Rothko
Hay quien dice que el ¨¦xito del expresionismo abstracto americano (Pollock, Kline, Motherwell...) se debi¨® a una ayuda programada por parte de la Administraci¨®n estadounidense en la inmediata posguerra (1945) con la clara intenci¨®n de sustraer a Par¨ªs, a Europa, la primac¨ªa en las artes pl¨¢sticas universales a favor de Nueva York. En la peripecia, c¨®mo no, aparece entreverada la propia CIA; unos chicos muy cultivados aqu¨¦llos. Para otros, en cambio, la verdadera primac¨ªa neoyorquina no comenz¨® hasta los a?os del pop de Andy Warhol. D¨ªgase lo que se diga, uno es esc¨¦ptico respecto a esas novelas fant¨¢sticas sobre los servicios americanos que los convierten en m¨ªticos patricios renacentistas de un mundo escondido y profundo que mueve los hilos m¨¢s delicados de ¨¦ste que habitamos. Y, puestos a preferir, uno prefiere pensar que Europa fue seducida por el expresionismo abstracto antes que por ese pastiche que es el pop warholita.
El hecho es que, montaje o no (todas las corrientes han tenido su componente de mercadotecnia), a partir de hoy puede verse en el Guggy de Bilbao una retrospectiva de uno de sus representantes m¨¢s conocidos: Mark Rothko, un hombre tan entregado a su obra que no pudo resistir la prohibici¨®n de recrearse en ella. Sensible y vulnerable, se suicid¨® en 1970. Todos hemos visto -aunque quiz¨¢ no identificado con el artista- sus violentas o difusas ¨¢reas rectangulares de color sobre fondo monocromo, buscando crear tensiones significativas entre los colores. La exposici¨®n, Paredes de Luz, se centra en su ¨²ltima fase abstracta (la de los rect¨¢ngulos).
Paredes de luz... Quiz¨¢ resulte un nombre atractivo cara al p¨²blico, pero creo que no hace justicia al autor. Rothko no aspiraba a iluminar el entorno, a ornamentarlo, sino a explorar con lirismo sobre el drama de la vida y la muerte a trav¨¦s del color y la no-forma, suscitando en el espectador emociones soterradas y ancestrales que le invadieran y conmocionaran. "Si he de depositar mi confianza en alg¨²n sitio", dec¨ªa Rothko, "la otorgar¨ªa a la psique del observador sensible y libre de las convenciones del entendimiento. No tendr¨ªa ninguna aprensi¨®n respecto al uso que este observador pudiera hacer de estas pinturas al servicio de las necesidades de su propio esp¨ªritu; porque, si hay necesidad y esp¨ªritu al mismo tiempo, seguro que habr¨¢ una aut¨¦ntica transacci¨®n" entre lo expresado y lo percibido.
Nacido en Letonia en 1903, que por entonces perteneciente a Rusia, emigr¨® a EE UU ya en 1913. All¨ª paso de llamarse Rothkovich a ser simplemente Rothko. Hay cr¨ªticos que lo sit¨²an en la periferia del expresionismo abstracto, junto con Newman y Still, en un ambiguo Color Field. Sin embargo, su trayectoria, hasta llegar a la ¨²ltima abstracci¨®n fue radicalmente expresionista.
Arranc¨® con cuadros urbanos, escenas de metro, claramente emparentadas con el expresionismo alem¨¢n. Su pincel fue haci¨¦ndose cada vez m¨¢s violento, as¨ª como su paleta m¨¢s contundente, siendo a¨²n figurativa. Aspiraba -y ser¨ªa algo que le acompa?ar¨ªa hasta el final- a crear una nueva mitolog¨ªa que devolviera al hombre sobre sus sentimientos m¨¢s arcaicos. Reconstruir el mito, verdades invariables a lo largo de la historia, que hab¨ªan habitado en el interior de los hombres. Buscaba comunicarse, sin intervenci¨®n de las mediaciones sociales, con la parte emotiva del ser humano, una comunicaci¨®n sensitiva directa al alma que le habita. Todo ello a trav¨¦s del color que nos abruma con su significado y evoca emociones soterradas en lo m¨¢s profundo del ser. ?se era Rothko.
En sus ¨²ltimos a?os alcanz¨® un estilo inconfundible, denso en emociones (como no lo han conseguido nunca otros que se aventuraron por los terrenos de la abstracci¨®n y el color), hasta obtener una fuerte expresi¨®n dram¨¢tica a trav¨¦s del lirismo de sus cuadros -muchas veces combinados y reverberando unos en otros-. Su vigencia hoy, junto con Motherwell, pongamos -uno tiene sus preferencias-, demuestra hasta qu¨¦ punto lo logr¨®.
Tu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo
?Quieres a?adir otro usuario a tu suscripci¨®n?
Si contin¨²as leyendo en este dispositivo, no se podr¨¢ leer en el otro.
FlechaTu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PA?S desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripci¨®n a la modalidad Premium, as¨ª podr¨¢s a?adir otro usuario. Cada uno acceder¨¢ con su propia cuenta de email, lo que os permitir¨¢ personalizar vuestra experiencia en EL PA?S.
En el caso de no saber qui¨¦n est¨¢ usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contrase?a aqu¨ª.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrar¨¢ en tu dispositivo y en el de la otra persona que est¨¢ usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aqu¨ª los t¨¦rminos y condiciones de la suscripci¨®n digital.