Peque?as iluminaciones
Nicholson Baker es uno de esos pocos escritores norteamericanos que parecen haber surgido de la nada, que empiezan y terminan en s¨ª mismos, y que siempre sorprenden. Baker comenz¨® con La entreplanta (1988) y Temperatura ambiente (1990), dos libros brev¨ªsimos y dif¨ªciles de clasificar. No eran exactamente novelas, pero tampoco eran ensayos. Y parec¨ªan flirtear de manera novedosa con m¨¦todos ya empleados por Rousseau, Sterne, Proust, Nabokov, Perec, el Vonnegut tard¨ªo y el autista obsesivo Andy Warhol, presentando a Baker como un maximalista de lo m¨ªnimo. Vox (1992) y La Fermata (1994) elevaron a Baker a la categor¨ªa de best seller del porno-inteligente. En 1998 -golpe de tim¨®n- lleg¨® La interminable historia de Nory, madura novela "para ni?os" que consegu¨ªa una atendible proeza al no reflexionar sobre la infancia para, en cambio, jugar con algo mucho m¨¢s apasionante: el c¨®mo reflexiona la infancia. Por el camino, tres libros de no ficci¨®n tan at¨ªpicos como sus ficciones: U & I (1991) examinaba la casi patol¨®gica relaci¨®n de Baker con su ¨ªdolo John Updike; The Size of Thoughts (1996) se dedicaba, entre otras cosas, a desentra?ar el significado oculto de la palabra trastos, y Double Fold (2001, ganadora del Book Critics Circle Award) narraba con pasi¨®n y furia la cruzada de Baker contra las bibliotecas empe?adas en reducir originales a microfilmes para despu¨¦s quitarse de encima esos, s¨ª, trastos.
UNA CAJA DE CERILLAS
Nicholson Baker
Traducci¨®n de E. Hojman
Alfaguara. Madrid, 2004
184 P¨¢ginas. 16 euros
Una caja de cerillas devuelve a Baker -en parte- al principio de su camino. Otra vez, la sensaci¨®n de estar escuchando o mirando m¨¢s que leyendo. Otra vez la autopsia en vida del tiempo y del espacio, ahora a trav¨¦s del cuento y recuento de una serie de amaneceres. El narrador -Emmett, editor de textos m¨¦dicos, quien no vacila en definirse como "un monstruo de exactitud" defensor de la idea de que "lo primero que se hace por la ma?ana puede influir al d¨ªa entero"- se levanta antes que su familia y mascotas (destaca Greta, una pata) y hormigas, pone a trabajar la chimenea con sucesivas cerillas, se sienta a mirar el fuego. Y piensa. Lo que piensa es mucho y nada. Como en La entreplanta y Temperatura ambiente, Baker -o Emmet- magnifica susurros, apunta actitudes y objetos vueltos casi invisibles por la rutina, se?ala peque?as iluminaciones. Hasta que, descubrimos, lo que en realidad piensa Emmett es poco y es algo: Emmett piensa en la mortalidad como valor absoluto. Emmett insiste en pensar en lo que fue y -con sonrisa melanc¨®lica- en la eficiencia de las fantas¨ªas suicidas como m¨¦todo para conciliar el sue?o. As¨ª, mientras las primeras pesquisas de Baker eran sobre el mundo que nos rodea, Una caja de cerillas es una investigaci¨®n sobre la fr¨¢gil vida a la que ese mundo rodea convirti¨¦ndole en el libro m¨¢s oscuro y a oscuras del, por lo general, luminoso Baker.
Emmett tiene 33 cerillas y Una caja de cerillas consta de 33 breves e inmensos cap¨ªtulos y crepusculares amaneceres -como epif¨¢nicas variaciones musicales en busca de un aria extraviada- en los que cabe el mundo entero, una vida completa, y la posibilidad cada vez m¨¢s cierta, inevitable y pr¨®xima del final de todas las cosas. "Recordarlo todo es una forma de la locura", advierte -tal vez confiesa- Emmett mientras hace y deshace mucha memoria. Y entonces uno tiene la perturbadora sensaci¨®n de que Emmett ha dejado fuera lo m¨¢s importante. As¨ª, las ¨²ltimas palabras del libro, "yo hab¨ªa terminado" (la ambig¨¹edad idiom¨¢tica del original "I was done" permite entenderlas, tambi¨¦n, como "yo estaba acabado" o "vencido"), nos alcanzan como una de esas r¨¢fagas de aire g¨¦lido col¨¢ndose por la madrugada de una puerta entreabierta oblig¨¢ndonos a pensar en que, ahora que Emmett se qued¨® sin cerillas para encender, tal vez empiece a buscar otras cosas para quemar. Y que quiz¨¢ sea mejor no estar all¨ª para escucharlo y verlo y leerlo.
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