Un episodio del pasado
Leyendo la novela de Jordi Ib¨¢?ez Una vida al carrer, de repente se me vino a la memoria un recuerdo trivial y sin embargo inquietante. Record¨¦ que cuando cursaba el bachillerato en La Salle Bonanova con los Hermanos de la Doctrina Cristiana (estos grupos suenan hoy vagamente isl¨¢micos), llegaba un d¨ªa, un par de meses antes de la Semana Santa si no me equivoco, en que los frailes nos vend¨ªan ciertos papeles grandes y espesos de escritura llamados "Bulas". Aquellos papeles (de los que por desdicha no he guardado ning¨²n ejemplar y no puedo transcribir su contenido) autorizaban a comer carne durante el periodo de la Cuaresma gracias a un beneficio de la Santa Sede romana. Las Bulas no eran personales (quiz¨¢s las hab¨ªa y a lo mejor eran algo m¨¢s baratas), sino familiares. El alumno que compraba una Bula cubr¨ªa a toda la familia, aunque ignoro si el poder de la Bula se extend¨ªa a la totalidad del hogar, esto es, hasta el servicio dom¨¦stico o los invitados, si los hubiere, y a otros elementos de la parentela, un t¨ªo soltero, una abuela, que vivieran bajo distinto techo. Hasta d¨®nde llegaba el poder magn¨¦tico de la Bula es algo que sin duda deben conocer los historiadores de la religi¨®n. Ahora voy a repetir este recuerdo, ordenado de otro modo.
Durante muchos a?os, quiz¨¢s decenios, los religiosos y el clero cat¨®lico en general (ya que las Bulas deb¨ªan comprarse en la parroquia y Dios sabe en qu¨¦ otras y curiosas expendedur¨ªas) vend¨ªan unos papeles mediante los cuales la gente, o mejor dicho aquella gente que sol¨ªa comprar carne, pod¨ªa comerla durante la Cuaresma sin por ello cometer pecado mortal. Veo ahora con toda claridad a uno de aquellos frailucos de La Salle preguntando en clase con un tono de voz compungido, angustiado, pero tambi¨¦n amenazante, si ya todo el alumnado hab¨ªa comprado la Bula. Compungido, sin duda, porque buena parte de la poblaci¨®n iba a cometer grav¨ªsimos pecados por la simpleza de no comprar una Bula, cuyo precio, aunque elevado, estaba al alcance de cualquiera. Angustiado, porque amaba a sus disc¨ªpulos y divisaba la posibilidad de que, por mera distracci¨®n o dejadez, justo antes de comprar la Bula comi¨¦ramos cualquier bobada, una loncha de jam¨®n por ejemplo, y qued¨¢ramos en pecado mortal, lo que, de sobrevenir una muerte s¨²bita, se pagaba con el Infierno durante toda la eternidad. Amenazante tambi¨¦n, dado que nuestra insensatez pod¨ªa conducir al pecado y la condenaci¨®n a una familia entera (y me pregunto si tambi¨¦n al servicio y a los invitados) en el caso de que los de cocina incluyeran algo de picadillo en el caldo sin antes haber comprado la Bula. Con una Bula se salvaban decenas de almas carn¨ªvoras, era un disparate no comprarla.
?Cu¨¢ntos millones de Bulas se vendieron? ?Qu¨¦ se hizo de aquellos capitales? ?L¨¢stima de historiadores! ?Era pr¨¢ctica com¨²n en el mundo entero, s¨®lo en Espa?a, quiz¨¢s s¨®lo en Catalu?a, o tambi¨¦n en la Rep¨²blica Argentina de Per¨®n y en Irlanda? En fin, no importa, ?qu¨¦ tremendo episodio de alucinaci¨®n colectiva y creencias m¨¢gicas entre gente supuestamente racional! Las ¨¦lites. Los mejores.
