Fiesta sueca
La falta de rigor defensivo de Bulgaria sac¨® a los n¨®rdicos de su tradicional juego mec¨¢nico
Martin Petrov, extremo izquierda del Wolfsburgo y de la selecci¨®n b¨²lgara, hizo todo lo suficiente para amargar la vida a Suecia. Henrik Larsson, delantero centro del Celtic y de la selecci¨®n sueca, hizo todo lo necesario para ganar a Bulgaria. Gan¨® Suecia, por supuesto. Larsson marc¨® dos goles, de delantero de toda la vida -un cabezazo espectacular y una llegada por el segundo palo- y convirti¨® el estadio Alvalade en una fiesta. Miles de suecos celebraron la sencilla victoria en un ambiente pac¨ªfico que no se vio alterado por el masivo consumo de cerveza. A los hinchas suecos les encanta el f¨²tbol ingl¨¦s y les sienta mejor la bebida.
Petrov es la representaci¨®n perfecta de su equipo. No s¨®lo tiene maneras, sino que apunta a estupendo jugador. Es r¨¢pido, habilidoso, tiene af¨¢n de protagonismo y pone en dificultades a sus rivales. Pero no ocurre nada. Alrededor de Petrov no se alimenta la clase de juego colectivo que permita sacar lo mejor de sus cualidades. Sentido colectivo, no hay, al menos en el sentido futbol¨ªstico del t¨¦rmino. Lo normal en Bulgaria es que sus delanteros protagonicen tres o cuatro buenas acciones, que anuncien peligro inminente y que el rival conteste con algo m¨¢s que peligro: con un gol. Es lo que hizo Suecia. Respondi¨® como un martillo con Larsson, Ibrahimovic y Ljunberg.
El encuentro tuvo un punto divertido. La falta de rigor defensivo de Bulgaria sac¨® a Suecia de su tradicional juego mec¨¢nico. En los ¨²ltimos a?os, los suecos han jugado como alemanes pero con camisetas amarillas. Fue un equipo tedioso en la Eurocopa 2000 y persisti¨® en el Mundial 2002. Frente a Bulgaria se dio un peque?o fest¨ªn. Aprovech¨® su eficaz estructura defensiva para destrozar la fr¨¢gil resistencia b¨²lgara, cuya defensa hizo toda clase de concesiones. Cada contragolpe sueco, y fueron incontables, era casi un preludio de gol. Suecia marc¨® cinco y parecieron pocos.
A Larsson, Ibrahimovic y Ljunberg les toc¨® el partido perfecto. Poco trabajo y muchos contraataques. Ljunberg regres¨® a su posici¨®n natural como centrocampista de ataque, siempre dispuesto a desprenderse para llegar al ¨¢rea. As¨ª lo hizo en el primer gol, precedido por una ingenuidad de la defensa b¨²lgara, que se adelant¨® hasta cerca del medio campo y no dej¨® a Ibrahimovic en fuera de juego. Ibrahimovic es un delantero gigantesco que no se siente impedido por su altura. Es r¨¢pido, elegante y muy ¨¢gil. Tambi¨¦n dicen que es un gamberro con modos de prima donna, pero eso queda para fuera del campo. En el Alvalade fue imparable. Se fue como un tiro en el primer gol y le dio el gol a Ljunberg, el ¨ªdolo de la claque femenina.
No hubo m¨¢s partido. Todo lo que ocurri¨® despu¨¦s fue una desigual lucha entre los regates de Martin Petrov y la implacable maquinaria sueca. El equipo se sinti¨® tan bien que termin¨® por ofrecer un juego festivo, de un optimismo impensable en una selecci¨®n que hab¨ªa hecho un estilo de lo pedregoso. Los goles fueron llegando con una regularidad insoportable para Bulgaria. Larsson cabece¨® con mucho estilo el segundo tanto y sorprendi¨® con mucha astucia en el segundo. El cuarto lo anot¨® Ibrahimovic de penalti. Luego, Alback. No llegaron m¨¢s, pero a nadie le import¨®. Aquello era una fiesta.
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