Frente al diablo
Ten¨ªa que suceder: desde el principio -y ¨¦ste es su cuarto libro, tras los relatos de Velocidad de los jardines (1992) y dos novelas, Seda salvaje (1995, finalista del Premio Herralde) y Labia (2001, su mejor obra hasta hoy), que le han colocado por su poder¨ªo expresivo y la originalidad de sus propuestas como una de las grandes esperanzas de nuestra actual narrativa-, Eloy Tiz¨®n parec¨ªa destinado a aceptar los mayores desaf¨ªos. Y ahora se coloca frente a uno de los grandes temas de la literatura universal: nada menos que frente al diablo, desde la primera l¨ªnea: "Tambi¨¦n hay quienes piensan que no existe el diablo". La habilidad de Eloy Tiz¨®n sigue siendo bastante perversa, utiliza la l¨ªtote y el ox¨ªmoron, lo oblicuo, lo indirecto y no dice nunca las cosas por su nombre. Le gustan los cuentos de hadas, como a su admirado Nabokov, y si existen los cuentos de hadas ?c¨®mo no le va a gustar el mayor de todos, el que quiere convencernos de la existencia del diablo, la "voz cantante" que gobierna nuestras vidas? Pues ¨¦se s¨ª es el verdadero ox¨ªmoron, convertir el g¨¦nero ideal por excelencia -el cuento de hadas, s¨ªmbolo del bien y la esperanza- en una historia del mal absoluto.
LA VOZ CANTANTE
Eloy Tiz¨®n
Anagrama. Barcelona, 2004
192 p¨¢ginas. 13 euros
De ah¨ª que empiece retorciendo el argumento y present¨¢ndolo al rev¨¦s pues se?ala lo que no es para decir lo que es: "El diablo existe... Lo s¨¦ porque le he visto". Ya est¨¢, y ahora el cuento de hadas puede empezar. Quien lo dice es un maduro profesor de letras (llamado "Gabriel", como el arc¨¢ngel, que es un diablo al rev¨¦s) solter¨®n y a punto de jubilarse, que va a contar su vida a sus disc¨ªpulos, enumerando as¨ª las veces que se ha encontrado con el diablo que no han sido muchas al final, pero que han destrozado su vida. No es un diablo terrible sino "normal" (como el del Doctor Fausto de Thomas Mann), con un rictus en el labio superior, pero que cambia de formas y de nombre y es perverso por definici¨®n, por lo que podemos imaginarlo como un ni?o, y es reconocible por la mirada, pues "toda biograf¨ªa se resume en la narraci¨®n de unas cuantas miradas". Los encuentros de Gabriel con el diablo no son muchos, pero s¨ª muy significativos. Primero lo descubre cuando su abuelo sacrifica en su honor una gallina, despu¨¦s cuando arriesga su vida jugando a ser mago paseando a ciegas por una cornisa y enamor¨¢ndose al final de una joven que ser¨¢ el amor de su vida, desgraciado, pues su futuro suegro someter¨¢ a la pareja hu¨ªda por Europa a una persecuci¨®n implacable que aniquilar¨¢ su amor. Todo este proceso ocupa m¨¢s de la segunda mitad de la novela, y est¨¢ descrito con la brillantez habitual de Tiz¨®n, con su lirismo acostumbrado, con sus ya conocidos (aunque rebajados en este caso) tonos de aparente inocencia y oculta perversi¨®n. Aunque en mi opini¨®n el proceso de construcci¨®n del amor sea m¨¢s endeble que el de su desconstrucci¨®n. Tambi¨¦n hubiera preferido m¨¢s encuentros previos del narrador con el diablo que es su ant¨ªtesis tambi¨¦n, pues si su nombre es "legi¨®n" seg¨²n la Biblia, el del narrador es "multitud", ya que se describe "ni rico, ni pobre, ni alto ni bajo, ni guapo ni feo... soy como todos, soy miles, millones de personas". Pero todas estas met¨¢foras y los sutiles simbolismos enmascarados al final se entregan en brazos de una conmovedora historia de amor.
La desconstrucci¨®n del amor,
en un viaje imaginario por ciudades de nombres imposibles en una Europa sumida en las guerras de siempre, es perfecta, pues su maleta se va vaciando de equipaje y amor a la vez, y el cerco de hambre y pobreza se va estrechando sobre ellos. La voz cantante se hace omnipresente y todo volver¨¢ a su debido cauce, hacia el final previsto, donde s¨®lo la persistencia de su amor triunfar¨¢ al final, aunque s¨®lo en la literatura, y a su trav¨¦s, pues todo ha sido tambi¨¦n un ejercicio de metaliteratura de primera magnitud. ?Y en qu¨¦ queda lo del cuento de hadas? Para los agn¨®sticos es sencillo no creer en la existencia de Dios, aunque la presencia del mal sea tan poderosa que haga sospechar de la del Diablo. Al final, tanto el uno como el otro son inventos del ser humano, que necesitan ayuda, muletas para poder seguir viviendo: son los culpables necesarios para nuestra b¨²squeda de la irresponsabilidad, ya que no de la inocencia imposible, y para eso est¨¢n los cuentos de hadas tambi¨¦n, esto es, la literatura. Y sigo creyendo que dada la brillantez de este excepcional escritor, deber¨ªa verse mejor recompensado por la lectura masiva que su calidad merece.
Tu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo
?Quieres a?adir otro usuario a tu suscripci¨®n?
Si contin¨²as leyendo en este dispositivo, no se podr¨¢ leer en el otro.
FlechaTu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PA?S desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripci¨®n a la modalidad Premium, as¨ª podr¨¢s a?adir otro usuario. Cada uno acceder¨¢ con su propia cuenta de email, lo que os permitir¨¢ personalizar vuestra experiencia en EL PA?S.
En el caso de no saber qui¨¦n est¨¢ usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contrase?a aqu¨ª.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrar¨¢ en tu dispositivo y en el de la otra persona que est¨¢ usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aqu¨ª los t¨¦rminos y condiciones de la suscripci¨®n digital.