meses las prisiones de diversos Estados de Brasil para un trabajo financiado por la Federaci¨®n de Industrias del Estado de R¨ªo de Janeiro, el Programa de Naciones Unidas para el Desarrollo (PNUD) y el Ministerio de Justicia. Julita Lembruger dirige el Centro de Estudios de Seguridad y Ciudadan¨ªa de la Universidad C¨¢ndido Mendes de R¨ªo de Janeiro y fue la responsable del Sistema Penitenciario del Estado de R¨ªo de Janeiro durante cuatro a?os.
En lugar de una l¨ªnea de combate al crimen se ha creado una l¨ªnea de montaje del crimen
Las cifras sobre la situaci¨®n en las c¨¢rceles requieren pocos comentarios. En los ¨²ltimos nueve a?os, el n¨²mero de presos se ha duplicado. De 148.760 reclusos en 1995 se ha pasado a 308.000 en 2004. La superpoblaci¨®n en las prisiones, que en muchos casos significa hacinamiento, es la causa de muchos de los males que aquejan al sistema penitenciario de Brasil. Ante las embestidas de la delincuencia, la sociedad y los medios de comunicaci¨®n reclaman leyes m¨¢s duras. "Hay que explicar a la poblaci¨®n el coste-beneficio de las penas de prisi¨®n. La c¨¢rcel es muy cara y empeora a la gente. Hay que reservarla para los criminales peligrosos", replica Julita Lembruger, que arremete contra un sistema que califica de hip¨®crita: "Quieren hacernos creer que estamos m¨¢s seguros porque las c¨¢rceles est¨¢n llenas. Pero en R¨ªo de Janeiro, por ejemplo, la polic¨ªa s¨®lo esclarece el 4% de los homicidios. En otras palabras, de cada 100 homicidios, 96 permanecen impunes".
Faltan centros penitenciarios en condiciones. El 36% de los presos con condena firme se hacinan en recintos policiales, en condiciones que vulneran la legislaci¨®n brasile?a e internacional. La atenci¨®n m¨¦dica tiene graves deficiencias. Un n¨²mero significativo de presos padece enfermedades graves. El sida sigue siendo la que mayor incidencia tiene en las c¨¢rceles, ya que un 1% de todo el universo carcelario -2.000 presos- es portador del virus VIH. Teniendo en cuenta que, de acuerdo a la recomendaci¨®n de la OMS, est¨¢ prohibida la revisi¨®n obligatoria, cabe suponer que la cifra real es m¨¢s elevada.
Con estos datos en la mano, el ministro de Justicia, M¨¢rcio Thomaz Bastos, explica gr¨¢ficamente que en lugar de una l¨ªnea de combate a la criminalidad, en Brasil se ha creado una l¨ªnea de montaje de la criminalidad: "Comienza en las guarder¨ªas, contin¨²a con la polic¨ªa, la lentitud del poder judicial y llega al sistema penitenciario. Un ni?o de 12 a?os de una favela que ha cometido un peque?o robo ingresa en uno de estos organismos, all¨ª tiene una escuela del crimen, despu¨¦s pasa por la experiencia de los distintos cuerpos policiales (federal, civil o militar), cae en manos del poder judicial y finalmente acaba en la c¨¢rcel. Este muchacho que entr¨® por una falta leve, sale graduado en criminalidad, secuestro, homicidio y extorsi¨®n. Hay que desmontar este sistema que impera en Brasil y buscar otro".
La investigaci¨®n de la doctora Lembruger llama la atenci¨®n sobre la corrupci¨®n que impregna el ¨¢rea de la seguridad p¨²blica de Brasil, que incluye a polic¨ªas y funcionarios penitenciarios, y el poder judicial. "Todo se compra en la c¨¢rcel. Desde la libertad, gracias a una fuga, hasta armas, tel¨¦fonos m¨®viles y drogas, a trav¨¦s de los guardias, que venden de todo. Hasta las visitas no autorizadas tienen precio. Los funcionarios venden visitas ¨ªntimas no autorizadas". Los controles internos no funcionan, pese a que en muchos Estados, las prisiones cuentan con equipos detectores de metales y de rayos X para impedir la entrada de armas y tel¨¦fonos m¨®viles.
La combinaci¨®n de la corrupci¨®n con la negligencia explica lo ocurrido hace una semana en la c¨¢rcel de Benfica, inaugurada recientemente; todo empez¨® con una fuga frustrada parcialmente. La vigilancia interior, la seguridad exterior, la fragilidad del recinto -los presos consiguieron quebrar sin dificultad las paredes-. Todo fall¨® en un recinto, cuyo jefe de seguridad fue destituido dos semanas antes de la rebeli¨®n por denuncias de golpear a los presos.
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