Los olvidados
La cr¨®nica desde Caen de EL PA?S de ayer termina echando de menos a Espa?a, porque los espa?oles que participaron en la liberaci¨®n de Francia "no merecieron menci¨®n alguna". Son, ciertamente y una vez m¨¢s, los olvidados.
No soy un experto en el tema, aunque es sabido que la participaci¨®n de los republicanos espa?oles con las tropas de Leclerc fue destacada: estuvieron en Normand¨ªa y su Novena Compa?¨ªa fue de las primeras que entr¨® en Par¨ªs. Pero ?olvidados de qui¨¦n? En una conmemoraci¨®n de l¨ªderes, banderas e himnos como ha sido la del 6 de junio, ?qui¨¦n iba a representar a estos olvidados? ?Bajo qu¨¦ bandera y al son de qu¨¦ himno desfilar¨ªan? ?Qui¨¦n asumir¨ªa que los hoy ancianos y ayer valientes defensores de la libertad en Europa desfilaran bajo su bandera, por la que lucharon y por la que murieron, la tricolor, oy¨¦ndose el himno de Riego marcando el paso vacilante de sus muchos a?os? ?Acaso estar¨ªa all¨ª alg¨²n miembro del Gobierno o el ministro de Defensa? Ni hablar de la Casa Real. No pod¨ªa ser.
Porque no s¨®lo son los olvidados por el paso del tiempo; son los olvidados porque perdieron (qu¨¦ verbo) todas las guerras, aun la del presente, como acabamos de comprobar una vez m¨¢s y cuando en este pa¨ªs a¨²n cuesta tanto recuperar la memoria perdida.
En cambio, pocas p¨¢ginas m¨¢s adelante del diario una columna se titula "El pol¨ªtico sin enemigos", refiri¨¦ndose al fallecido presidente Reagan, en la que unos y otros ensalzan la figura del mandatario como el hombre que acab¨® con la guerra fr¨ªa.
De nuevo quedan fuera los olvidados; y esta vez s¨ª s¨¦ de lo que hablo porque estuve all¨ª. Se olvidan nuevamente las decenas de miles (no es una cifra al albur) de campesinos, ind¨ªgenas, ni?os, mujeres, j¨®venes, ancianos, todos inocentes, que fueron asesinados en una de las guerras m¨¢s crueles e in¨²tiles de los ¨²ltimos a?os, en Nicaragua, El Salvador, Honduras, Guatemala... ?Por qu¨¦? ?En nombre de qu¨¦ y de qui¨¦n? A¨²n resuenan en mis o¨ªdos el traqueteo de las ametralladoras de la Contra, o las explosiones sordas de las minas antipersona esparcidas por los campos de cultivo, y el estremecedor cerrar de las puertas de veh¨ªculos sin matr¨ªcula llev¨¢ndose gente en las noches de cualquier ciudad, de cualquier pueblo centroamericano. S¨®lo son, al parecer, una mancha en la brillante trayectoria de un presidente que apenas ocupa una l¨ªnea en las columnas de algunos peri¨®dicos. Olvidados sobre olvidados. Tanto olvido que quiz¨¢s hasta hallamos olvidado nuestro presente.
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