Eurorregi¨®n, ma?ana es tarde
Estar o no estar, porque el ser, el formar parte, ya lo sabemos todos: analistas, profesores, empresarios, organizaciones sociales. Tan solo algunas instituciones p¨²blicas hacen "o¨ªdos de mercader", cuando no lanzan exabruptos precipitados. El Gobierno valenciano, por ejemplo. O se deslizan a paso de rat¨®n, en silente discreci¨®n en otros casos, igualmente pol¨ªticos.
Nunca en el pasado reciente se ha dado la mano el conocimiento y la experiencia, la realidad y las formulaciones te¨®ricas, como en el caso de la eurorregi¨®n. Me refiero, claro est¨¢, a los valencianos de Morella a Elx. Acuerdo social, sin correspondencia pol¨ªtica, ¨¦ste es el meollo de la cuesti¨®n. La par¨¢lisis pol¨ªtica y administrativa se nos antoja irresponsable.
Cierto que no es un clamor popular, en el sentido que solemos atribuir a la expresi¨®n. La realidad sin embargo, es clamorosa. La contemplaci¨®n autosatisfecha, mientras se destruyen los tejidos productivos, o se disuelven cual azucarillo m¨¢s de un sue?o especulativo, reclaman acciones en¨¦rgicas y duraderas, ambiciosas. En competencia cooperativa con los vecinos, con la complicidad de quienes se saben necesarios y a la vez necesitan de nuestro concurso.
La Espa?a plural es una realidad que s¨®lo la obcecaci¨®n reaccionaria y anacr¨®nica pudo intentar negar. Las fronteras, "cicatrices de la historia" comienzan a ser pasado. La ampliaci¨®n al Este requiere de nuevos equilibrios. Y uno est¨¢ al Sur, en el Mediterr¨¢neo, de cuya fachada norte formamos parte, entre Alicante y Toulouse y Montpellier. Con Barcelona y Valencia, claro est¨¢. Est¨¢n los hechos, reconocidos. Est¨¢n las necesidades. Y est¨¢n las iniciativas pol¨ªticas.
Es posible, en consecuencia, formar parte del pelot¨®n de salida, ¨²nica manera de garantizar la llegada a la meta. Cierto que la primera l¨ªnea tiene sus riesgos. No participar significa aceptar la subalternidad, el sucursalismo, que pueden dar r¨¦ditos mediocres siempre a sus ac¨®litos. Sin riesgo no tendr¨ªamos una democracia avanzada en este pa¨ªs, ni siquiera Estatuto de Autonom¨ªa. Y por supuesto no habr¨ªa ampliaci¨®n al Este de la Uni¨®n Europea.
"Saber hacer amigos" es consejo habitual en las relaciones humanas cotidianas. Que no implica subordinaci¨®n, ni plegarse a las intenciones o prop¨®sitos del amigo. El ghetto y el numantinismo victimista no son producto de la agresi¨®n de los dem¨¢s: suele anidar en la conciencia subalterna, de quien se pliega a la circunstancia sin enfrentarse a la realidad.
La nueva centralidad europea requiere un esfuerzo, imaginativo y tenaz por parte del Sur perif¨¦rico, que al cabo es lo que somos. Es una cuesti¨®n de supervivencia, por supuesto no s¨®lo pol¨ªtica, sino econ¨®mica y social. Las preferencias centralistas, en Espa?a o Francia, desde?an o excluyen el papel de la fachada mediterr¨¢nea que ocupan los viejos territorios que se describieron. La radialidad espa?ola, o los ejes Lyon-Turin y Marsella, desprecian o excluyen las potencialidades de la Eurorregi¨®n. Para nosotros es vital. Como lo es el papel de relaci¨®n con el vecindario inmediato, el Magreb y el Mediterr¨¢neo africano.
Y dentro de casa. La financiaci¨®n auton¨®mica, las infraestructuras, dependen en gran medida de la capacidad negociadora, en Madrid, Par¨ªs o Bruselas. Tener peso en Espa?a, en Francia, es tener peso en Europa. Otra cuesti¨®n es el qu¨¦ hacer, que ya depende de cada una de las partes, de sus capacidades, y de la complicidad de los agentes sociales respectivos con estos objetivos.
El tiempo en la era global es si cabe a¨²n m¨¢s, un factor decisivo. No hay tantos trenes como para esperar el pr¨®ximo. El estupor de los resultados electorales del 14 de marzo no debe impedir una serena reflexi¨®n, y una aproximaci¨®n a lo que son hechos. Y oportunidades. En mayor medida cuando se ha pasado de la jactancia al lagrimeo victimista, que s¨®lo puede conducir a la melancol¨ªa y a un cierto aplauso residual de quienes jam¨¢s se ocuparon de forjar los instrumentos de competencia y cooperaci¨®n.
El autor conoce los esfuerzos acad¨¦micos, las aproximaciones sociales, de la cultura a la econom¨ªa. Y sabe del inter¨¦s del gobierno Maragall, sin prejuicios, para abordar los temas de inter¨¦s com¨²n. Vitales, como se subray¨®. Para todos. Sin interferencias, desde la propia autonom¨ªa, como no puede ser de otro modo en una sociedad abierta y democr¨¢tica. El agarrotamiento s¨®lo puede ser producto de quienes miran m¨¢s por el propio "corralillo", partidario y min¨²sculo, que de quienes debieran ocuparse de proponer alternativas de futuro inmediato. Que nadie espere ¨®rdenes ni consignas, que la mayor¨ªa de edad que tiene nuestra sociedad hace tiempo que las descart¨®.
De seguir as¨ª, ma?ana ser¨¢ tarde, y sin duda alguna, otros m¨¢s avisados, lo har¨¢n. Y ni en la l¨ªnea de salida, ni menos a¨²n en la l¨ªnea de meta.
Ricard P¨¦rez Casado es doctor en Historia.
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