Ahora, pasados ya tantos a?os, comprendemos que una tan completa corrupci¨®n, tan invisible, tan asumida, s¨®lo fue posible en una sociedad enferma y perturbada, ca¨ªda en la regresi¨®n infantil y la tutela de los nigromantes. Como ya no tiene remedio, tendemos a creer que aquel abuso de la credulidad fue algo excepcional que s¨®lo podr¨ªa ahora tener lugar en pa¨ªses reducidos al raquitismo intelectual. Algo que s¨®lo subsiste en naciones estrafalarias, en pa¨ªses dominados por ¨¦lites chifladas, como las que mandan en tantas rep¨²blicas africanas y cuyos presidentes posan ante la prensa con gafas de sol, empu?ando ametralladoras. Creemos haber avanzado mucho desde entonces, que Espa?a ya no es aquel maloliente cuartel administrado por codiciosos curas y frailes, en el que la religi¨®n cat¨®lica era una herramienta imprescindible para la jibarizaci¨®n de las almas, la atrofia espiritual, el delirio de la mente.
Sin embargo, en un informe publicado por EL PA?S (8-5-04) se dec¨ªa que los sucesivos gobiernos nacionalistas de Jordi Pujol hab¨ªan pagado (con el dinero de los contribuyentes) miles de millones de pesetas a diversos medios de comunicaci¨®n. Por ejemplo, s¨®lo en el a?o 2003 le dieron dos mil millones de pesetas al grupo La Vanguardia, propiedad de la familia God¨®, o trescientos millones al Avui, que nadie sabe qui¨¦n lo posee. Ven¨ªan en el informe muchos otros pagos que cubr¨ªan la casi totalidad de los medios catalanes. Ninguno de ellos public¨® el informe, como es de suponer. Ahora voy a repetir todo lo anterior, pero en otro orden.
Durante a?os, seguramente durante decenios, los catalanes se han visto obligados a comprar una Bula expendida por los nacionalistas, la cual autorizaba la lectura de La Vanguardia, del Avui, y de otros medios de comunicaci¨®n catalanes, sin peligro de pecado. Es decir, con la informaci¨®n adecuada para un ciudadano catal¨¢n mod¨¦lico, piadoso con los intereses nacionales y cuidadoso de su diferencia y de su identidad. Gracias al celo de los nacionalistas (y mediante el pago de una considerable cantidad), los catalanes se han ahorrado la lectura de textos imp¨ªos, her¨¦ticos o desviados, no s¨®lo durante la Cuaresma, sino durante el a?o entero y a lo largo de un cuarto de siglo. A esta simon¨ªa secular se la llamaba "el oasis catal¨¢n", y absolutamente todo el mundo la conoc¨ªa.
Sin embargo, este episodio de superstici¨®n pol¨ªtica y cretinismo moral, como el de las Bulas de los Hermanos de la Doctrina Cristiana, no ha despertado inquietud entre la poblaci¨®n, ni entre los periodistas afectados por la compraventa y sospechosos de hundir sus trompas en los bebederos para reptiles, ni entre los pol¨ªticos, los cuales s¨®lo disputan acerca de la autor¨ªa de otro informe salido de las covachuelas de la Generalitat (un grotesco papel escrito en lenguaje leninista-independentista por alguna criatura que cree en "la visi¨®n catalana del mundo"), pero no han dicho ni p¨ªo sobre la enorme suma de dinero empleada por los nacionalistas en evitar el pecado de la informaci¨®n.
El nuevo Gobierno ha prometido (ya es algo) reducir las Bulas, pero nadie ha exigido explicaciones o responsabilidades por el despilfarro nacionalista, a todo el mundo le ha parecido un asunto de lo m¨¢s normal, lo que se puede esperar de los pol¨ªticos, lo que se estila en todas partes, lo que hizo Aznar y ahora tambi¨¦n har¨¢n ¨¦stos, y luego los que vengan despu¨¦s, y as¨ª sucesivamente. En fin, lo que manda la Iglesia, contra la cual nadie levanta un dedo sin que le corten el brazo.
De manera que la salud mental y el juicio moral siguen, m¨¢s o menos, como en tiempos de Franco. Sin sotanas, eso s¨ª.
F¨¦lix de Az¨²a es escritor.
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