Valer¨®n se pone 'bolill¨®n'
La hinchada recibe al canario con c¨¢nticos, como al jugador predestinado a firmar el triunfo
Faro
La hinchada espa?ola ya hab¨ªa perdido la paciencia cuando vio a Valer¨®n calentarse en la banda. El Flaco, como le llaman sus compa?eros, no estaba solo. Se preparaba con Torres y Alonso desde el descanso. Pero, de forma espont¨¢nea, la gente le dedic¨® a ¨¦l todo su apoyo. La grada le eligi¨® con una sabidur¨ªa intuitiva. A Espa?a le faltaba algo en el medio campo y algo en la delantera. Era evidente. Y los rusos estaban creciendo como la espuma. A Espa?a le faltaba un enganche, alguien como el media punta canario, al que se le dedic¨® un c¨¢ntico que ya se le cantaba en el estadio Calder¨®n hace a?os, en su etapa en el Atl¨¦tico. Un c¨¢ntico que reproduc¨ªa la melod¨ªa y el soniquete de aquella canci¨®n del grupo sevillano No me pises que llevo chanclas sobre un encuentro narc¨®tico en el barrio de Santa Cruz: Bolill¨®n.
"?Valer¨®n, Valer¨®n!", bramaban los m¨¢s de 15.000 espa?oles reunidos en el estadio del Algarve, sustituyendo bolill¨®n por su nombre. Y Valer¨®n, a lo suyo, debi¨® de escuchar sobrecogido aquel reclamo. Ya se sabe que es un hombre m¨ªstico, un fervoroso creyente, cristiano que no cat¨®lico. El ¨²nico jugador espa?ol que no abraz¨® la figura del ap¨®stol Santiago. Por razones morales, se entiende; no por falta de fe.
Sobrecogido por el c¨¢ntico, emocionado en su sencillez ante aquel clamor, Valer¨®n salt¨® para lograr el gol de Espa?a como quien est¨¢ predestinado. Todo ocurri¨® de inmediato y de la manera que se anunciaba. Exteberria rompi¨® a su marcador, Seninkov; se fue por dentro y dej¨® el bal¨®n a Puyol, que entr¨® por fuera, centr¨® y... la pelota le cay¨® al elegido. Valer¨®n la control¨® con la zurda y los rusos se lanzaron para evitar el desastre con su cuerpo, como escudos humanos. El alboroto en el ¨¢rea fue may¨²sculo y, por un momento, pareci¨® todo perdido. Los segundos se hicieron m¨¢s largos, pero Valer¨®n se lo tom¨® con calma. Se la acomod¨® y la peg¨® con la izquierda, su pierna menos buena, al hueco que vio m¨¢s grande. Tranquilamente y como hacen los llamados a una gesta misteriosa, El Flaco remat¨® con un latigazo seco y dulce al mismo tiempo y el Roteiro lleg¨® a la red inalcanzable para el desesperado Ovchinnikov.
Hace unos a?os nadie habr¨ªa dado mucho por ver a Valer¨®n salvando a la selecci¨®n de un tropiezo fatal. El descenso con el Atl¨¦tico y la Eurocopa de Holanda y B¨¦lgica, que complet¨® a un nivel decepcionante, lo dejaron medio fuera de combate. Espiritualmente apagado y con pocas ganas de dedicarse a un oficio que s¨®lo entiende desde el placer y la calma, no desde las imposiciones ni los agobios. Qui¨¦n iba a decir que ¨¦l, un t¨ªmido que lee la Biblia y cr¨ªa caballos, iba a salvar a Espa?a por reclamo popular ante la incapacidad de Ra¨²l y Morientes para aprovechar los servicios de los extremos.
El atardecer de ayer fue un momento m¨¢gico para Valer¨®n. Un momento alucinante, un momento bolill¨®n.
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